Han comenzado contactos en Noruega para la solución del conflicto venezolano. Las caras largas se han hecho presentes ante el anuncio, la desconfianza generada por encuentros anteriores que se destinaron al mismo fin en otros escenarios y terminaron en fracaso o permitiendo que la dictadura los aprovechara para apuntalar su hegemonía, han ocasionado suspicacias infinitas que merecen los comentarios que se intentarán ahora.

En primer lugar, conviene afirmar que la magnitud de la hecatombe padecida por la sociedad venezolana requiere salidas inmediatas. Urge cada vez más convencer a la dictadura de lo improcedente de su continuismo, y de cómo le conviene salir de un atolladero que se le hace más profundo mientras permanece en su empecinamiento de dominar al pueblo por el miedo y por la fuerza. En segundo lugar, se debe insistir ante la dirigencia de la oposición, y ante los extremistas opuestos a los acercamientos con los voceros de la usurpación, en que lo peor ante situaciones extremas como la que padecemos es presenciar o promover su alargamiento sin pensar en soluciones que puedan concretarse sin llegar a la violencia. De allí la necesidad de mirar sin carreras ni exigencias exorbitantes el empeño que ahora se desarrolla en Noruega.

El gobierno noruego, nuevo en la plaza de nuestras hostilidades, ha ofrecido caminos que pueden llevar a esperadas y necesitadas concordias. El grupo de contacto de la Unión Europea se ha entusiasmado con la iniciativa y ofrece su compañía. Los gobiernos del Grupo de Lima, que han apostado desde su constitución por desenlaces alejados de la confrontación, miran la iniciativa con buenos ojos y se quieren subir al carro. Partidos de nuestra oposición que habían manifestado reservas ante lo que se comenzaba a cocinar en Oslo, o que ni siquiera estaban enterados de cómo iba el menú, están dispuestos ahora a colaborar con sus ideas y con su presencia. Es un panorama auspicioso, por lo tanto, que merece, en el más extremo de los casos,  la paciencia de la colectividad.

El presidente Guaidó ha sido claro ante estos contactos que gente de su confianza ha propiciado. Ha asegurado en actos públicos que las conversaciones iniciadas en Noruega no significan, bajo ningún respecto, la renuncia a los principios y a las acciones que ha puesto a marchar junto con sus colegas de la AN desde el 23 de enero pasado. También ha asegurado que el ensayo que ahora se lleva a cabo no guarda ningún vínculo con experiencias anteriores que terminaron en descalabro, que dividieron a la oposición y permitieron que la dictadura aliviara sus aprietos. Son palabras que debemos sopesar antes de lanzarnos de bruces en el seno de la bandería anti-Noruega.

Es tan arduo el rompecabezas venezolano, tan alejado de soluciones mágicas y tan movido por intereses que antes no formaban parte de su médula, que los aires noruegos traen una posibilidad que no debemos ver con indiferencia ni con desconfianza, mucho menos con exagerada beligerancia. Bienvenidos sean esos aires, si permiten que el usurpador entre en razón y se marche a otra parte con sus peroles y con lo más deleznable de su equipo.


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