Ya no es una especulación, la cartilla del Foro de Sao Paulo para imponer el comunismo con el eufemismo del socialismo del siglo XXI se está implementando tenazmente en el continente con la mirada perezosa casi cómplice de los demócratas latinoamericanos, hace 3 décadas que funciona esa máquina del mal y no han sido capaces de establecer una organización paralela. La cartilla inaugurada con Chávez ha sido exitosa en Nicaragua, El Salvador, Honduras, Ecuador (milagrosamente recuperado por Lasso gracias a la deserción de Moreno del grupo comunista), Bolivia, Argentina, Brasil (donde la corrupción de Lula y la impericia de Dilma lograron una rebelión demócrata liderada por Bolsonaro) y recientemente en Perú y Chile. El año que viene el ajedrez geopolítico se decidirá con las elecciones de Brasil y Colombia, de perderse estos países el comunismo dominará desde la frontera de Estados Unidos con Canadá (sí, ya los parlamentarios demócratas se declararon partidarios del régimen cubano) hasta la Patagonia.

La cartilla es simple y directa determina los siguientes pasos para que el comunismo llegue al poder por la vía democrática:

1) Crear un estado de insatisfacción con la democracia y deslegitimación de las instituciones.

2) Agitar un estado de anarquía a través de protestas sociales y movilizaciones violentas.

3) Creación de una figura (preferiblemente un outsider) que aglutine ese descontento, con promesas populistas, discurso demagógico y negación de su afiliación comunista.

4) Una vez logrado el triunfo electoral, convocar una Constituyente que le haga una Constitución a la medida para la instauración indefinida en el poder.

5) Eliminación de todas las instituciones democráticas y sujeción de las organizaciones civiles, vía cooptación en primer lugar y si esto falla por la represión.

6) Destrucción de la economía, vía estatización, para tener una masa pobre dependiente del Estado.

7) Creación de una falsa oposición que le haga el juego.

8) Llamado a elecciones fraudulentas para la reelección indefinida.

Este esquema con variantes ha sido implementado en todos los países arriba señalados, con particularidades adaptativas en cada país, acá nos dedicaremos a analizar el caso colombiano. Este país fue atípico en el continente por la longevidad de la vía armada, gracias al financiamiento del narcotráfico. Viendo que esta vía había fracasado, Fidel en los noventa les ordena buscar la salida hacia la vía electoral. Desde principios de siglo las FARC comienza a insinuar el discurso de la paz, como medida efectista de acercamiento al poder mediante la utilización de los medios que el sistema democrático les proporciona. Esta ardid se les dificulta por la heroica labor de Álvaro Uribe, que casi los aniquila por no ser la ayuda que les brindó los gobiernos comunistas de Ecuador y Venezuela que les permitió sobrevivir en los resguardos fronterizos.

Frente a su irremediable aniquilación por un gobierno que continuase con la línea dura de Uribe, aceleran el proceso de engaño con el discurso de la paz logrando poner a un infiltrado en el seno del gobierno de Uribe, y a través de estratagemas jurídicas en estrados dominados por la izquierda eliminan a los potenciales candidatos presidenciales uribistas y ubican al infiltrado, Juan Manuel Santos alias “Santiago” como presidente de la república (en un imperdonable error del uribismo que no recuerda el plan de este para establecer un gobierno de “unidad nacional” llevando al poder a los capos del narcotráfico y a las FARC en época de Samper). Pues eso es precisamente lo que hace el presidente Santos: en unos “diálogos” en La Habana, imponen un acuerdo de entrega del país al narcoterrorismo comunista, estableciendo la dictadura del farcsantismo al desechar el rechazo popular expresado en plebiscito y dictaminar que este es parte del hilo constitucional.

El pueblo colombiano siempre enhiesto en sus convicciones democráticas dos veces ha expresado su desacuerdo con el narcoterrorismo comunista: al rechazar ese acuerdo de cogobierno con las FARC en plebiscito y al elegir a Duque como presidente, bajo la bandera de acabar con la impunidad de la FARC. Dos veces ha sido traicionado por el liderazgo democrático: al aceptar la imposición del acuerdo de entrega del país a las FARC y al Duque cogobernar con el narcoterrorismo comunista al acatar el infame acuerdo.

Sabiendo que a la tercera va la vencida los colombianos están listos para elegir al candidato que les asegure la reversión de la dictadura del farcsantismo y la reinstauración de la democracia. El régimen cubano sabe que se está jugando su sobrevivencia pues tanto exprimió a Venezuela que la acabó, necesita de un Petro o Fajardo que le permita hacer lo mismo con Colombia. Es allí donde el ajedrez geopolítico empieza a operar.

Todo el comunismo internacional está con las manos puestas en Colombia. El sorismo a través de los medios cómplices, difunde los temas en el tono apropiado para el triunfo del farcsantismo; los gremios y empresarios, cegados por la ambición le juegan al triunfo del socialismo del siglo XXI para exprimir al país, piensan junto con Petro; la Iglesia con su discurso progresista avala la imposición del marxismo cultural; los partidos y líderes, en su indecisión de enfrentar al comunismo, permiten que se cuele el triunfo del comunismo.

Llegó la hora de jugar las cartas claras: o la democracia continental se apresta a defender el último bastión que les queda representados por Brasil y Colombia y el liderazgo democrático colombiano se une para la primera vuelta, impidiendo que se reproduzca la historia de Perú y Chile, o tendrán bajo su conciencia la pesada carga de haber jugado para el enemigo. Señores precandidatos de la centro-derecha, ¿van a permitir que sus egos dejen que el comunismo se apodere de Colombia, o van a ser patriotas y van a defender la democracia del socialismo del siglo XXI? De las movidas políticas que hagan en estos días depende la respuesta a esta escalofriante pregunta.


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