Mañana 20 de agosto se cumplen 80 años del día en que el primer ministro del Reino Unido, Winston Churchill, dio aquel famoso discurso en el que habló de “The Few”, de los pocos pilotos del Mando de Caza de la Royal Air Force (RAF) que tenían bajo sus alas el mayor peso de la Batalla de Inglaterra. Es en parte la leyenda, tal como explicamos en nuestra primera entrega de esta serie de artículos, con la que se debate la historiografía y la representación cinematográfica. “Never in the field of human conflict was so much owed by so many so few” (nunca en el campo del conflicto humano tantos debieron tanto a tan pocos). En esta segunda parte nos dedicaremos primero a las fases de la batalla y después a la perspectiva de los atacantes (el Tercer Reich), desde las fuentes primarias como la historiografía.

La historiografía divide la Batalla de Inglaterra en tres fases, aunque no hay acuerdo claro entre las fechas de comienzo y término. La primera va desde el 10 de julio hasta el 12 de agosto, en la que se buscó detener el tránsito de los convoyes británicos en el Canal de la Mancha, dañar los principales puertos del sureste de Gran Bretaña (esta zona fue la más afectada durante toda la batalla) y atraer a los cazas de la RAF para lograr su destrucción en “dogfights” (combate aéreo entre cazas). Estos objetivos tácticos se mantuvieron en su mayoría en las otras dos fases. La segunda comienza con el “Día del Águila” (“Adlertag”) el 13 de agosto y termina con el primer ataque masivo a Londres el 7 de septiembre. Buscó la destrucción del mando de cazas a través del bombardeo de las torres de radar, los aeródromos, la industria aeronáutica y el ya citado combate entre cazas. La última etapa es muy larga porque significó un cambio en la estrategia: no se buscaba la supremacía aérea como condición necesaria para un desembarco (era la aceptación de la derrota de la Luftwaffe) sino la destrucción de Londres y otras ciudades, con el fin de debilitar la moral del pueblo y obligar al retiro del Reino Unido de la guerra. Fue conocida como el “Blitz” y se inició con el primer ataque a la capital hasta el 11 de mayo de 1941, cuando cesaron los bombardeos.

Antes de la batalla se dieron encuentros entre ambas fuerzas pero no eran tan frecuentes porque Adolf Hitler nunca pensó ocupar las Islas Británicas. No lo tenía planeado previo al ataque a Polonia en septiembre de 1939, ni tampoco después de haber derrotado a Francia (junio de 1940). La razón está en su concepción racista del orden mundial: los ingleses eran considerados arios como los germanos y existía una profunda admiración de su imperio. El dominio de millones de habitantes de la India por unos pocos miles de británicos era para Hitler la prueba de la superioridad de su raza y el ejemplo que debía seguir Alemania con Rusia. Todo ello está explicado en Mi lucha (1924), en la cual agrega que el pueblo inglés lucharía hasta el final en cualquier guerra, incluso estando en desventaja. Por estas razones, una vez vencida Francia buscó un acuerdo.

Algunos historiadores afirman que el rescate de las tropas aliadas en Dunkerque fue posible gracias a las decisiones de Hitler. Detuvo sus tanques como una forma de mostrar buena voluntad para lograr la paz con el Reino Unido. Pero al finalizar la Operación Dinamo el 4 de junio, Churchill advirtió que seguirían luchando “en las playas, en el aire” y que ¡nunca se rendirían!”. Fue considerado como demagogia por las autoridades alemanas y se centraron en los medios diplomáticos. Son conocidos los contactos con mediadores como el Papa y el rey de Suecia. En la película La Batalla de Inglaterra (Guy Hamilton, 1969) las primeras escenas muestran Dunkerque y las conversaciones entre los embajadores alemán y británico en Suiza. El Tercer Reich respetaría al imperio británico (Hitler hablaba de la “necesidad de su existencia”) siempre y cuando este aceptara el “Nuevo Orden” en el continente europeo.

La actitud e idea del Führer en relación con la guerra contra Gran Bretaña era la de un conflicto no buscado ni deseado. De manera que el máximo decisor estaba negado a la misma. Esta será la causa principal que impida una reacción más enérgica en esta campaña. Es en julio cuando se preparan los planes de invasión que establecen como condición la supremacía aérea, la cual debería lograrse en agosto y para la primera quincena de septiembre se daría el desembarco. De lo contrario, en octubre cambiaría el clima y el Canal de la Mancha sería innavegable para las barcazas y se tendría que posponer hasta primavera o verano de 1941. Lo que a su vez demoraría la campaña rusa, meta fundamental de Hitler en la Segunda Guerra Mundial.

El 19 de julio Hitler realiza lo que él describió en un discurso ante el Reichstag como “el último llamado a la razón”. Fue respondido de inmediato con declaraciones del Foreign Office. Churchill había repetido una y otra vez que no aceptaría ninguna negociación. La rápida victoria de la Wermacht en Francia les hizo pensar, tanto a los jefes nazis como a los generales que eran invencibles, pero la realidad tal como la explican las memorias de los protagonistas alemanes es que no estaban preparados para un desembarco y ni siquiera una victoria en el aire. Por primera vez, a pesar de su superioridad numérica, se enfrentarán a un enemigo que podía igualarlos en tecnología (e incluso superarlos) y no solo en valor. En nuestra próxima entrega hablaremos de la Luftwaffe y su desempeño entre julio y agosto de 1940.


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