Hay quienes fingen burdamente ser sordos o ciegos para ocultar su condición de pícaros. Pero en realidad ven muy bien y alcanzan a oír hasta el más mínimo ruido en medio de una multitud. Ocurre con frecuencia entre los  barrebasuras de la política del PSUV que se niegan empecinadamente a aceptar la realidad del infierno que han creado en este país. Lo cierto es que si de algo carecen es de ética y vergüenza, así como de valor y coraje, no para rectificar, lo cual es imposible, sino para darle paso a una salida que permita rescatar a Venezuela de este círculo criminal en que nos han metido estos aventureros con sus repetidos errores y su infinita ignorancia.

Venezuela se merece algo mejor como presidente que el señor Maduro que, a estas alturas del camino, no da pie con bola. Y la medida de su propia altura intelectual y política nos la dan sus consejeros cercanos que, por desgracia, no solo son peores que él sino que le agregan al condumio más sal de lo debido haciéndolo intragable. Echones, buscapleitos, especialistas en amenazar cuando no agredir a los ciudadanos, incluso y con más fuerza a aquellos que una vez fueron sus compañeros en el gabinete.

Tal como ocurrió luego del derrumbe de la Unión Soviética, quienes se convirtieron en los nuevos dueños del poder fueron los rapaces altos jefes y hombres de confianza de la KGB, es decir de Putin, y quienes de simples agentes pasaron a ser oligarcas que, mediante la violencia, el chantaje y la extorsión, acumularon inmensas fortunas comprando los bienes del Estado a precios irrisorios. El hambre, las colas para comprar pan, la imposibilidad de conseguir trabajo y el azote del hampa reinó en esos momentos de sombras y tragedias.

De manera que estos momentos que vivimos hoy en Venezuela tienen sus antecedentes y sus desgracias anunciadas. Desde que un grupo de aventureros convertidos en mesías de uniforme cometió el error de creerse suficientemente preparado para iniciar una revolución, el camino hacia el abismo quedó abierto no solo para la militarización del país sino para la destrucción de todo aquello que habíamos logrado entre errores y aciertos durante varias décadas.

El mágico encantamiento que produce el sube y baja de los precios del petróleo contribuyó de manera inesperada a que los aventureros activaran sus pocas neuronas y en medio de una borrachera de dólares prometieran puentes, autopistas, gasoductos infinitos, hospitales ultramodernos que jamás han funcionado, fábricas de automóviles y motos, y no pare usted nunca de contar. Con la misma habilidad de un nuevo rico despilfarró la que quizás sea la última oportunidad de la bonanza petrolera venezolana.

Ahora toca hacerse una pregunta clave: ¿20 años de fracasos no son suficientes? ¿No debe la FAN tocar a retirada y encarcelar a los ladrones del Tesoro Público? ¿No les toca a los militares una inmensa cuota de responsabilidad por haber causado tanta miseria, tanto desplome moral, tanta muerte innecesaria? Es hora de prender las luces de la sala y comenzar a proyectar otra película.


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