Venezuela, desde hace tiempo soporta inestabilidad social, política y económica, agravada por la profunda polarización. El consenso cupular se presenta como solución a la crisis política, pero también criticado como fuente de mayor desequilibrio.

El consenso no posee visión clara y unificada de cómo abordar los desafíos. La coalición opositora está compuesta por diversos grupos, con intereses y prioridades, no siempre morales y éticos. Dificultando la elaboración de una ruta de principio, un plan de acción coherente, que se vincule al ciudadano, que sea constante, inquebrantable, sustentable, para abordar los complejos problemas que enfrenta el país. El resultado de la estulta lucha por ofrecer alternativa viable al régimen ha contribuido a la insensata continuidad.

También ha estado plagado de divisiones y disputas internas. Segmentaciones que han sido un gran obstáculo para la capacidad de presentar un frente unido contra el castrismo. Divisiones alimentadas por egos y ambiciones, rivalidades personales, diferencias ideológicas y desacuerdos sobre la estrategia; han llevado a considerar, que la oposición está más interesada en luchar entre ellos que en abordar los problemas del país.

La aprobación cupular entre partidos sin la participación ciudadana, además de irracional, inadmisible y absurda, carece de legitimidad. El liderazgo es degradado, criticado y duramente repudiado por desconectarse de preocupaciones, necesidades y carencias del venezolano común, el que llaman de a pie. Por ello, considerada oficialista, cohabitadora, interesada en dádivas, adjudicaciones electorales, negocios y prebendas, que en atender insuficiencias ciudadanas. No encarna y su legalidad es cuestionada por denuncias de corrupción, mala gestión. Además, de usurpar indebidamente la representación de una mayoría que los rechaza y desprecia.

El consenso es criticado por su dependencia de actores externos. La oposición ha recibido apoyo de Estados Unidos, la Unión Europea y otros países; visto por algunos como forma de injerencia en asuntos internos. Denunciando su utilización, como peón de potencias extranjeras, lo que ha erosionado aún más su legitimidad a los ojos de muchos venezolanos.

Malmirada e impopular por su falta de inclusión. La coalición opositora, dictatorialmente dominada por el G4, lo que no deja espacio para la participación de independientes, organizaciones de base y movimientos sociales. Deduciéndose que no está al tanto de sufrimientos, padecimientos y preocupaciones de los venezolanos comunes, en particular de aquellos más afectados por la crisis.

El derrumbe de la popularidad chavista es dramático. Se mantiene en el poder por la instalación de un sistema tramposo, no competitivo, autoritario, hegemónico, dividiendo y en casos, comprando entregados al goce y placer de lo mal habido. La elipse que delinea la votación castrista, es indicador de la caída del afecto. La tendencia de venirse a menos, caracteriza el comportamiento electoral desde que el madurismo heredó por decisión unipersonal.

El consenso es censurado por variedad de razones, sin visión clara, divisiones internas, falta de legitimidad e inclusión. Diatribas que enfrenta en su intento de abordar el aprieto social, político y económico. En última instancia, una resolución a la crisis de Venezuela requerirá un compromiso genuino con la gente, el ciudadano y la ciudadanía de trabajar juntos para encontrar soluciones que satisfagan las necesidades de todos. Y para eso, solo existe una vía, un camino, la realización de la primaria, sin intromisión del castrismo, transparente, justa y verificable. Que realmente sea un acto dirigido, de y para el ciudadano.

Las próximas elecciones presidenciales en 2024, se realizarán teniendo alta inflación, dolarización de facto, salarios miserables y un sinfín de complicaciones, inconvenientes y contrariedades. Este contexto no debería ser desaprovechado. Sin embargo, para ello, será necesario conformar una dirección política legitimada, que disfrute de confianza, sea representativa; y en consecuencia, una propuesta de candidato unitario, que tenga la valentía y decisión de neutralizar las triquiñuelas del CNE y minimice la hegemonía comunicacional.

@ArmandoMartini


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