La manera frívola, y por demás irracional, con la cual el gobierno está manejando el uso de la violencia para tratar de contener las manifestaciones públicas de rechazo a la desvergonzada propuesta del señor Maduro de fabricar una nueva constitución, ha tomado un nuevo giro con la reciente revelación sobre el uso inmediato de francotiradores por parte de la FANB contra los ciudadanos indefensos.

Como es posible deducir en lo inmediato, el hecho mismo de pensar en semejante medida desquiciada y sangrienta en sí misma sólo puede tener su origen en alguien que desprecia la vida humana y más aun, la de sus propios compatriotas. Ordenar cazarlos uno a uno, con un moderno armamento, como si fueran animales salvajes no se le ocurre a nadie que esté en sus cabales porque convertiría de inmediato a un soldado en un despiadado asesino en serie.

Y decimos asesino en serie porque va a disparar contra seres humanos desarmados, incapaces de defenderse por ser pacíficos civiles, honrados ciudadanos que están en la calle exigiendo sus derechos y expresando su rechazo a un acto brutalmente inaceptable como lo es la destrucción de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y su reemplazo por una carta magna adulterada en su forma y su contenido para que coincida con los interés de la camarilla civil y militar que rodea a Maduro.

Los soldados no deben disparar contra civiles desarmados, y si así lo hiciesen dejan de ser militares y pasan a ser simples y oscuros cómplices de quienes les dan las órdenes. Es decir, los iguala ante la ley con cualquier pandillero que pasa en una moto y dispara al primero que encuentra en su camino. No sabemos qué está pasando con el honor militar, y resulta difícil entender que se haya resquebrajado de la noche a la mañana.

Al contrario de lo que piensan algunos de sus jefes ya contaminados por el odio político, los civiles que han marchado durante 52 días seguidos nunca han apelado a las armas de fuego, aunque los agentes del gobierno se empeñen en mentir sobre esta conducta pacífica. Y no van a hacer uso de armas porque nadie quiere más violencia y más muertes. Son demasiadas las provocaciones por parte de los oficialistas que, faltándoles el respeto a las fuerzas armadas, han entregado armas provenientes del parque nacional a bandas criminales que, amparados en una supuesta lealtad a Chávez, patrullan zonas de la ciudad como si estuvieran autorizados a ello.

Todos recordamos lo que sucedió en Puente Llaguno y sabemos también la engañifa que armaron los cubanos y el oficialismo para que pareciera un crimen de los manifestantes. La osadía de cambiar los hechos que habían presenciado decenas de miles de personas no tiene parangón en nuestra historia.

Si los oficiales de las fuerzas armadas aceptan el uso de francotiradores para matar gente inocente estarían firmando un pacto con el diablo. Basta con fijarse en lo que sucede con la Guardia Nacional Bolivariana, hoy destruida moralmente en poco tiempo y cavando día a día su propia tumba. Maduro hizo de esta institución su escudo y se ocultará detrás de ella para justificar las muertes que hoy ocurren.        


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