Un día como hoy (24 de febrero) pero de 1941, en la Segunda Guerra Mundial, se encuentran por primera vez el Afrika Korps del general Erwin Rommel y la Western Desert Force del teniente-general Richard O’Connor en El Agueila. Solo fueron algunas escaramuzas de fuerzas exploradoras en el frente de guerra en el desierto del Norte de África entre el Eje y los Aliados. Era el lugar de la mayor extensión al oeste que habían logrado los británicos en la Operación Compass (9 de diciembre de 1940 al 9 de febrero de 1941) y que ahora se había detenido ante la imposibilidad de iniciar un nuevo avance. Grecia había adquirido mayor importancia para el Reino Unido y desvió sus fuerzas en esta dirección y el Eje reunía equipos lentamente ante el dominio del Mediterráneo por la Royal Navy. La Italia fascista había perdido la mitad de Libia, hecho al cual hemos dedicado las cuatro entregas anteriores y hoy finalizaremos en lo que respecta a dicha operación más no en las otras acciones militares en el Medio Oriente (tema de la próxima semana). Una vez más seguimos la bibliografía citada, en especial a Kenneth Macksey, 1970, Beda Fomm: la victoria clásica y Jon Latimer, 2007, Operation Compass 1940: Wavell’s whirlwind.

En nuestro artículo anterior analizamos la caída de los puertos de Bardia (6 de enero) y Tobruk (22 de enero). Desde este momento lo que queda para el Décimo Ejército Italiano (40.000 soldados) comandado por el mariscal Rodolfo Graziani, es intentar no ser capturado y demorar el avance enemigo hasta que lleguen los refuerzos. Pero el impacto de las derrotas que había sufrido hasta ahora llevó a una percepción errada. Pensaban que las fuerzas Aliadas eran mayores y el retroceso se convirtió en huida. Por el contrario, las fuerzas de sir Archibald Wavell (jefe militar de toda la región del Imperio Británico que va desde Sudán hasta el Medio Oriente), confiados en que la captura del puerto de Tobruk les permitirían un mejor abastecimiento, tomaron el riesgo de seguir con su táctica de rápidos movimientos y tácticas de “pinzas” atravesando una zona del desierto de la cual no tenían mapa o conocimiento alguno. La meta era que la 7° división blindada llegara al puerto de Benghazhi o regiones cercanas antes que las columnas enemigas perseguidas por la columna principal australiana a través de la carretera costera. Libia está dividida en dos zonas: el oeste es la Tripolitania y el Este es la Cirenaica, esta última es como una especie de “península”. La idea era atravesarla de punta a punta de manera recta pero por áreas desconocidas. Era una apuesta muy riesgosa.

Antes tuvieron que capturar el puerto de Derna y la base de Mechili (del 23 al 29 de enero), un territorio donde habían estado colonos italianos con granjas (las pocas que se podían desarrollar en el desierto) y que los soldados defendieron con bastante valentía, según los testimonios australianos. La gran ventaja Aliada era no solo poseer mejores tanques (a pesar de ser medianos y ligeros: cruceros A13, ya no contaban con los Matilda) sino que estos poseían radio y podían coordinar los ataques. Al final se impusieron y Grazziani pidió a los generales Giuseppe Tellera (que morirá en combate más adelante) y Annibale Bergonzoli (“barba eléctrica”) que se retiraran. Los Aliados desde Mechili hasta la costa hicieron el trayecto con poca gasolina y recursos e incluso sin apoyo aéreo (del 31 de enero al 4 de febrero) a través de un territorio desconocido (uno de las temas de la película: El paciente inglés (Anthony Minguela, 1996) es la necesidad de mapas que requieren los ejércitos en el desierto, aunque no es lo central del filme). Llegaron justo en el momento que la vanguardia italiana por la carretera intentaba cruzar y se les cortó el paso dando inicio a la batalla de Beda Fomm (del 5 al 7 de febrero).

El general Archibald Wavell (derecha) junto al mayor general N. O’Connor

Beda Fomm fue una emboscada de la que el ejército de Benito Mussolini trataba de escapar por los flancos de la carretera costera entre Benghazi y Agedabia protegidos por sus mejores tanques: los M13. Pero de nuevo la coordinación británica se imponía a la limitada tecnología italiana. El cerco se fue cerrando a medida que los australianos le pisaban los talones y de esa forma cuando ya no quedaba otra, las banderas blancas empezaron a levantarse. El general Bergonzoli entregaría sus armas con dignidad, dicen los testimonios. Sin duda la Operación Compass sigue esperando por unas cuantas buenas películas que le hagan honor a la audacia de la Western Desert Force de O’Connor y Wavell, pero también a los soldados italianos que lucharon con valentía y que han sido tan maltratados por la cinematografía sobre la Segunda Guerra Mundial.

Las consecuencias de la primera victoria británica en el desierto fueron: 1) la intervención de Alemania en el Norte de África con la sola intención de rescatar a su aliado y proteger el Frente Sur de las amenazas británicas; 2) Mussolini aceptará de mala gana que debe ahora obedecer a los alemanes en todo lo que se refiere a la participación en la guerra; 3) la consolidación de la importancia de dicha región para el Reino Unido como la mejor forma de debilitar al Tercer Reich y conservar el Mediterráneo como medio de comunicación con sus colonias; 4) una gran experiencia para los Aliados en combate de tanques y 5) las cifras asombrosas que hemos repetido en los anteriores artículos: con el sacrificio de 500 soldados muertos en combate y más de 1.400 heridos (los tanques perdidos fueron más por desperfectos que por acción del enemigo) frente a 5.500 bajas y más de 10.000 heridos, avanzaron 800 kilómetros capturando a más de 130.000 combatientes (la presencia militar italiana en Libia había desaparecido prácticamente) con una gran cantidad de equipos y recursos. Una victoria sorprendente que paradójicamente hasta el día de hoy pocos recuerdan. El olvido se debió a la llegada de un nuevo zorro al desierto.

 


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