La más extendida arma de la narcodictadura contra el pueblo de Venezuela es la administración del hambre. No hay un ápice de retórica en esta afirmación. Ahora mismo, más de 75% de las familias venezolanas no disponen de los ingresos para pagar la canasta básica. Pero eso ya es mucho decir: no disponen de los recursos necesarios ni siquiera para malcomer. El sello alimentario distintivo de la Venezuela de hoy es doble: cantidad insuficiente de alimentos, alimentación cada día de peor calidad. De lo que estoy hablando es de una combinación fatídica de hambre y desnutrición.

Los hechos están a la vista. Hablo de datos  inequívocos. Personas que han perdido hasta 10 kilos, en los últimos 8 meses. Multiplicación de la mendicidad en todas las ciudades. Niños menores de 6 años de edad que literalmente mueren de hambre. Familias enteras que se han visto obligadas a eliminar una y hasta dos comidas al día. Cifras que ya comienzan a mostrar las secuelas irreversibles de la desnutrición, en sus múltiples impactos: disminución de los promedios de peso y talla; aumento del ausentismo escolar; incremento de las cifras de morbilidad y mortalidad infantil; dramáticas escenas de niños que caen desmayados en sus escuelas, porque no tienen ni siquiera un pedazo de pan qué comer.

El daño causado trasciende lo que vemos a primera vista. Eso hay que decirlo. En todas las regiones del país hay niños cuyas condiciones de vida son las peores que podamos imaginar: apenas se alimentan; cuando se enferman, sus procesos de recuperación son duraderos o no ocurren nunca; sus indicadores de rendimiento escolar decrecen de un período al siguiente: son niños y jóvenes sin futuro visible, entregados a los padecimientos del presente.

Esta hambruna, esta economía de guerra, esta combinación de escasez y de hiperinflación son el resultado de una política creada por Chávez y continuada por Maduro. La responsabilidad de los sufrimientos del hambre es exclusiva de la visión patógena, farisea y corrupta de la economía. La guerra económica no es sino una invención que solo los ignorantes aceptan. Y esto hay que decirlo, repetirlo y explicarlo: el verdadero y único propósito de centralizar y controlar el sistema productivo nacional ha sido el de robar todo cuanto sea posible la renta petrolera. El control de cambio ha tenido como su objetivo esencial el asalto masivo y sistemático de la renta petrolera. En el alto gobierno, en el Alto Mando Militar, en las líneas de mando de los poderes públicos, predominan los ladrones. Este no es solo un régimen ilegítimo, ilegal, fraudulento, represor, torturador y corrupto. Es, en su mentalidad promedio, un colectivo de ladrones. Una siniestra banda de canallas. Esto, respetables lectores, lo reconocen los ciudadanos decentes del PSUV y de otras agrupaciones que también son castigados por las políticas del hambre.

Porque toda esta política tiene como finalidad someter a la sociedad venezolana. Humillarla. Imponerle el silencio: quien no agache la cabeza, quien no asista a la concentración con una franela roja, quien ejerza públicamente la crítica al gobierno será condenado al hambre. No recibirá la bolsa CLAP. O dejará de recibirla en cualquier momento. El chavismo-madurismo usa el hambre como la herramienta principal de sometimiento. En su trasfondo, las bolsas CLAP guardan la misma lógica de las balas, las bombas lacrimógenas y los programas de tortura: despojar de dignidad a los ciudadanos, impedir que protesten, lograr que sus vidas se reduzcan a la lucha por un plato de comida.

En las últimas semanas, algo ha cambiado en el mundo con respecto a Venezuela: no solo hay una comprensión más profunda y una solidaridad más activa, sino que las magnitudes y alcances de la corrupción están logrando una visibilidad que no tenían. A ello no solo ha contribuido el coraje de Luisa Ortega, sino también la acción de centenares de periodistas, de ciudadanos exiliados, de organismos de inteligencia, de centenares de instituciones que están rastreando el que será conocido como el mayor asalto a los bienes públicos en la historia de la humanidad, cuyo primer capitán fue el teniente-coronel.

Y aquí vuelvo a la cuestión del hambre. ¿Por qué el estado del hambre no encuentra solución en nuestro país? ¿Por qué esta empeorando? ¿Por qué los expertos pronostican un agravamiento de la situación actual? Porque no hay verdaderas políticas ni de producción ni de importación de alimentos. Lo que hay es un montón de uniformados, personeros del alto gobierno y empresarios inescrupulosos haciendo negocios con el hambre: importando con sobreprecios; recibiendo divisas por compras que no existen; adquiriendo alimentos vencidos, a precios irrisorios, que les venden a sus socios gubernamentales como si fuesen alimentos de lujo. En Venezuela se usa el hambre para ganar comisiones, inventar facturas o comprar con sobreprecio. El hambre es, ahora mismo, el gran alimentador de la corrupción en Venezuela.

Pregunto a los lectores: ¿cree alguien que esta política no será castigada? ¿Que los negocios del hambre quedarán impunes? ¿Que los responsables de castigar a generaciones enteras de venezolanos no pagarán por sus crímenes? Mi respuesta es categórica: pagarán. Y pagarán muy pronto.


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