Los expertos en opinión pública han manifestado su perplejidad frente a las cifras de abstención en las elecciones municipales, suministradas por el desprestigiado Consejo Nacional Electoral. Los especialistas en encuestas, especialmente los que las hacen con meticulosidad  para salvaguardar su prestigio y para no quedar mal con el cliente, dudan de los datos divulgados por el máximo organismo electoral sobre la cantidad de votantes que contaron cuando concluyó  el evento comicial.

Desde luego, no hablan de fraude, pese a las coacciones y al ventajismo de los activistas de la dictadura, sino de un ocultamiento de datos llevado a cabo a propósito. La abstención expuesta por el Consejo Nacional Electoral no refleja lo que sucedió de veras, aseguran. El desierto pronosticado en las semanas anteriores no se puede medio poblar sino solo por obra de un milagro, es decir, gracias a la influencia de un evento que difícilmente se puede realizar en una escena que no lo espera.

Sin excepciones a la vista, sin novedades capaces de cambiar el rumbo de los acontecimientos, sin la posibilidad de fenómenos imprevistos, solo una inflación expresa de las estadísticas puede producir sorpresas. Tal es la advertencia de los especialistas en la materia.

Pero, ¿por qué la necesidad del maquillaje?, ¿por qué llevar los números al salón de belleza para que tengan buen semblante?, ¿por qué meterlos en un círculo de engorde antes de mostrarlos en la pantalla? La indiferencia de la ciudadanía conspira contra la necesidad que tiene la dictadura de mostrar fortaleza. La apatía de la sociedad no es una señal de apoyo para el régimen, sino todo lo contrario. Una población indolente es lo menos que pueden necesitar los deseos de continuismo que ya ha asomado el dictador.

Tal vez lo favorezca debido a que sugiere una posibilidad de ausencias de resistencia, pero, a la vez, lo coloca frente a una evidencia de desapego colectivo que es lo peor que puede suceder en el arranque de una campaña por la reelección presidencial.

En consecuencia, para que no quedara desnudo, para evitar la exposición general de sus vergüenzas, el Consejo Nacional Electoral que transmitió los datos de abstención quiso presentar a Nicolás Maduro medio vestido. Así puede empezar entre trancas y barrancas, más o menos parapeteado frente a un zarzal, protegido por una colorada hoja de parra, el trabajo para una segunda entronización.

La situación no solo debe preocupar al candidato del continuismo y a sus menguadas huestes, desde luego. La reciente abstención revela un divorcio de la población frente a los planes políticos que se han planteado recientemente, o ante los proyectos de la dirigencia, sea ella cual fuere, que debe conducir a profundas reflexiones.

La calma no quiere ni puede ser calma hasta la consumación de los siglos, pese a que se tapen sus rasgos en la cúpula. La apatía se vuelve actividad cuando se resiente porque la juzgan de manera equivocada, o porque la disfrazan de prisa y por las malas.


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