Un día como el domingo pasado (27 de septiembre) se cumplieron 80 años de la firma del Pacto Tripartito entre Alemania, Italia y Japón que implicaba una alianza militar, política y económica. De esta forma nacía el Eje Berlín-Roma-Tokio. La tradición historiográfica y la opinión pública han llamado a las fuerzas no democráticas en la Segunda Guerra Mundial como las potencias del Eje o “el Eje” a secas. A estas tres potencias se irían uniendo otros países que estaban bajo su influencia en los meses posteriores. Aunque algunos Estados cercanos supieron mantener cierta distancia en lo militar más no en lo económico, y este hecho los salvaría en la posguerra. El mejor ejemplo es la España del generalísimo Francisco Franco. Este pacto es otra de las expresiones de la más importante consecuencia de la derrota del Tercer Reich en su plan de invadir Gran Bretaña (Batalla de Inglaterra): Adolf Hitler necesitaba aliados para lograr doblegar al Imperio Británico ¡se había demostrado que no podía solo! El problema era que hacía de una guerra continental (europea) un conflicto mundial y tarde o temprano dos grandes potencias podían intervenir y cambiar la historia.

La mejor prueba de lo anterior es otro hecho diplomático que se dio ese mismo día de 1940. Nos referimos al Pacto Panamericano en La Habana claramente en contra del Eje. En dicha convención de cancilleres de todos los Estados del continente americano, Estados Unidos logró acordar de manera unánime que cualquier colonia o territorio europeo en América amenazado por el Eje sería ocupado y administrado por la “Unión panamericana” (el “Tío Sam” ¿quién más?). Estados Unidos bajo el liderazgo de Franklin Delano Roosevelt iba tomando cada día que pasaba una posición más clara en contra los enemigos de las democracias. A principios de septiembre le otorgó 50 destructores al Reino Unido a cambio del alquiler de todas sus bases en el Caribe. De modo que Venezuela pasaba a tener ahora a la marina estadounidenses justo en sus fronteras del norte en Curazao, Aruba y Trinidad y Tobago ¡Y esta era la intención porque el petróleo era fundamental! No olvidemos que cuando Holanda fue ocupada en mayo de 1940 su jefe de Estado, la reina Guillermina, huyó a Londres y cedió sus bases en el Atlántico a los “ingleses”.

Para comprender mejor estos hechos considero que debemos leer a un experto en la materia y no es otro que el exsecretario de Estado (Relaciones Exteriores) de Estados Unidos de 1973 a 1977 y Premio Nobel de la Paz: Henry Kissinger:

“Roosevelt había visto claramente que el margen de seguridad de su patria iba reduciéndose y que una victoria de las potencias del Eje lo anularía por completo. Ante todo consideró que Hitler era un anatema para todos los valores que Estados Unidos había representado a lo largo de la historia.

Tras la caída de Francia, Roosevelt subrayó cada vez más la amenaza inminente a la seguridad norteamericana. Para Roosevelt, el Atlántico tenía el mismo significado que para los estadistas británicos tenía el canal de la Mancha. Consideró de vital interés nacional que no fuese dominado por Hitler”. (La diplomacia, 1995, p. 371).

Es una paradoja que el Pacto Tripartito, que se encontraba enmarcado en una gran avanzada diplomática del Tercer Reich desde finales de septiembre y durante todo el mes de octubre de 1940, a la larga le traería más problemas que beneficios. El cálculo de Hitler era no solo destruir al Imperio Británico, el cual se repartirían Italia y Japón, sino que al invadir la Unión Soviética en la primavera de 1941, el Imperio del Sol Naciente colaboraría en esta empresa debido a su ya larga enemistad con el Imperio Ruso desde principios del siglo XX. Pero, y acá está la paradoja, dicho acuerdo no obligaba a Japón a atacar la frontera oriental del enemigo bolchevique, lo cual permitiría aliviar el avance de la Wermacht en la zona europea. En cambio, si Estados Unidos afectaba los intereses de Tokio en el Pacífico, el Tercer Reich estaba obligado a apoyar a su aliado.

Los días anteriores al Pacto (del 22 al 26 de septiembre) Japón había obligado a la Francia de Vichy en Indochina a permitir la presencia de un gran contingente de sus soldados en Tonkin (norte del actual Vietnam). El objetivo era evitar que la resistencia china siguiera siendo abastecida por esta zona. No olvidemos que desde 1931 los soldados imperiales habían ocupado Manchuria y desde 1937 la misma China. Se pensaba que se podría pactar con las poblaciones y poderes en las zonas centrales y occidentales de este gran país pero no había ocurrido así, y las tropas se iban desangrando. El principal abastecedor de los chinos, liderados por Chiang Kai-shek, era Estados Unidos y después los británicos. Tarde o temprano estallaría el conflicto con estas potencias y de esa forma los principales actores del mundo estarían involucrados en el conflicto.

La Batalla de Inglaterra sigue en su ochenta aniversario, porque como dijimos se extendería hasta mayo de 1941 aunque Hitler confirmaría a principios de octubre de 1940 su decisión de no invadir las islas. Los resultados ya eran evidentes: los británicos no se doblegarían y solo esperaban que algún error del Reich permitiera el rescate de Estados Unidos. Tal como hemos explicado, se habían colocado las condiciones para que este ocurriera. En el próximo artículo hablaremos del Blitz y en el siguiente sobre una vieja promesa: la interpretación cinematográfica de esta gran campaña que cambió la Segunda Guerra y el mundo como se conocía hasta entonces.


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