En la lectura del capítulo “The Sources of Soviet Conduct”* del libro American Diplomacy de George Kennan, el autor explica cómo los líderes soviéticos fueron formados por ideologías marxistas. En la era soviética, la necesidad de mantenerse en el poder hizo que abusaran con un régimen policial para tratar de controlar a la disidencia, la cual fue objeto de una crueldad sin límites, utilizando argumentos ideológicos para mantenerse en el poder con planteamientos ficticios para defender los desmanes cometidos por la dictadura comunista. Estas han sido las enseñanzas que el comunismo ha tratado de revivir, infiltrándose en todos los niveles de la educación para adoctrinar a la juventud en todo el mundo, pero que ha dado nefastos frutos en los países hispanos, así como en Europa e incluso en Estados Unidos, donde ya es común ver cómo le rinden culto al Che Guevara, Fidel Castro, Hugo Chávez, entre otros.

Aunque han pasado muchos años del fracaso comprobado del sistema comunista, en la actualidad, dictaduras de izquierda en el continente americano utilizan los mismos argumentos de la desaparecida Unión Soviética, donde culpan al capitalismo de todos los males de la sociedad y donde siguen incitando a la toma del poder por parte del proletariado para que se apropien del poder. Lo anterior explica una conducta sostenida de Rusia donde el capitalismo es lo contrario a los intereses rusos y por lo cual una relación entre Rusia y los países capitalistas seria muy difícil porque contradice los principios comunistas. La receta anterior explica por qué ha sido difícil, por no decir imposible, que Cuba se pueda entender con Estados Unidos, ya que el único interés de los gobernantes cubanos, desde que asumieron el poder en la isla en enero de 1959, es extender esta ideología marxista tropical, al resto del continente americano.

La influencia comunista cubana ha sido sembrada en países como Venezuela, Nicaragua, Argentina, Bolivia, México, sobre todo en la juventud. En aquellos países que no han podido apropiarse del poder, el comunismo a través de la juventud, está tratando de desestabilizar los gobiernos de Colombia, Paraguay y Chile, con revueltas callejeras que podemos calificar incluso de terrorismo doméstico, porque cuando se destruye la propiedad privada, monumentos históricos e incluso las instalaciones gubernamentales, no se puede calificar de protestas pacíficas. Estados Unidos tampoco escapa de esta realidad, recordemos la ola de protestas que recorrió las principales ciudades del país del norte en 2020, las cuales aunque en principio tenían motivos relacionados con el uso desmesurado de la fuerza por parte de los agentes del orden público, fueron aprovechadas por agitadores de oficio para causar daños a la propiedad privada y generar caos con pérdidas millonarias. La intención que hay detrás de todas estas protestas es la de dar la impresión que los gobiernos de turno no funcionan.

Teniendo en cuenta cómo han ido evolucionando estos movimientos desestabilizadores, quizás por falta de conocimiento de que es en realidad el comunismo por parte de la juventud, en el estado de Florida, se aprobó recientemente: “Ley Civic Education Curriculum”, o proyecto de ley SB1450. Esto fue logrado, gracias al impulso de las comunidades cubana, venezolana y nicaragüenses que solicitaron a la gobernación y a la legislatura estatal, incluir estudios a nivel de educación secundaria para que los jóvenes conocieran el efecto perverso que ha causado el comunismo en países como Cuba, Venezuela y Nicaragua. Quizás el caso más emblemático sea el de Venezuela, país que paso de ser uno de los más ricos de Latinoamérica a uno de los más pobres del mundo. Este tipo de iniciativa debería ser imitada por otros estados de Estados Unidos y por aquellos países que aún no han sido controlados por esa idolología fracasada. “El reloj del comunismo ha dejado de funcionar. Sin embargo, su construcción concreta aún no ha llegado a caer. Por esa razón, en lugar de liberarnos a nosotros mismos, debemos tratar de salvarnos de ser aplastados por sus escombros”. Aleksandr Isaevic Solzhenitsyn.

 


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