Jorge Rodríguez a
Jorge Rodríguez preside la la Comisión Especial de Diálogo, Reconciliación y Paz

 Al margen de los resultados de las elecciones regionales y locales celebradas el 21 de noviembre, en la que resultó evidente y abrumadoramente triunfante el partido del gobierno, hay que destacar dos aspectos en los cuales el PSUV resultó totalmente derrotado. En primer lugar, el número de votos obtenidos por los socialistas y sus aliados, que si lo comparamos con los obtenidos en las últimas elecciones de diciembre de 2020, se redujo en aproximadamente 363.000 votos. Eso es lo que reflejan las cifras obtenidas de los votos de los candidatos a gobernadores del PSUV vs los votos del PSUV en las elecciones parlamentarias. Esto debe tener muy preocupados a los integrantes de la cúpula roja, por cuanto en las elecciones parlamentarias del 2020, el PSUV corrió prácticamente solo, llevándose casi la totalidad de las curules en ausencia en la arena de la oposición formal del llamado G4. En esta oportunidad la competencia ha debido animar a los electores del PSUV a votar y, sin embargo, no lo hicieron. ¿La razón de su abstención? Muy sencillo, los militantes del PSUV están defraudados y decepcionados de las políticas socialistas que los ha empobrecido en forma dramática. Y de no haber sido por la torpeza de su contraparte, la paliza que hubiesen recibido hubiese sido monumental.

En segundo lugar, el gobierno, siguiendo las instrucciones de su principal estratega en este episodio, Jorge Rodríguez, todavía afectado por el scratch del cual fue objeto hace unos años en México por unos jóvenes venezolanos, está desesperado por obtener reconocimiento de Occidente y así albergar esperanzas de que le levanten las sanciones personales, para poder viajar con tranquilidad por todo el mundo. El gobierno, dándole un voto de confianza a Rodríguez, comenzó a aflojar la cuerda: liberaron algunos presos políticos, le dio casa por cárcel a los llamados Citgo-6, relegalizó en forma sorpresiva a la MUD, con cuya tarjeta la oposición obtuvo en 2015 el triunfo más espectacular en 20 años; eliminaron algunas inhabilitaciones como la de David Uzcátegui en Miranda, habilitó y le permitió el regreso a opositores como Américo D’Grazia, José Manuel Olivares y Tomás Guanipa, puso a Maduro a comprometerse con eliminar los protectorados, estimuló y permitió la observación de la tan criticada Unión Europea. Montó un show que lo llevó al extremo de violar la Constitución con la designación del nuevo Consejo Nacional Electoral pretendiendo hacerle creer al país y sobre todo a la comunidad internacional de que la integración del nuevo CNE era equilibrada. La realidad risible demostró que dicha designación fue un reparto burocrático compuesto casi todo, por militantes de los partidos políticos PSUV, MUD y otros. Otro sainete más, inadvertido por los observadores externos, pero que tarde o temprano se darán cuenta de que fue violatorio de la Constitución. En fin, Rodríguez estaba hecho en esos días una sedita, como decimos en criollo.

Descubierta la jugada de Rodríguez, que en el fondo refleja falta de fortaleza personal; tras bastidores, dirigentes del PSUV (no precisamente Rodríguez), convencidos de la ruta suicida a la que los llevaría la estrategia del psiquiatra, y debido a la baja popularidad del gobierno,esos dirigentes fueron perfeccionando su plan alterno, que consistía en diluir el voto opositor. Para ello hicieron que el CNE aprobara un número adicional de partidos políticos, entre ellos Fuerza Vecinal, para provocar aún más la división del voto opositor. Aprovechándose de la multiplicidad de aspiraciones de dirigentes regionales y locales de la oposición, a quienes los cuarenta años de la llamada República Civil les sembró en sus genes la vocación democrática y su deseo de participar en elecciones, el gobierno fue dándole facilidades a todos ellos para que se postularan y con ello armar todo un galimatías de candidaturas que, por decir lo menos, causaban confusión en el electorado. A ello hay que sumarle la diatriba entre los propios opositores, quienes con falta de altruismo y grandeza preferían que ganaran los candidatos chavistas que su contrincante interno. Ello ocasionó que muy pocos candidatos opositores retiraran sus candidaturas para favorecer a sus pares con más opción. Incluyo aquí al estado Miranda, en donde Carlos Ocariz se retira en un momento en que le era imposible sumarle sus votos al otro candidato.

En medio de esta farsa electoral, la gran mayoría de votantes tomamos la decisión de no participar en ella. Las cifras de la abstención son discutibles, pero en los municipios Chacao, Baruta y El Hatillo superaron el 65%. Y en el país varían de 50% para arriba. A los venezolanos nos gusta votar. Creemos que ello es una forma de empoderarnos elevando nuestra autoestima; pero en esta ocasión la abstención fue un acto de protesta frente a la falta de amor por Venezuela que vimos en la inmensa mayoría de los actores políticos. Por supuesto, hay sus excepciones como Gustavo Delgado, candidato a la reelección como alcalde de San Cristóbal en el Táchira y Omar Villalba, candidato a diputado por Miranda, cuya vocación de servicio está más que comprobada, pero que lamentablente fueron víctimas de esa lucha de todos contra todos, perdiendo ambos sus respectivas opciones. Mejores tiempos vendrán para ellos y para muchos como ellos.

Lo cierto es que todo el show montado no tuvo todos los resultados esperados. El PSUV tiene predominio casi absoluto de las gobernaciones y alcaldías. Sin embargo, después de todo ese “megaesfuerzo”en concesiones a la oposicion, dinero gastado, conversaciones etc., Rodríguez fracasó en lo que más le importaba: el reconocimiento internacional de las megaelecciones. Todo quedó igual. Ya la Unión Europea, Estados Unidos, Canadá y hasta la España socialista calificaron la elección como una farsa. Y en América Latina, Colombia y Brasil se pronunciaron en ese mismo sentido. Para ellos Juan Guaidó sigue siendo presidente interino. ¿Quiénes reconocieron la elección? Los mismos de siempre, Rusia, China, Nicaragua, Cuba, Irán y Turquía.

Esa ambigüedad de querer pertenecer a la democracia occidental y a su vez coquetear con quienes quieren destruirla no les está dando resultado. Defínanse señores del PSUV: o son chicha o son limonada. Si escogen la verdadera democracia tienen que estar dispuestos a entregar el poder con las consecuencias que ello acarrea; de lo contrario, seguirán en el poder pero se mantendrán y se ampliarán las sanciones al país y a las individualidades, incluyendo a Jorge Rodríguez,E quien verá frustrados sus deseos de volver a viajar por el mundo libremente, como lo hacía antaño durante la República Civil.

@JotaContrerasYa

 


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