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Finalizada la temporada navideña, suerte de burbuja en la cual las sociedades echan de lado la cotidianidad, toca enfrentar los desafíos del nuevo año. Analistas de diversas áreas coinciden en atribuirle al naciente 2023 la incertidumbre como su rasgo dominante.

El mundo experimenta tres crisis en progreso que se retroalimentan:

El cambio climático con sus efectos negativos en ascenso; el socavamiento del orden internacional originado por el enfrentamiento entre sistemas políticos democráticos y sistemas políticos autoritarios catalizado en el 2022 por la invasión rusa a Ucrania; los cambios negativos en la economía mundial consecuencias de la pandemia y de la guerra en Ucrania. Por los momentos no se tiene estimado todavía la magnitud del efecto en la economía y en lo sanitario del recrudecimiento de covid en China. Por si faltara algo, el Fondo Monetario anuncia que en Estados Unidos, China y la Unión Europea (las principales locomotoras mundiales) viene un escenario de desaceleración. En ninguna de esas tres crisis se vislumbra una remisión en el presente año.

En Venezuela el panorama no puede ser peor. Continúa la vigencia de un régimen fracasado en todos los aspectos referentes al mantenimiento y avance de los índices civilizatorios alcanzados por Venezuela en tanto que Estado y sociedad. La consecuencia directa del estado de cosas es la emergencia humanitaria. El viraje económico implantado presenta síntomas de agotamiento: estancamiento en la recuperación económica, desaceleración del consumo (en temporada navideña), el repunte de la inflación, subida incontrolable y sin techo previsible en la cotización del dólar. En definitiva, Venezuela no se ha arreglado. En lo político el inmovilismo del gobierno es la nota distintiva, nada de apertura política o de gestos de reconciliación como por ejemplo liberar presos políticos. Con relación a México ya comienzan los movimientos y las excusas para retardar, para decir lo menos, el abordaje del tema de las condiciones electorales para los comicios presidenciales; nos referimos a recientes declaraciones públicas de Nicolás Maduro y Jorge Rodríguez en las cuales argumentan dificultades provenientes desde Estados Unidos para la liberación de los fondos acordados y lo improbable de una próxima cita con la delegación negociadora de la Plataforma Unitaria para discutir eventuales acuerdos en el terreno político porque hay que concentrarse en el acuerdo social.

Esas declaraciones hay que atribuirlas en primer lugar al objetivo de la dictadura de evitar o prolongar lo más posible cualquier compromiso que signifique obstáculos para sus propósitos continuistas; y en segundo lugar a las dificultades reiteradas de las fuerzas democráticas para construir una sólida, sostenible, representativa y eficaz convergencia política y orgánica de los sectores partidarios del cambio político. Esa endémica dificultad se traduce en la incapacidad para asumir la representación del deseo de cambio político de la mayoría social de la nación y un déficit competitivo con relación a quienes usurpan el poder.

El día nueve del mes en curso se cumple un año del Barinazo. Gesta del pueblo barinés, harto del régimen y sus amanuenses, en conjunto con una dirigencia democrática que estuvo a la altura de las circunstancias. Sirva ese aniversario como ejemplo a seguir por la dirigencia democrática.

 

 


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