El régimen de Maduro ha lanzado fuegos artificiales para celebrar que dio inicio a una cancelación de la deuda de los desvencijados bonos de Petróleos de Venezuela, hoy en bancarrota. El alborozo no es para tanto, como bien lo han advertido la banca internacional y los expertos venezolanos que siguen con interés y angustia esta etapa oscura para el país.

“Se aleja el riesgo de default”, gritan a coro la pandilla civil y militar que gastaron en beneficio propio, de sus socios y de sus familias, los jugosos excedentes que el repentino crecimiento de los precios del petróleo generó para la nación. A nadie se le ocurrió que cada vez que la fiebre del oro sube, no tarda en comenzar a declinar dejando pobreza y abandono.

Con esta efervescencia del petróleo ocurrió lo mismo, con la diferencia de que fue el propio gobierno venezolano y la egolatría de un grupo de militares incapaces de mirar la historia, los vaivenes de la economía mundial y las experiencias de otros países productores, que sí tomaron previsiones para capear las tormentas. Algo que estaba pronosticado dentro del esquema de auges y caídas de un mercado sensible a tantos e imprevisibles factores de riesgo.

No es lo mismo gerenciar una cantina de cuartel que un país en extremo complicado, y más cuando no se tiene la formación adecuada para darle respuesta a la crisis y desde luego a las sorpresas del mercado. En la misma medida en que la dependencia del mercado petrolero nos obligaba a ser cuidadoso y estimular las previsiones, en esa misma medida el gobierno militar se extralimitaba en sus fantasías y sus proyectos inalcanzables.

Y lo peor es que al despilfarro interno se unió un proyecto político latinoamericano que impulsaba Fidel Castro disfrazado ahora de oveja democrática.

Lo malo de todo esto es que el proyecto de Fidel solo se podía financiar con petróleo venezolano. Con esa costosa hemorragia demagógica y esa política mercenaria pagada en petrodólares para crear como héroe de los pobres al difunto comandante no era posible construir una Venezuela nueva y ejemplar.

Al difunto le tendieron la cama todos los gobiernos ineficientes, menesterosos y corruptos. Tendieron la mano para recibir la limosna pero nunca, cristianamente, les devolvieron a los pobres una mínima parte de lo recibido en solidaridad “revolucionaria”. Al contrario, fueron directamente a los bolsillos de Ortega y su mujer en Nicaragua. Y ni se diga de las islitas del Caribe, en las que por lo menos 70% de la ayuda va al bolsillo particular de los “primeros ministros”.

Maduro aplaude hoy que le hemos pagado al imperio, que derrotamos a Trump. No, Nicolás, a otro perro con ese hueso, ya somos grandecitos, decentes y vacunados contra las mentiras. Tú estás pagando con los dólares que has dejado de invertir en comprar medicinas y alimentos. La deuda la pagas con la desgracia de tu pueblo.

El imperio te llevó a un dilema económico, pero te equivocaste; es moral, es ético, es humano. En el altar de la deuda has sacrificado a miles de niños, a centenares de infantes desnutridos que no tendrán futuro, a ancianos que agonizan sin medicinas, a hipertensos que mueren por ACV, a mujeres que paren abandonadas en los pasillos de los hospitales. Te felicito, pagador de la deuda.


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