Los políticos venezolanos de oposición han hecho un gran trabajo más allá de nuestras fronteras. La tragedia del país forma parte de la agenda internacional debido al esfuerzo de muchas voces calificadas que la han expuesto en foros de importancia en otras latitudes. La tragedia habla por sí sola y es capaz de conmover los sentimientos de comunidades lejanas, pero hace falta el empeño de quienes la divulgan sin cansancio para que no deje de estar presente.

Divulgan una peripecia personal, desde luego, porque han sufrido en carne viva los horrores de la dictadura y han debido tomar el camino del exilio, pero, a la vez, han traspasado los límites de lo individual para transmitir un dolor colectivo, un mal que afecta a la mayoría del pueblo. De allí lo encomiable de su labor, gracias a la cual el país no ha dejado de estar en las discusiones grandes y pequeñas de la mayoría de los países occidentales.

Hoy hacemos desde aquí particular referencia al caso de Leopoldo López Gil, porque no ha desmayado en la faena de comunicar los desastres venezolanos y de hacer que se consideren en altas escalas de la política europea, especialmente en España. Sabemos de sus constantes apariciones en la prensa escrita y en la televisión, de sus giras por el continente europeo, de su promoción de esfuerzos editoriales y de su participación en numerosos eventos que los exiliados promueven por la causa de la libertad. Ha sido una faena fructífera.

El hecho de que haya sido incluido en las listas del Partido Popular de España como candidato a diputado al Parlamento Europeo, es un reconocimiento de su actividad y un merecido premio por lo que hace por su patria. En los avatares de una campaña electoral caracterizada por la incertidumbre, el Partido Popular pudo escoger a otra figura más conocida por los electores del contorno, más antigua y experimentada en el brasero de la política local, pero colocó sus ojos en una figura madurada entre nosotros para pedirle que lo acompañe en una contienda de evidente trascendencia.

Que López Gil forme parte ahora de la vanguardia española, que figure en la nómina estelar de una justa democrática fundamental para el destino de España y para los problemas de la Unión Europea, es fundamental para la causa de la democracia venezolana. No solo se ha reconocido un esfuerzo personal, sino también el entuerto de los padecimientos venezolanos que han encontrado en él un lúcido portavoz. Las ocasiones de seguir ventilado el caso nacional aumentan por el llamado que le ha hecho una de las organizaciones fundamentales de la península. Un soporte de indiscutible fortaleza se agrega a los que ya ha tenido la oposición en tierras extranjeras.

Leopoldo López Gil ha sido figura primordial de esta casa, directivo y autor de antiguo arraigo en el periódico en sus momentos estelares y en sus horas más oscuras. De allí que El Nacional se sienta orgulloso de su nominación y lo exprese en medio de sincero regocijo, porque no solo redundará en beneficios para el trabajo que hacemos aquí rodeados de aprietos, sino también en provecho para el empeño de que Venezuela recobre la democracia que ha perdido.


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