Solamente sobre este trípode puede descansar el bienestar socioeconómico y cultural de un país, siempre que haya estado o esté sabiamente gobernado; o sea, cuando sus políticas públicas hayan sido diestramente manejadas por genuinos líderes, por hombres suficientemente preparados para desempeñar las altas posiciones de representación política.

Cada uno de estos tres sustantivos con los cuales damos nombre (bendito, podríamos decir) a este artículo son los portentosos pilares con los cuales es posible producir,  multiplicar y administrar las riquezas.

Vamos con el primer pilar. Lo sabemos todos, la educación no es una simple inquietud del hombre, como tampoco está orientada a la sola preparación académica para desempeñar una profesión. Es una imprescindible necesidad del hombre para su existencia y subsistencia dentro de una sociedad, dentro del mundo donde convive. Entonces, la  educación se requiere en todo y para todo. Y, ¿cuándo empieza la educación? Muy temprano, comienza desde el advenimiento del ser humano a este problemático mundo. Su primera gran escuela es el inolvidable hogar, que nos provee  de enseñanzas y fortalezas para toda la vida. De allí pasamos a la larga escolaridad. Comienza la educación formalmente planificada, la sistemática.

A la educación no planificada se le denomina informal o asistemática. Se imparte y se recibe libremente en todas partes, sin aulas ni profesores presentes; y sin el acatamiento a normas reglamentarias. Allí todos, simplemente, con el solo comportamiento ajustado a las normas que rigen la sociedad, somos educadores y educandos. Para ello, tanto la lectura como la asistencia a eventos culturales son ricas fuentes para ese enriquecimiento.

Por cuanto la educación es esencial para la vida debemos considerarla sagrada. La Constitución Nacional en sus artículos 102 y 103 establece normas al respecto: La educación es un derecho humano y un servicio público. Corresponde al Estado asumirla como función indeclinable. Así, también, conforme hay una obligación constitucional por parte del Estado, también se consagra el derecho que tienen las personas de recibir una educación integral de calidad. Entre ella, la educación para la salud, para desempeñarse eficientemente en determinadas actividades.

Abundan definiciones sobre educación, quedémonos con esta de Fernando Corripio, en su Diccionario de Sinónimos, quien la identifica como instrucción, enseñanza, preparación, disciplina, formación, cortesía, etc. O sea, la preparación de los seres humanos para actuar y desempeñarse productivamente en la sociedad.

Pero, detengámonos en el estado actual de nuestra educación sistemática. Creemos que está en su peor momento. El presente año escolar es atípico, ha sido completamente informal. Parece, según noticias, que se van a entregar títulos a los bachilleres sin haberse cumplido el contenido programático previsto. De ser así, ¿cuál será su suerte al ingresar a los estudios superiores? Otras interrogantes: ¿Habrá  sido un fracaso el presente año escolar? ¿Cómo resolver tan preocupante situación? Cada quien libremente emitirá sus opiniones. Son respetables. Una manera de demostrar honestidad es reconocer los fracasos. No olvidemos que la educación es sagrada, con ella no se juega. Sería blasfemar.

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