Este artículo se sustenta en la obra de Theodor Adorno, intitulada Educación después de Auschwitz.

Para Adorno era necesario que la educación concebida como un factor de cambio social se empeñase en evitar que el horror del III. Reich, volviese a reeditarse aunque fuera en menor grado, su preocupación o más bien su angustia existencial hace yuxtaposición con la filósofa judía Hannah Arendt, quien lo inmortalizaría en la obra La banalidad del mal, indicando una fría conexión, un atavismo casi genético que hace a los hombres “malos”, sencillamente incapaces de sentir otredad y en grado superlativo alteridad por otros seres humanos.

Los desmanes que se pueden cometer de manera perfectamente consciente, alevosa y por ende profundamente criminal sobre otro ser humano, sobre una minoría, sobre una disidencia o sobre todo un país, son señales de alerta que deben ser tomadas en cuenta a los fines de evitar que cosas monstruosas como las vividas en el campo de concentración de Auschwitz se repitan, luego de los horrores del holocausto, nada volvió a ser relativo o posmoderno, la maldad era tangible, real, palpable y como creación humana capaz de volverse a repetir.

La educación encontraría un sentido práctico en cuanto o más fuere capaz de ser un dique de contención para evitar que el horror del nacionalsocialismo se repitiera, Theodor Adorno propone que la educación en los primeros años de la infancia, se esfuerce por manejar el pre convencionalismo propio de la edad y que además evite sustituirle por la idea del cumplimiento de las obligaciones. Estas obligaciones pueden ser el germen que más adelante sea empleado para manipular la conducta hacia el horror, luego se centra en la necesidad de lograr que la educación a la edad adulta, ilustre el clima  espiritual, cultural y social que no permitan que la violencia genocida sea desarrollada.

Para ello Adorno emplea los aportes de Sigmund Freud, en sus obras el El malestar en la cultura, Psicología de masas y Análisis del Yo. En todas ellas, pero en especial en El malestar en la cultura, se llega a una conclusión proclive del ser humano, capaz de civilizar y crear una cultura, pero también con la misma capacidad inversa, por destruir la cultura, arrasarla de un solo plumazo, en los atavismos violentos de sus pulsiones humanas. El reto de la educación es justamente refrenar esas propensiones contra este peligro, nada mejor que la expresión kantiana de la capacidad de reflexionar, de autodenominarse y de no formar parte de la masa, rehusarse a participar del mal, nada justifica la tangencia con una idea que embride horror, tortura y persecución. No hay acuerdo, pacto o gesto próximo, con la maldad y el horror, este debe ser identificado y absolutamente repelido por la racionalidad y la mixtura de la reflexión y el no formar parte es decir evolucionar desde la convencionalidad, hacia la convicción post convencional, de negarse a formar parte en el horror.

Ahora, se preguntará el lector sobre estas reflexiones desde Auschwitz y su utilidad en la violenta, frenética y cruel Venezuela de Maduro, la respuesta es el odio, la maldad y la persecución, las cuales desde las sombras oscuras de la topología del horror de ese campo de concentración son una amenaza concreta para la democracia, la civilización y la paz.

Los casos de tortura denunciados desde la Organización de las Naciones Unidas son la aceleración de los procesos de empuje y adaptación del mal desde la colectividad, así lo manifiestan Horkhaimer y Adorno en su obra Dialéctica de la Iluminación. Esta maldad denunciada por la Organización de las Naciones Unidas supone combatir la ciega supremacía de todas las formas de colectivismo. Educar para evitar formar parte de la maldad requiere que como sociedad asumamos el reto de prepararnos para no repetir los errores de la maldad del chavismo, volviendo a las ideas kantianas, tener la capacidad de reflexionar, de racionalizar y evitar formar parte de ese empuje que se hace desde la supremacía colectivista. Las torturas son perpetradas por capas sociales en las cuales la violencia es el locus de acción, desde las más elementales formas de lenguaje, en donde frente a la idea de desacuerdo, la cinesia demuestra la posibilidad de la confrontación física. Esos casos de tortura son perpetrados por individuos sin sentimiento, “a sentimentales”, por sujetos con atavismos hacia la violencia primitiva estudiada por Lombroso, cuyas propensiones genéticas hacen vinculo, con fenómenos de desatención educativa y formadora, así pues los torturadores son los grandes excluidos, con los cuales este régimen estableció un pacto, para contener la disidencia y lograr apoyo irrestricto encontrando ahora en ellos, un elemento disruptivo, que les disputa el control legítimo de la violencia.

Así Eugen Kogon, en su obra Del Estado de las SS, manifiesta que las atrocidades cometidas en Auschwitz fueron ejecutadas por personas que no tenían grados  de formación en un clima espiritual, cultural y social, que le permitieran no formar parte y por ende asumir niveles de racionalidad necesarios para lograr evitar que estos asaltos a la dignidad se repitan. Lo mismo ocurrió con las milicias de Pol Pot, con los comités de regulación de la Revolución cubana y con los batallones de la dignidad de Noriega, no en vano las tiranías comparten esas taras congénitas que las aproximan al horror.

