Desde hace días vengo recibiendo algunos mensajes de antisemitas “cercanos” pidiéndome que me pronuncie sobre lo que está pasando en Israel. Ellos piensan que los israelíes  terminarán en una guerra civil, dicen: “Ya no hace falta hacer más esfuerzos”; hay una especie de morbo colectivo que tiene emparrandados a los que no quieren a Israel, pero ojo,  que “los simples deseos no preñan”.

No soy israelí y no tengo derecho de inmiscuirme en la política interna de ese país soberano. Los antisemitas confunden al judaísmo con Israel, quizás porque no pueden soportar que cualquier hebreo tenga lazos ancestrales e ideológicos con Israel, también los cristianos lo tienen. Los árabes fingen demencia y no repiten que Ismael, creador del Islam,  es hijo e Abraham.

En Israel en estos momentos se está dando una muestra de lo que significa una verdadera democracia. Es una situación que preocupa a unos, pero que emociona a una mayoría por entender que así es la libertad.

El gobierno de Bibi Netanyahu intentó de manera fallida una reforma judicial que buscaba equilibrar fuerzas y ordenar un tribunal supremo que ostenta mucho poder, un tema muy complejo que seguro deberán de resolver a futuro, pues aparentemente el sistema necesita una revisión.

Israel es una democracia parlamentaria que exige coalición para poder gobernar. Bibi, que en lo particular me parece un gran político, a pesar de su experiencia, no leyó que la población no estaba preparada para un cambio tan brusco y por ello se han producido una cantidad de manifestaciones y de reacciones que hacen salir a la gente a  las calles como nunca antes. Tampoco hace falta la contaminación de los globalistas que quieren poner a la izquierda a gobernar, la izquierda israelí no se queda atrás, le agarraron el gustito al poder y seguro a las prebendas.

Mi lectura pasa por ver cómo los israelíes protestan, los ministros renuncian a sus cargos y señalan a sus jefes, miembros de las fuerzas armadas de todos los niveles se pronuncian en contra de la actividad del Poder Ejecutivo y simplemente no pasa absolutamente nada, no se genera ninguna reacción ni persecución; ese es el componente más importante para poder entender qué es lo que se está dando en Israel y que a pesar de la crisis política, no es más que una fiesta democrática.

Sólo hay que comparar cómo han sido apagadas, por ejemplo, las manifestaciones en Irán donde se condena a muerte a quienes están en contra del régimen; igualmente, no existe ningún país en la región en el que se vean manifestaciones contrarias a reyes y a gobernantes, lo que implica que definitivamente Israel es la única democracia en la zona.

El tiempo de Netanyahu ha pasado, esto terminará con su salida, pero los israelíes le deben mucho y lo van a extrañar.

Pronto Israel conmemorará sus primeros 75 años de esta nueva era, pero no se olviden de que ese es un pueblo que vibra desde hace más de 5.000 años y ha sido testigo de cómo pasan a la historia las naciones y caen tiranos, dictadores e imperios.

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