Como bien lo dice una canción del repertorio popular: “la vida te da sorpresas”. Y la verdad es que la política siempre nos ataja con unos giros ciertamente impredecibles.

Todos los que conocemos al embajador Edmundo González Urrutia, su impecable carrera diplomática, pero también –y eso no se puede olvidar– su paso discreto, como lo es él, por toda esa estructura político-deliberativa y de concertación de lo que fue, primero, la Mesa de la Unidad Democrática, y en tiempos mas recientes, la Plataforma Unitaria Democrática, nos sentimos muy felices y complacidos por el nuevo papel que el destino, en una de sus torcidas misteriosas, le ha concedido.

Dadas las características y atributos del embajador González Urrutia, ya ampliamente reseñados durante las últimas horas por numerosas fuentes y entrevistas concedidas a los medios, no hay duda de que el suyo es el perfil perfecto para catalogarlo como el hombre de la transición en Venezuela. Sin habérselo buscado, el embajador Edmundo tendrá, de seguro, un lugar especialmente reservado en las páginas de nuestra historia política contemporánea.

Y es que, precisamente, el embajador nos ha estado hablando de una transición que ya ha comenzado, quiéralo o no el régimen moribundo, que gravita en torno a su propuesta fundamental y visión de Estado de lograr la reinstitucionalización y redemocratización de Venezuela. Con su ponderación y humildad que lo identifican, EGU nos ha estado enseñando un lenguaje inclusivo, ese que, con visión de estadista, describe a un país donde todos caben; en el que, a pesar de los tantos sapos que habremos de tragar, podamos todos acompañar ese gran esfuerzo con la vista puesta en la reconciliación y unidad nacionales, y así sellar de una vez por todas el fin de la diatriba y la confrontación entre los venezolanos.

Tal vez, la clave de esa transición de la que nos habla EGU la encontramos en una declaración que ofreciera durante una entrevista con la AFP: “Yo soy el candidato de la unidad, la líder de este proceso unitario es María Corina Machado y detrás de ella vamos a estar todos los venezolanos que aspiramos un cambio, que queremos un cambio en paz y por la vía electoral”.

Estuvo muy bien de parte de EGU dejar las cosas bien claras desde el principio, porque, cualquiera que haga una revisión de las tantas declaraciones de ciertos dirigentes políticos, incluso personeros de la misma Plataforma Unitaria Democrática y opinadores, entre ellos periodistas y analistas de connotada trayectoria, observará, con algún asombro, la intencionada omisión que hacen de la figura y del papel fundamental que ha jugado María Corina Machado en todo este proceso de consolidación de la unidad de los factores políticos de la oposición en torno a la candidatura unitaria representada en el embajador González Urrutia.

La especie que más se oye de algunos de estos voceros es que la candidatura unitaria resultó, básicamente, del acuerdo por consenso de la PUD, endiosando el “gran sacrificio” del ahora reivindicado erróneamente Manuel Rosales.

Es necesario volver a recordar que la votación unánime de los diez partidos que conforman la Plataforma Unitaria en la escogencia del candidato opositor no habría valido de nada sin el visto bueno de María Corina Machado, ya ratificada desde el pasado 22 de octubre como la líder y motor fundamental de la causa democrática.

Al parecer, MCM continúa teniendo muchos enemigos dentro de ciertos sectores del país, muchos de ellos actuando con torpe disimulo, y, en especial, aquellos con esa vena izquierdosa a los que todavía le sigue produciendo vértigo cualquier idea medio liberal y libertaria. A todos estos (ellos saben quienes son) no les quedará más remedio que convenir y sumarse a la estrategia y campaña sabiamente diseñada por MCM, ahora felizmente haciendo dupla con el ponderado embajador González Urrutia. Los intentos que se verán de ciertos sectores de la Plataforma Unitaria de secuestrar la campaña electoral y, ojo, el proceso de transición que habrá de profundizarse a partir del 28 de julio, deben ser controlado.

Si bien es cierto que ahora mismo nos encontramos, afortunadamente, en modo unitario, y que la suma de todos los esfuerzos de los sectores de la oposición es indiscutiblemente necesaria, no está demás advertir con tiempo acerca de las ambiciones en la sombra de ciertos personeros y sus partidos políticos.

La dupla María Corina-Edmundo

Hasta ahora, salvo las trampas aún desconocidas, pero previsibles, que el régimen intentará imponer, la estrategia de la oposición, de la mano de MCM y EGU, está debidamente trazada: una campaña con la persistente imagen y acompañamiento de MCM al embajador Edmundo, quien habrá de participar en algunas de las giras por el territorio nacional.

Aun cuando a todas luces parece un escenario improbable, no se puede descartar en absoluto, la posibilidad de la sustitución del embajador Edmundo por MCM antes del 18 de julio. Mientras esta remota opción esté en la ley, no la podemos desestimar. Este escenario, tiene su fundamento en la provisionalidad anunciada por el mismo embajador al hablar de las condiciones que exigió antes de aceptar la candidatura unitaria, y, por otro lado, en la presunción de que las negociaciones entre Miraflores y Washington siguen teniendo lugar. Es muy seguro que existen conversaciones que están teniendo lugar sin el conocimiento de la opinión pública.

Por otra parte, haciendo uso del escenario más probable, se dan las elecciones del 28 de julio y logra vencer, por una amplia mayoría, la candidatura de González Urrutia. En ese momento, comenzará el verdadero y más intenso período de transición en el que no se descarta un proceso de negociaciones igualmente complejo entre los factores opositores y el régimen de Maduro, siempre con el acompañamiento de la comunidad internacional, con Estados Unidos desempeñando un papel de primer orden. A partir de allí, el papel, tanto de MCM como de EGU, se definirá según las pautas y exigencias del momento.

El gobierno de facto de Nicolás Maduro de seguro ha sopesado todos estos escenarios. MCM y EGU han mostrado, al unísono, su disposición de entablar negociaciones que conlleven a una transición en Venezuela, en sana paz y con el desprendimiento y empeño que ello significa. Todo dependerá, en gran medida, de los incentivos que puedan ser ofrecidos al círculo de poder más íntimo de Nicolás Maduro, pero también considerar que la tarea se hará cada vez más cuesta arriba en la medida en que los sectores más radicales del chavismo, liderados por Diosdado Cabello, quieran imponer su visión de continuidad en el poder, ya en este caso por las malas.

El masivo voto ciudadano del 28 de julio representará la mejor medida para definir las probabilidades reales de un escenario de transición, seguramente inevitable para el régimen.

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