Las 443 páginas que compilan el horror cometido en las ergástulas del chavismo no deben servir solo para escandalizarnos y pedirle al mundo libre que accione; esas 443 páginas tienen que confrontarnos con el horror, el peligro de que el horror se repita reside en la idea de mantenerlo lejos de nosotros, educar no solo se limita a la tolerancia, sino que nos compromete con la documentación de este horror, perpetrado por un Estado que se atomizó y desarrolló vínculos con elementos de la sociedad para que en función a su precariedad en cuanto al desarrollo de factores básicos de alteridad y sentimientos reflexivos para no operar en torno al horror. Encontrase diques o herramientas psicológicas que le impidieran coludirse con la violación de derechos humanos, aquí encuadran los perpetradores físicos de las torturas, los corruptos que hicieron del erario su botín y ahora los cohabitantes que sostienen esta andanada de atropellos a la dignidad, apelando a una fraseología vacua e inoficiosa, por inejecutable de legitimar electoralmente las tropelías cometidas por una coalición perversa absolutamente desnuda, ante el mundo.

De lograr superar este escollo, necesario es educar para que la sociedad no vuelva a caer en este abismo, no podemos sustraernos al horror, debemos de confrontarnos con él, reflexionar en torno a las zonas oscuras y grises del terror, solo de esta manera se logrará que la educación tenga un sentido práctico y plausible para evitar repetir estos fallos. Esta dosis de educación debe embridar también el reto de vivir en la verdad, pues el terror busca impedir que la verdad impere como paradigma social. Parte del horror se encuentra en los contornos de la posverdad y la neolengua.

Hay que proponer lo que Adorno llamaba viraje del sujeto, sacando a luz los mecanismos que hacen a los seres humanos capaces de cometer tales atrocidades, mostrarlas a todos, hasta a los perpetradores, para forjar una conciencia general; las victimas no son las culpables, son los perpetradores quienes sin miramientos aplicaron con saña criminal esta crueldad sobre los oprimidos. Hay que combatir la indiferencia y la tolerancia con el mal, solo así, bajo la autorreflexión, la educación puede tener sentido.

Finalmente, el llamado consiste en lograr que la reflexión refrene las propensiones de la crueldad,  defenestrar toda idea de colectivización absurda que conlleva a que se asuma la idea de la tortura como un hecho normal, incorporar la educación política a los fines de que se puedan reconocer los riesgos de los modelos de colectivización que desintegran la esencia individual y llevan regresivamente al hombre a comportarse de acuerdo con ideas que alberguen la capacidad de destruir todo lo existente y en pos de eso, infligir dolor, terror y torturas a los ciudadanos.

Educar para evitar la indolencia, minimizar la indiferencia y la frialdad, ese es el reto. Establecer nuestra propia topografía del horror, ya contamos con un prefacio de 443 páginas, que en lo personal me afectaron. Son los relatos detallados de una cronología del horror, la presencia del mal absoluto y la necesidad de no repetirlo, esas torturas fueron, son y serán perpetradas por la idea de la supremacía del colectivismo. Un sujeto forjado desde la reflexión kantiana está al menos inoculado inicialmente para no formar parte del horror.

Rescatar a la escuela del naufragio en el mar de la neolengua, para la dominación y con ella a la familia, nos permitirá como sociedad entrar con valor, vergüenza y sin revancha en las entrañas de nuestra topología del terror, para allí, desde nuestras miserias, sacar ese viraje propuesto por Adorno, para enseñar y enfrentar el mal.

Sustraernos del mal no es la solución, la idea simplista de no volver atrás está comprometida en regresar a los orígenes del terror, estamos en desventaja para enfrentarnos al mal, pero debemos preparar a la educación como elemento trasformador de la sociedad para asumir los retos de educar para no repetir el horror y el error del chavismo.

Auschwitz resurgió desde las sombras, desde las entrañas del mal, hoy nos tocó el turno a los venezolanos de bien, a la disidencia clara y sincera, a los intelectuales, escritores y artistas, a los académicos. Esa masa corpórea que puede garantizar la resurrección social y que por ende es enemigo jurado del horror. Nadie está inoculado para no recibir las cuotas de terror, persecución y tormento que el horror aplique, bien sea de manera directa o colateral. Los traidores de oficio reaccionan de manera sorprendente cuando se trata de husmear en las debilidades de los mejores, por ello el reto de educar para evitar el retorno al Hades, naveguemos para llegar a la Ítaca de Cavafis, en esa Ítaca patria de la decencia y la civilidad, nos encontraremos salvos del horror, pero prestos para mostrarlos, en las entrañas de la topografía del terror chavista. El sentido de la educación en Venezuela es evitar que la estafa del chavismo se repita. La gran angustia colectiva de la recuperación económica y social del país será letra muerta, si antes no nos enfocamos a resarcir el daño antropológico causado en 22 años. Rescatar la reflexión, educar con sentido político desde el bildung y el techné ligado a la capacidad racional y de reflexión, nos permitirá evitar el chavismo, curarnos del odio y el resentimiento y también educar para la libertad y la paz. En suma, ser un ejemplo de lo que nunca jamás debe repetirse, exiliar el horror no es suficiente, nos corresponde la tarea penitente de explorar las maldades y el miedo de la oscuridad, para que brille eterna y dichosa la llama de la libertad.

Ese es a mi humilde juicio de educador, el génesis de cualquier plan de recuperación, educarnos para no volver al pasado, para reflexionar y defenestrar el mal.

“Si la educación tiene algún sentido es evitar que Auschwitz se repita”

Theodor Adorno.

 

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