Los periodistas que estaban de guardia ayer en la redacción de este diario dieron un salto en sus puestos de trabajo –y no era para menos– cuando leyeron en las pantallas de sus computadoras un cable de la agencia española Efe que revelaba que en la nueva Constitución que se discute en La Habana se elimina “el término comunista y se abre las puertas al matrimonio homosexual”.

La verdad es que ya no se puede creer en nadie ni en nada, y después surgen por allí unos pasmarotes que se quejan de que la oposición venezolana no se pone de acuerdo en una cuestión tan fácil como lo es la unidad. Como diría un andino, en Venezuela la gente se cambia de sexo con una facilidad insólita, mientras que el resto de la gente del común no se atreve, por miedo o timidez, a cambiarse de butaca en el cine durante una función.

Pues ahí tiene un ejemplo que Venezuela y el oficialismo deberían copiar. Si Cuba es el modelo (y nos estamos muriendo en el intento de llegar a ser la “isla de la felicidad”) entonces ¿qué nos impide apartarnos del comunismo cubano y marchar a su lado castristamente hacia una economía de mercado y una revolución sexual que se expanda no por uno sino por muchos Vietnam, como proclamaba ese exquisito ideólogo y pésimo guerrillero llamado el Che Guevara, experto en matar a gente amarrada al poste de fusilamiento.

Lo histórico de todo esto es haber tenido la oportunidad de ver cómo se tragan sus propias mentiras y cómo hacen maromas de circo para ocultar que están retrocediendo y traicionando a sus viejos héroes que, impúdicamente, lanzaron a tanta gente joven a las montañas donde, con esfuerzos sobrehumanos y heroísmo sin par, combatieron a pesar de que intuían que las posibilidades de triunfo eran prácticamente nulas.

Cuando Nicolás Maduro, como siempre, mete la pata y dice que en el campeonato Mundial de Fútbol ganó África y no Francia, habría que preguntarle si alguna vez y por casualidad supo de lo escrito por el Che Guevara durante su fracasada aventura en África y de lo que pensaba de los combatientes africanos. Sus palabras fueron duras e implacables al punto de que decidió abandonar su proyecto en esa parte del continente negro.

Hoy habría que preguntarse si la herencia que el nuevo presidente Miguel Díaz-Canel, designado a dedo por Raúl Castro, como Hugo Chávez escogió (eso dicen los cubanos) a Nicolás Maduro, una cuestión extraña porque un militar solo confía en otro militar, no será una misión fácil que carece de especial apoyo entre la cúpula militar cubana y su red de inteligencia. Muchos avizoran el desempleo. 

Díaz-Canel está rodeado no solo de viejos miembros del buró político sino de los familiares cercanos de Raúl Castro, gente más joven y abierta a otras propuestas pero igual de egoístas en su posesión exclusiva del poder. Recordemos los padecimientos de Nikita Jruschov y luego de sus sucesores. Transcurrió un largo tiempo hasta la llegada de Gorbachov y de Yeltsin, que gracias a Dios era borrachín y eso facilitó las cosas.

En Cuba no será tan fácil, pero el choque de poderes llegará abierta o secretamente, puede que tarde pero llegará. Y el destino de Venezuela estará ligado a ese ajedrez que juegan pillos de alto vuelo político.


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