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Estados Unidos está en camino de una crisis política y social de grandes proporciones, quizás la mayor de su historia. Es una crisis que gira en torno a una persona: Donald Trump.

En qué se basa la crisis

La crisis se está desarrollando con base en una monumental polarización nacional entre quienes opinan de la siguiente manera (enumeración que hago, basados en declaraciones factuales hechas por miembros de cada grupo, nada inventado):

  1.  Grupo Pro-Trump ve al expresidente como un héroe, único posible salvador de la nación frente a una tendencia comunista, pedófila (como dice en el programa de TV 60 minutes Marjorie Greene, congresista republicana), controlada por globalistas que aspiran a dominar el mundo, a lo George Soros. Según este grupo los villanos demócratas le robaron a Trump una elección que había ganado, como él mismo reitera cada momento, por miles de votos. Este grupo ve a Estados Unidos invadida por inmigrantes ilegales y de naturaleza mayormente criminal (asesinos y violadores, ha dicho Trump). La violencia, dicen, está promovida por grupos de gente de color (BLM) que aspiran a reemplazar la población blanca. Este grupo considera a los demócratas como fanáticos del aborto y de la promoción del transgénero entre los niños, como ejecutores de acciones que desean terminar con las costumbres tradicionales del país. En este grupo se ha comenzado a hablar de una secesión, de una partición del país entre estados rojos republicanos y azules demócratas (lo dicen así la congresista Marjorie Greene y J. R. Majewski, entre otros). Frente al enjuiciamiento a Trump en Nueva York el gobernador de Florida ha dicho que no permitiría su extradición. Por su parte, Trump anuncia en sus tweets posible muerte y destrucción debido a la acción del fiscal de Nueva York, a quien define como “un psicópata degenerado”.
  2. Grupo Anti-Trump. Ve a Donald Trump como una persona poseída de una sed insaciable de notoriedad, un narcisista que solo piensa en lo que a él le beneficie, un ignorante que cree saber más de todo que todos y así lo dice, un mentiroso patológico (The Washington Post dice haberle chequeado más de 30.000 mentiras durante su presidencia), un machista que se acuesta con prostitutas en la cama de su esposa Melania en Trump Tower y compra su silencio, que se siente autorizado para agarrar a las mujeres por sus partes privadas, cuyas empresas han sido penalizadas por fraude impositivo, que al desconocer su derrota electoral ha creado desconfianza de un sistema en el cual el país tenía confianza, lo cual amenaza con destruir un pilar del sistema político estadounidense, cuyos seguidores alimentan teorías conspirativas absurdas sobre pedófilos controlando el poder mundial (Q’Anon). El grupo Trump, dicen, promueve el racismo y la supremacía blanca y niegan el calentamiento global. Trump promovió un golpe de Estado y trató de obligar a su vicepresidente Pence a intervenir para darle el triunfo de manera ilegal; además, trató de alterar el resultado electoral presionando a funcionarios del estado de Georgia. En su residencia de Mar-A-Lago escondió documentos clasificados, mintiéndole al FBI al decirle que no tenía ninguno en su poder. Este grupo llama hipócrita al otro grupo, mencionando el ejemplo de Fox News, canal de TV donde los periodistas critican a Trump en privado (“Lo odio”, dice Tucker Carlson en mensaje interno), pero promueven su persona en público, a fin de mantener su audiencia.

La gravedad de estas acusaciones de bando y bando y la intensidad emocional que acompaña a quienes las esgrimen hacen muy difícil, casi imposible, que ellas puedan ser analizadas en frío, menos aún aceptadas por cada grupo, aun a la luz de la existencia de comprobaciones objetivas. La verdad ha desaparecido de esos dos mundos para ser reemplazada por el dogma. Un estudioso del fenómeno, Richard Haass, llama a este fenómeno Opinion driven versus Fact driven, es decir, actitudes motorizadas por opiniones y preferencias ideológicas y no por hechos y verdades objetivas.

Se necesitará una acción llena de coraje, llena de valor ciudadano, plena de sensatez y sentido común para que la creciente tendencia a un rompimiento violento de la nación estadounidense pueda revertirse. Se necesitará gente de lado y lado que nos recuerde que esta nación ha sido grande por su capacidad histórica de enfrentar sus crisis con amplitud de criterio y con madurez, como sucedió con la crisis generada durante la presidencia de Richard Nixon y con la crisis generada durante la presidencia de Bill Clinton, ambas producto de errores cometidos por los dos presidentes, así como sucedió cuando la presidencia se decidió por muy escasos votos a favor de George Bush versus Al Gore.

La crisis generada alrededor de la presidencia de Donald Trump y de su actitud poselectoral ha desbordado las primeras líneas de defensa de la sensatez y del bipartidismo que solían ser características de la acción en el Congreso estadounidense. Lo que se ve allí hoy día es un enfrentamiento de pasiones, sin recato alguno y sin pretensiones de objetividad. Hay odio, resentimiento y zancadillas a diestra y siniestra.

Una nación que ha sobrevivido guerras mundiales y conflictos armados como Vietnam y Corea, que puso de rodillas al nazismo y al comunismo soviético, podría ser destruida por esta guerra intestina de absurdas pasiones, alimentada por mitos y rencillas propias de tribus salvajes.


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