Cuando escuchamos a Delcy Eloína Rodríguez afirmar que la sesión extraordinaria de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, celebrada en El Salvador, fue un “triunfo contra el intervencionismo”, debemos preguntarnos si el gobierno de Maduro en general y la funcionaria de marras en particular piensan o creen que los venezolanos somos idiotas.

¿No le da vergüenza a esa corre-ve-y-dile aseverar que fue un éxito lo que resultó un rotundo fracaso? A la cita no se presentaron los cancilleres de siete países –Perú, Brasil, México, Barbados, Bahamas, Trinidad y Tobago y Paraguay–, lo cual impidió que se emitiera resolución alguna, de modo que contar y cantar ganancias donde hubo pérdidas no pasa de ser una manifestación más del poco respeto que merece la inteligencia ciudadana de parte de pandilla dictatorial de tránsito en el poder.

“Hoy es un día de triunfo y de victoria para el derecho internacional, para la soberanía de Venezuela por este encuentro inspirado por la independencia y el respeto entre Estados soberanos”, dijo la lleva y trae y, sin rubor que compitiera con su colorete facial, sentenció que el chucuto cónclave supuso una condena para el secretario general de la OEA, Luis Almagro, sin creer un ápice en sus propias palabras.

Estas forman parte del falaz discurso generalizado con que el gobierno aparenta coherencia, aunque se le vean grietas y costuras por todas partes. Somos, los venezolanos, súbditos de un gobierno fullero, embustero y estafador que, para más inri, cuenta con una formidable maquinaria de multiplicación exponencial de las mentiras que hubiese hecho feliz a Joseph Goebbels.

Estamos bajo la férula de una gestión tramposa que, tal los cazadores furtivos, coloca mortales cepos donde y cuando menos se les espera para atrapar a desprevenidos tontos. El parapeto constituyente con marcado acento cubano, que guardaba Maduro bajo la manga y ha sacado a guisa de salvavidas, –¡barco a pique!– revela el talante bribón de la cabeza visible de un régimen cada vez más militar, cada vez más dictatorial.

Que el mandón y sus conmilitones mienten es un perogrullesco aserto. Adultera, falsifica y manipula información, en directo y en cadena televisual  o a través de los heraldos de una prensa tan amarilla que se volvió roja, para inculpar a otros de sus errores y omisiones; desfigura y pervierte la verdad para engañar incluso a sus seguidores.

Y, por si fuera poco, embaucó a los pensionados –que hace tiempo son tratados no como personas de la tercera edad, sino como gentes de tercera categoría– con un misérrimo “bono especial de guerra económica”, escatimando lo que les corresponde de acuerdo con la Ley de Bono Alimentario sancionada por la Asamblea Nacional y declarada constitucional por el mismísimo tsj (ni esta resolución lo salva de las minúsculas).

Juan Nuño, cuya voz buena falta hace en este berenjenal, reunió unos cuantos de sus notables y polémicos ensayos en un volumen que nominó Veneración de las astucias. Con la venia del filósofo nos apropiaremos, indebidamente, de tan admirable título para desnaturalizarlo al concluir que la conducta oficial es un modelo de veneración de las argucias.


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