Muchas veces revisando el aluvión que llevó a Chávez al poder y el proceso que él inicio y que ha ocasionado los estropicios que hoy sufrimos, he sentido la propensión de parafrasear a Daniel Innerarity que cita a Bertolt Brecht, quien parodia la figura de un gobierno que, decepcionado por el pueblo que le había tocado en suerte, deliberaba sobre la posibilidad de disolverlo y elegir uno nuevo.

Provoca a veces por la irresponsabilidad de la que hemos hecho gala desde la primera noche de los tiempos, seducidos por las voces de seductores que le han ofrecido todo valiéndose de la pereza y la comodidad de sus futuros gobernados, a quienes el chavismo, finalmente, digan lo que digan, con respecto a la llamada cuarta república, comparada con estos 20 años, ha expulsado del paraíso.

Este 21 de noviembre se le vuelve ofrecer a este pueblo la oportunidad de enmendar sus errores y equivocaciones y recuperar la idea de comunidad de destino y, por supuesto, de la democracia que el régimen chavista ha liquidado.

El 21 de noviembre habrá elecciones en el país, la opinión de este servidor es que todos deberíamos ir a votar.

Algunos de ustedes dirán que es un proceso amañado con las mañas de siempre, que hay ventajismos, que hay irregularidades y todo tipo de perversidades que harán que el régimen siga entronizado en el poder para siempre.

Eso puede ser cierto, pero si todos fuéramos a votar, si recuperamos la calle y los centros de votación, si ocupáramos las plazas del país, si nos moviéramos todos en la misma dirección podríamos decir como lo dice el padre Luis Ugalde, en su artículo de la semana pasada en El Nacional: ¡Ya basta!

El voto como estrategia de resistencia. Aún con todo lo que sabemos de lo que son capaces estos bandidos, el 21 de noviembre, los ciudadanos recuperando su derecho a elegir podrán ponerle un freno catastrófico al socialismo del siglo XXI y dar una lección a aquellos actores opositores que, como dice Ugalde, les falta grandeza y le sobra mezquindad. Esos sectores que tomando prestada la expresión nicaragüense para definir a los colaboradores con el régimen de Ortega y Murillo, podemos llamar opositores zancudos, esos que no se han cansado chupar la sangre del pueblo a cambio de dadivas sustanciosas, por parte del régimen.

No hay razón alguna para que el chavismo diga que va a barrer en esas elecciones. Las condiciones de hoy son 1 millón de veces peor que aquellas que llevó a la gente a votar por el mayor engatusador que ha tenido el país que, con su gobierno y el siguiente, ha provocado más daño al país que una guerra civil. Y es que no ha habido en nuestra historia peor desempeño de gobierno que el de estos tipos.

Y recordemos que podemos pensar de la oposición democrática lo que nos venga en ganas, pero es en ella donde descansa la posibilidad de presentar un proyecto viable para sacar al país de la crisis y, votar ahora el 21, de la misma manera lo hicimos en 2015, es construir una enorme barricada democrática a la dictadura.

 


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