En Venezuela, la situación económica es un tema recurrente que no se puede evadir. Aquella economía nacional, una vez próspera y prometedora, está estancada en una situación lamentable desde hace años, mientras nuestros jóvenes emprendedores luchan por salir adelante en medio de un escenario desafiante, que no siempre conduce a un final feliz.

La falta de estímulo, la ausencia de inversión privada y la escasez de oportunidades de empleo, tanto en el sector público como en el privado, son signos alarmantes de un sistema que necesita ser revitalizado.

Es evidente que en el corazón de esta crisis se encuentran muchas frustraciones que hemos transitado como país. Entre ellas, destaca el sector de la construcción, una piedra angular en el desarrollo económico de cualquier nación.

Lamentablemente, estamos muy lejos de ser la pujante nación que muchos recordamos, donde aparecían obras públicas y privadas nuevas todo el tiempo. Esto es un termómetro preciso que nos permite afirmar que las cosas no están bien, y las consecuencias se sienten en todos los ámbitos de la economía.

La dependencia histórica de Venezuela en los ingresos petroleros se ha revelado como una vulnerabilidad crítica. El presidente Rómulo Betancourt advirtió hace décadas sobre los peligros de centrar la economía en una sola fuente de riqueza: el petróleo. Hoy, estamos pagando las consecuencias de no haber diversificado nuestra base económica.

También entre los grandes venezolanos que nos advirtieron del garrafal error que se veía venir en el horizonte, hay que mencionar al enorme humanista que fue don Arturo Uslar Pietri, el mismo que acuñó la famosa frase «sembremos el petróleo» en 1936 y señalaba: “Cuando dije «sembrar el petróleo», quise expresar rápidamente la necesidad angustiosa de invertir en fomento de nuestra capacidad económica el dinero que el petróleo le producía a esta Venezuela, por tan largo tiempo desvalida”.

La industria petrolera, que una vez fue el motor de nuestro progreso, ahora enfrenta tiempos difíciles. Ni siquiera ella es capaz de mantener la productividad que solía tener. La baja en la producción y los desafíos diversos han dejado a la otrora próspera industria esperando por los tiempos mejores que merece y que nos podrían servir como el motor para diversificar nuestra infraestructura, nuestros ingresos, nuestros conocimientos.

Ante esta realidad innegable, es urgente que Venezuela emprenda un camino de diversificación económica. No podemos depender exclusivamente de los altibajos del mercado petrolero, especialmente en un contexto mundial cada vez más volátil. La visión de Betancourt y Uslar cobra vigencia, y la necesidad de explorar nuevas fuentes de ingresos se hace imperativa.

La diversificación económica no solo es una necesidad, sino también una oportunidad. Explorar y apoyar nuevos emprendimientos en sectores como la tecnología, la agricultura sostenible y las energías renovables puede abrir puertas a la innovación y al crecimiento.

Estamos hablando de sectores que han probado su capacidad de dar la cara sobradamente por el país y su gente. Sectores tan generosos que, seguramente, nos brindarían bienestar y prosperidad apenas les pongamos un poco de cariño.

Este avance es clave para disminuir la dependencia de la actividad petrolera, lo que nos permitiría afrontar posibles contratiempos futuros en ese sector de manera más atenuada.

Sin embargo, esto no implica abandonar la industria petrolera a favor de otros sectores económicos. Al contrario, el desarrollo robusto de nuestra principal industria debe abordarse con determinación, ya que constituye nuestra principal fortaleza y la base para impulsar la diversificación productiva.

La diversificación es desafiante esencial. Requiere el compromiso conjunto de la sociedad, incluyendo gobierno, empresas, inversionistas, trabajadores, instituciones académicas, profesionales, organizaciones no gubernamentales y la población en general.

Además, se necesita establecer objetivos realistas y claros, respaldados por una estrategia bien elaborada. Es fundamental definir reglas de juego coherentes y permanentes, garantizar la seguridad a quienes tomen riesgos, y asumir liderazgos.

En resumen, se requiere la implementación de un plan integral de desarrollo económico, social y político a corto, mediano y largo plazo, respaldado por la mayoría y ejecutado de manera sistemática y sostenida.

Es el momento de fomentar un ambiente empresarial saludable, donde la confianza y la inversión florezcan, generando nuevas oportunidades de empleo y fortaleciendo la base económica del país.

Venezuela está en una encrucijada económica que requiere decisiones audaces y visionarias. La diversificación no es solo una opción, es la clave para construir un futuro sostenible.


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