El régimen que no se cansa de hacer anuncios de diálogo con los líderes de la mayoría de la sociedad que lo adversan, la usurpación que se presenta como ángel del firmamento y como promotora de la concordia, la emprende de nuevo contra las universidades autónomas. No ha podido sujetarlas a su dominio, los profesores y los estudiantes se han negado a bajar la cabeza frente a su hegemonía, los campus de las altas casas de estudios han sido territorios de altivez y libertad, pero, mientras predican la paz, Maduro y sus acólitos, aferrados a su entendimiento autoritario de gobernar, arremeten de nuevo contra ellas.

En el pasado les impidieron la realización de elecciones, y ahora se las solicitan de urgencia a través de un espurio y complaciente TSJ. Antes prefirieron la continuidad de las autoridades académicas a las cuales se les vencía el lapso de gestión, porque la selección de sus sustitutas hubiera demostrado que los oficialistas no tenían nada que buscar en los espacios del saber humanístico y del conocimiento científico.  Ahora, sin aviso ni protesto, claman por elecciones express. Como no les ha bastado con ahogar a las instituciones de educación superior a través de la negación de presupuestos capaces de permitir rutinas mínimas de actividad en las aulas y en los gabinetes de investigación, pretenden un zarpazo que los convierta en dueños y señores de los rectorados.

Pero, ¿cómo buscan el dominio de un territorio que siempre les ha sido esquivo y con cuyo espíritu jamás han congeniado? Ya dieron un primer paso hace unos años, mediante una reforma del estatuto electoral que dispone la elección de los equipos rectorales y de los organismos de cogobierno mediante el voto de los empleados administrativos y de los obreros. Antes de la reforma, y apegada a los propósitos esenciales de unas instituciones cuyo objetivo es la creación y la divulgación de conocimientos, es decir, la realización de un trabajo exclusivamente intelectual, la Ley de Universidades solo permitía el sufragio de los catedráticos y de los alumnos que formaran parte del claustro. El revoltillo chavista, metiendo la democracia y la demagogia donde no caben, quiso participaciones masivas y probablemente tumultuarias que en su momento provocaron reacciones de repudio en las universidades, pero a las cuales  acuden de nuevo para lograr el control que la dignidad de las instituciones les ha negado sin vacilación.

La usurpación ha abierto un nuevo frente que la meterá en graves aprietos. La creación y la divulgación de conocimientos en la más elevada escala no puede rebajarse hasta los tremedales de la barbarie. Las universidades no lo permitirán. Es difícil de entender que Maduro emprenda semejante aventura mientras habla de diálogo en una situación terminal.


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