En vista de que nadie en Venezuela le presta atención, más allá de los enchufados de siempre, a Elías Jaua no le quedó más remedio que tragarse su orgullo (¿lo habrá tenido alguna vez?) y acudir cabeza gacha y como cordero al degüello a la sede de la Conferencia Episcopal Venezolana. Dijo días atrás que en vista de que la Conferencia Episcopal no aceptaba la invitación que le había formulado, no le quedaba más remedio que ir por sus propios medios a “explicarle” a los obispos en qué consistía la iniciativa propuesta por el señor Nicolás Maduro.

Con este acto, Jaua no hace sino confirmar lo que todo el mundo sabe menos la camarilla de civiles y militares que quieren seguir en el poder a toda costa, incluso pasando por encima de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela: la propuesta de Maduro no ha calado ni calará entre los venezolanos porque la consideran, y con toda razón, otra de las tantas engañifas de los maduristas. Y eso es lo peor de este gobierno cuando se niega a aceptar que carece de credibilidad y que solo consigue cierto apoyo cuando lo compra con aumentos de sueldo y bolsas de comida. Un apoyo efímero por lo demás ya que le obliga a vigilar y castigar a quien habiendo recibido las dádivas no las retribuye políticamente.

Jaua visitó a los obispos a sabiendas de que tenía la batalla perdida y que saldría de allí con más coscorrones que un muchacho indisciplinado. Pero tanto insistió Maduro que no le quedó otra alternativa que complacerlo, aunque impuso la condición de que por lo menos lo acompañaran algunas de las mentes más lúcidas del madurismo, nada menos que el nuevo rico Aristóbulo (yate incluido), el ex fiscal Isaías Rodríguez (el más embustero en toda la historia del Ministerio Público), Adán Chávez, el Judas que traiciona la Constitución por la que tanto luchó su hermano Hugo, y la ex diputada  Noelí Pocaterra.

Una verdadera “craneoteca” de los genios, insignes venezolanos de amplia obra publicada y reconocida en los más prestigiosos centros de estudio de todo el mundo, la crema y nata de la intelectualidad madurista, sabios que solo el egoísmo del imperio se niega a reconocer.

A pesar de las tropas de refuerzos, el pobre Jaua salió con las tablas en la cabeza y no era para menos. Si se repasa solamente un poco lo que le dijeron los obispos se entiende que, por mucho esfuerzo que hiciera, saldría cabizbajo y arrepentido de la trampa que le había tendido el propio Maduro. No se necesitaba ser adivino para saber que la Conferencia Episcopal Venezolana iba a rechazar de plano las boludeces imaginadas por Miraflores: no a la redacción de “una nueva Constitución en el marco de la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente”. Lo necesario es que la actual Constitución se cumpla a cabalidad.

Otra razón que dieron los obispos es muy sencilla pero de un inmenso peso político: “Lo que el país necesita son elecciones”. Y eso es precisamente lo que Maduro quiere evitar porque la gente no lo quiere, está harta de él, de sus payasadas en televisión, de su escasa visión política y de su inaceptable sumisión ante el poder de un país extranjero, de ser un colaboracionista de los cubanos, y eso es imperdonable. Por eso, entre otras cosas, será juzgado por la historia y por los venezolanos.


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