La administración Biden, que concluye en menos de dos años, tiene un programa a implementar por más de 7.000 millones de dólares para impulsar el desarrollo y la producción de combustible de hidrógeno.

Personalmente, veo que la intención es fantástica pero no creo que haya tiempo para ejecutar el plan, al menos en 100%. Al menos no en esta administración.

Pero veamos algunos elementos: la noción general es reducir el uso de combustibles fósiles y reducir emisiones de CO2 que afectan el medio ambiente.

De eso conversamos hasta el cansancio: el petróleo hoy se explota en mejores condiciones tecnológicas; no habrá peak petrolero, la tecnología permitirá usar más renovables y nuclear en menores costos y condiciones y sencillamente el planeta tampoco es que se caliente por los “malditos fósiles”. Lo que si queda pendiente es exigir a China reduzca uso de carbón.

La ecuación es sencilla: usemos toda la energía en menor costo de producción, mejor tecnología y más eficientemente.

Pero bueno, volvamos al hidrógeno, con algunos elementos que escribí hace unos meses atrás y que, lógicamente, continúan vigentes porque la industria no está todavía en su pleno desarrollo ni en volúmenes, escala o mercados: a) se debe estimular que el hidrógeno sea “verde”; vale decir, producido sin dejar profundas “huellas de carbono”; en ese sentido se deben aprovechar los grandes volúmenes de reservas de gas que existen en el mundo para producir, a escala, al hidrógeno, también desde el gas natural (con menos “huella de carbono” versus el carbón, por ejemplo); b) pero principalmente debe estimularse la producción de hidrógeno desde los recursos naturales renovables, con uso de electricidad producida desde solar y eólica. Este hidrógeno “verde” se produce mediante electrólisis del agua (que puede ser marina), lo que implica la separación de la molécula de agua en hidrógeno y oxígeno mediante la aplicación de electricidad (que por lógica deberían venir de fuente eólica o solar); c) también se puede producir hidrógeno verde desde biomasa. Ambos procedimientos son libres de emisiones. Pero éste último es aún parte del reino de los cálculos y las especulaciones.

Volvemos a repetir algo que ronda la cabeza de los mejores ingenieros en tecnología: tenemos que tener en menos de diez años un “método” de “almacenamiento” de energía (el hidrógeno verde líquido será transportable y almacenable; contrariamente a la electricidad que de momento no se la puede almacenar en grandes volúmenes solo en “pilas” de litio recargables que no son tan eficientes). El almacenamiento de la energía es, de momento, tarea pendiente.

La industria del hidrógeno, debe ser casi 100% privada con estímulos fiscales: y para que sea sostenible, además de tecnológicamente y financieramente, debe, al menos ser de utilidad para: cubrir la demanda de energía de sus propias operaciones de plantas productoras; ser útil para reemplazar un porcentaje del actual combustible fósil del sistema de transporte del país; ser útil para productos de mercado doméstico y ser un commodity de exportación a mercados externos. Allí veremos la verdadera funcionalidad del hidrógeno.

En la política de estímulo de hidrógeno que el presidente norteamericano plantea, a grandes rasgos, cero emisiones hasta 2050 con poderosos centros regionales a lo largo y ancho de Estados Unidos para ayudar a reemplazar los combustibles fósiles (carbón y el petróleo) por hidrógeno para vehículos y generación de electricidad.

Según el plan el estímulo del estado norteamericano será motivador para que los privados pongan sus propias cartas sobre la mesa: calculan unos 40.000 millones de dólares en inversión privada en casi 20 estados de la unión, con el consiguiente resultado de creación de jobs (trabajos) bien remunerados.

Hay proyectos de inversiones planificadas en California, Washington, Minnesota, Texas, Pensilvania, Virginia Occidental e Illinois, entre otros estados, con diferentes enfoques de estructuras, infraestructuras, finanzas y modelos de negocio. El nuevo rey es el hidrógeno. Al menos en la propuesta.

Biden ya firmó una legislación en 2021 sobre infraestructura para desarrollar el hidrógeno, pero siempre dependiente del gas natural.

A los ultra fundamentalistas ambientalistas que odian al gas natural y lo consideran “fósil” o “sucio” decirles algo: si bien no es un 100 % una fuente limpia es indudablemente un puente de transición entre carbón, petróleo y solar y eólica. Entonces, no jodan. Hasta Europa está reclasificando el gas como “verde” para ayudar a la transición. Y para cortar lazos con la dictadura soviética rusa. Si, leyó bien, soviética.

Biden apuesta, concretamente, al reservorio de gas natural Marcellus (que es de tipo shale gas) para “alimentar” uno de sus poderosos centros de producción de hidrógeno. Filadelfia y Virginia serán estados clave en éste negocio. Virginia Occidental será el nuevo epicentro del hidrógeno en los Estados Unidos. Según el plan el estado recibirá casi 1000 millones de dólares para la construcción de nueva infraestructura que permita producir hidrógeno. La lista de inversiones estatales sigue: Illinois, Indiana y Michigan (recibirán otros 1.000 millones con igual propósito); California y Texas (cada uno recibirá hasta 1.200 millones de dólares) con igual propósito de tener una infraestructura independiente de producción de hidrógeno; Nueva Jersey y Delaware (750 millones de dólares y producirá hidrógeno mediante electrólisis desde solar y eólica principalmente); Houston (recibirá suma similar, 1.000 millones para infraestructura sensible que producirá hidrógeno a partir de gas natural, obviamente); Minnesota (recibirá 925 millones de dólares); y así sucesivamente hasta llegar a toda la unión con inversiones en infraestructura de producción, almacenamiento y transporte.

Todo un nuevo sistema de la industria energética norteamericana que revolucionará el paradigma y sería ejemplo para el mundo.

La idea es genial. Ojalá se concrete. Pero quizá el principal enemigo es el tiempo. El tiempo de la administración es corto. No se si podrá lograr una reelección. Y aunque la logre: son proyectos de escala, de finanzas complejas, de alianzas exquisitas, de mercados de alto consumo, de reemplazo permanente de infraestructura y tecnología. Requiere más de 10 años para ver ejecutado el proyecto en 100%.

El tema financiero nunca puede estar ausente: producir hidrógeno no debería ser más costoso que explotar gas o generar electricidad desde solar o eólica. Sería una locura gastar más para producir igual o menos cantidad de volúmenes de energía.

Tengo claro que los ingenieros financieros que planifican el proyecto Biden hicieron buenas corridas de números.

De todas formas ésta industria es dinámica, por experiencia propia, los planes son planes y la ejecución de los mismos difiere: la tecnología avanza más rápido que los planes. Y los costos ayer calculados sufren variaciones, normalmente hacia abajo, cuando la tecnología llega a puntos de evolución importantes.

En algún momento será muy barato producir energía. Anótenlo.

@BorisSGomezU


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