Un día como hoy (27 de mayo) pero de 1940 las tropas aliadas (anglofrancesas y belgas) se encuentran sitiadas por la Wermacht en un perímetro de pocos kilómetros (35 en el sur) en torno a las playas más extensas de Francia y cercanas a Gran Bretaña (ver cómo se logró este cerco en nuestro anterior artículo). El pueblo y el puerto donde se ubican dichas playas se harán muy famosos, especialmente por el cine de propaganda de los Aliados al principio de la Segunda Guerra Mundial, y no es otra que Dunkerque. Esta terrible situación llevará al rey Leopoldo III de Bélgica a iniciar conversaciones con los alemanes para pedir una tregua; pero la respuesta que le dieron ese mismo día fue exigirle la rendición incondicional la cual se terminó aceptando y entraría en vigencia al día siguiente: 28 de mayo. Las palabras del rey a su gobierno fueron: “La causa de los Aliados está perdida”.

La situación militar era desesperante debido a que el enemigo los doblaba en hombres y armas, aunque todavía quedaban más 400.000 soldados bien apertrechados que podían seguir luchando. La capitulación belga hizo que más de 100.000 soldados dejaran de resistir el avance y las tropas alemanes se acercaran peligrosamente a las playas de Dunkerque. En todo caso, la razón dada por el monarca de Bélgica era una corriente de opinión que se iba haciendo dominante en buena parte de los Aliados. El derrotismo opacaba y veía como locura todo llamamiento a seguir peleando en contra de la eficiente maquinaria bélica hitleriana, que no dejaba de avanzar con gran velocidad y que jamás era derrotada.

Al saber del alto el fuego belga en el Gabinete francés, el mariscal Philippe Petain dijo: “¡Esto es el fin! ¡Debemos capitular!”. Winston Churchill, del que siempre hemos tenido la idea de no verse contagiado por esta actitud, viajó tres veces al continente para animar a sus aliados. En el primero de estos viajes, el 16 de mayo –cuenta el diario de uno de los asistentes: Paul Baudowin– el ambiente era tan pesimista que este al final de una larga reunión le dijo al premier francés: “Me veo en el corazón de Canadá dirigiendo la campaña sobre una Inglaterra arrasada y sobre una Francia cuyas ruinas se habían ya enfriado. La guerra aérea del Nuevo Mundo contra el viejo dominado por los alemanes entraría en pleno vigor”.

Diez días después de esa madrugada llena de angustias esa visión apocalíptica parecía confirmarse. Reino Unido iba a tener que luchar por la defensa de su hogar, y tendría que buscar armas y recursos de donde fuera. Para el 19 de mayo se comenzó a pensar en la evacuación de sus soldados lo que pasó a llamarse “Operación Dinamo”, y que se iniciará formalmente el 26. El mejor filme sobre el hecho es Dunkirk (2017) de Christopher Nolan, en el que la acción se inicia 2 días antes cuando los panzers son detenidos por Adolf Hitler, y por medio de 3 historias paralelas se muestran las dificultades al realizar el rescate de más de 300.000 soldados bajo las bombas de la Luftwaffe. Dichos soldados mayoritariamente pertenecían a la Fuerza Expedicionaria Británica (la BEF que había sido enviada a Francia en los primeros días de septiembre de 1939); pero otros eran franceses y esto se demuestra tanto en la producción de Nolan como en la película de Henri Verneuil: Fin de semana en Dunkerque (1964) que fue protagonizada por Jean-Paul Belmondo.

El ejército francés al defender dicho perímetro en torno a las playas (Batalla de Dunkerque) permitió que se diera el tiempo para lograr lo que el cine ha exaltado como una épica, y que la propaganda Aliada se dedicó a difundir (la evacuación no la Batalla) al darle un sentido de milagro o “triunfo en la derrota”; y es lo que se transmite en cada una de las cintas que hemos nombrado y otras más que incluyen la operación en alguna parte de la historia que relatan. Nos referimos a la ganadora del Oscar a Mejor Película y Dirección: Mrs. Miniver  (William Wyler, 1942) y Sangre, sudor y lágrimas (In wich we serve, 1942) de David Lean y Noel Coward. En la primera se muestra cómo el pueblo británico sale con embarcaciones privadas a buscar a los soldados (lo que también se ve en el filme de 2017), que es el otro elemento que permite el éxito de la operación.

En nuestro próximo escrito seguiremos hablando de la Operación Dinamo y aprovecharemos que el protagonismo pasa a los británicos para hablar de su perspectiva de la Batalla de Francia. Les recordamos que esta serie de artículos forman parte de un gran proyecto que busca dar una nueva mirada a los sucesos de la Segunda Guerra Mundial a medida que se vaya cumpliendo el 80 aniversario de cada una de las batallas. Es lo que venimos haciendo desde septiembre pasado, resaltando los debates historiográficos y su relación con la influencia del cine en la memoria histórica.


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