Por Yolimar Herrera

Venezuela como país vive un proceso complejo donde el dolor y la desesperanza se instalaron en la sociedad y con ello en las instituciones educativas. Esa Venezuela triste necesita de nuevos escenarios donde las palabras con sentido de proxemia y energía vital calen en el imaginario y empecemos en colectivo a avanzar hacia un escenario de unión, de reconocimiento dejando de lado el lenguaje de la despersonalización, destrucción y separación. Se trata de pensar desde nuevos referentes más incluyentes, que mirar otros horizontes, hay que abrir el compás para las diferencias desde la tolerancia y a la vez para las homogeneidades desde el bien común. Estos representan retos para la formación de los individuos en el clima cultural de la Venezuela actual.

Es momento para pensar y dar pasos hacia el encuentro con el otro, hacia nuevos horizontes donde la diferencia implique mayor ejercicio de comprensión, porque la intolerancia ha hecho daño al ser humano en su condición de ser social. En tal sentido, la intolerancia ha destruido esta sociedad y nos ha disgregado en individuos ciegos y sin empatía hacia los demás.

La educación en la Venezuela del encuentro con el otro debe empezar a pensarse desde ya, porque el deterioro no es solamente en infraestructura escolar sino en la persona humana, en sus cimientos antropológicos. Millán (2020) habla de la existencia del daño antropológico y lo contextualiza como: “Una afectación de la condición de la persona humana en sus diferentes dimensiones personal e individual, comunitaria y relacionamiento con el otro” (p.13). Esta situación profundiza el deterioro del hecho educativo, pues en una sociedad con tal daño, se desdibuja la esencia de la educación: la construcción de un país de ciudadanos con derechos y deberes, a tal punto que no se ve más horizonte que la resignación. Resignación que conduce a la pérdida de la condición de persona humana (Unesco, 1948), aquella con derechos humanos fundamentales e inalienables.

Sin duda el clima cultural del presente, implica fronteras, fisuras, modificaciones, cambios en las estructuras y fundamentaciones de las ciencias sociales; cambios que den cuenta de nuevas maneras de razonamiento, siendo la historia la aliada fundamental de la educación y de imprescindible acompañamiento académico para revertir la distopía que hoy vivimos.

La educación se debe replantear para resurgir de las cenizas en las cuales se encuentra, los educadores debemos plantearnos un camino de nuevas inteligibilidades de la realidad para crear los cimientos de la refundación institucional, ser propiciadores de nuevas posibilidades para enfrentar las inestables condiciones culturales. El reto es vislumbrar una Venezuela donde construir nuevos caminos profesionales sea posible, una Venezuela del encuentro en medio de las diferencias, esa Venezuela es pensable en términos de una reconciliación y concertación  nacional.

La apuesta es a una Venezuela de transición, donde la vida profesional se ejerza desde la creatividad para pensar diversas formas de entendernos como seres humanos, de relacionarnos con otras instituciones y organizaciones sociales y de obtener diversas fuentes de financiamiento que aseguren la vitalidad y permanencia de las instituciones educativas ante las potenciales intenciones de asfixia presupuestaria como mecanismo de  dominación.

En el marco de una transición, el educador debe ser una persona con capacidades para gestar transformaciones de tal magnitud que, sea capaz de cambiar hasta su propia manera de entender la educación y de ser docente, porque los referentes actuales no son los más indicados como para contribuir a la recuperación de un país con alto nivel de distorsión social.

La investigación se viabiliza como un medio para lograr ese cambio en la educación y en el educador, la investigación es metamorfosis, es sisma necesario ante las obsolescencias y agotamientos de modelos, es esperanza ante los obstáculos dado que siempre ofrece otra forma de entender la realidad, por tanto, permite otra manera de ser. Por consiguiente, ese educar debe gestar una acción educativa – investigativa desde la esperanza, cuyo norte formativo sea recuperar la confianza en el otro, pues el progreso de un país se teje desde la confianza en sus instituciones.

Los sentimientos de esperanza deben volver, los sueños deben volver, deben surgir nuevas lecturas de la realidad, nuevas maneras de relacionarnos que hagan posible el reencuentro de nosotros mismos, de nosotros con los demás, de nosotros con la vida y la alegría, es tarea de la díada investigación-educación pensar los canales para hacerlo posible porque al sufrimiento de un país hay que ponerle fin.

Tal reconfiguración implica investigar para repensar y proponer acciones en torno a una  educación como espacio social para la manifestación de lo cotidiano, simbólico, cultural, científico. Esa opción ofrece la oportunidad para desarrollar la educación a partir de la sinergia de posiciones, situación que desde la actual expresión de desesperanza no es posible conjugar.

Merecemos recibir trato digno como seres humanos, merecemos vivir con dosis de alegría, merecemos vivir una educación para aspirar un clima de progreso que dignifique a la persona humana. Por lo tanto, necesitamos otros referentes para mirar la educación, necesitamos otro currículum, necesitamos afianzar nexos entre la esfera de la razón y la esfera de la pasión, hacer ver al hombre como un ser integral, con sueños y esperanza de vida y que cuando éste reflexione cualquier problema lo haga desde la complejidad que implica ser un ser humano. Eso será posible en una Venezuela donde la esperanza se cultive en cada espacio donde educar e investigar sea cuestión de ordinario. Merecemos una educación para la esperanza, por ello no debemos permitir que el pensamiento abandone su lucha, que se canse, porque así la educación muere; nuestro compromiso como educadores e investigadores es no dejar morir la educación, no dejar morir la esperanza.

Referencias

Millán, F. (2020). El daño antropológico que vivimos todos los venezolanos en este     momento.  Revista: Habla el país nacional. Conversatorio online InfoCifrasTV.

Organización de las Naciones Unidas (1948) Declaración Universal de los Derechos Humanos. 183 a sesión plenaria, 10 de diciembre de 1948


*Doctora en Educación, docente e investigadora en la UPEL.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!