Hay ciertas características, ciertos atributos del panorama social y laboral, que aun en un momento tan confuso e incierto como el que atraviesa el mundo, tienden a abrir espacio a la esperanza sobre la cual podemos posarnos en momentos de inquietud.

Y aunque resulte un concepto abstracto y complicado de definir, la Economía Creativa guarda muchas de esas características que referimos. Por eso, insistimos en apostar a ella como un factor fundamental de dinamización y desarrollo, en este momento y una vez superada la crisis de la pandemia covid-19, sobre todo en nuestra región latinoamericana.

Son muchas las instituciones que se han especializado en gestionar y documentar la evolución de esta arista de la actividad económica en el mundo. Incluso hay estudios que demuestran el alto índice de aporte de la Economía Creativa al producto interno bruto de un país, la cantidad de plazas laborales que ofrece, la capacidad de adaptación que facilita en tiempos tan cambiantes. Una de esas instituciones que ha puesto el foco en nuestra región, es el Banco Interamericano de Desarrollo, y desde allí se llevan adelante estudios actualizados de varios países de la región latinoamericana, que permiten llevar el pulso al comportamiento de las industrias culturales y creativas.

Seguramente, es el concepto formulado por John Hawkins, uno de los pioneros en estudiar a profundidad este tema, el que quizás más se acerca, al momento de complacer la duda que genera algo tan abstracto y complicado de encasillar. Hawkins define la Economía Creativa, o Economía Naranja, como “el conjunto de actividades que permiten que las ideas se transformen en bienes y servicios culturales, y cuyo valor estará determinado por su contenido de propiedad intelectual”.

Y aunque tendemos a pensar, que estamos hablando entonces de aquellas ideas asociadas exclusivamente al mundo artístico cultural, por su innegable capacidad de expresar un sentimiento y de unir a sociedades enteras, lo cierto es que hoy nos encontramos con que la cultura y la creatividad están presentes en muchas otras ramas de los procesos de producción, en la medida que fungen de catalizadores del desarrollo y de soluciones prácticas que optimizan las recursos disponibles.

La Economía Creativa se convierte entonces en un factor determinante al momento de desarrollar políticas públicas con la intención de sistematizar, institucionalizar y organizar, lo que vendría a ser uno de los recursos renovables más prometedores en nuestros países latinoamericanos. Y de manera muy sencilla, paso a plantear dos de los atributos que pueden aclarar más esta afirmación: creatividad y sostenibilidad.

La creatividad, materia prima y renovable de la Economía Creativa

No queda duda de que la capacidad de generar soluciones responsables, conocer el detalle de la situación que enfrentamos y manejar datos precisos del entorno, son el verdadero petróleo del siglo XXI. En medio de la cuarta revolución industrial, nos enfrentamos a la automatización de funciones productivas, la digitalización de servicios, la sustitución de puestos de trabajo humano por robots, la creatividad se posiciona como un recurso de gran valor, básicamente porque no puede ser sustituida fácilmente por máquinas o elementos tecnológicos.

De hecho, desde el Foro Económico Mundial se anuncia a la creatividad como una de las tres características imprescindibles para los trabajos del futuro, junto a la capacidad de resolución de problemas y el pensamiento crítico, a partir de 2020 y en adelante.

Definitivamente, los trabajos con menor riesgo de ser sustituidos por procesos digitales, serán aquellos que involucren un alto contenido de creatividad, y en ese sentido, seremos testigos de nuevos trabajos que se desarrollarán en torno a este atributo y que serán cada vez específicos, por ejemplo en las áreas de videojuegos, diseño, cine, música, gastronomía, moda, pero incluso también en los campos dedicados a la salud, la ciencia y la tecnología.

La sostenibilidad, compromiso responsable con el entorno

En términos económicos, según comenta el estudio consultado del BID, la creatividad, a diferencia de otros recursos, crece en vez de disminuir a medida que más se utiliza. Es decir, es efectivamente un recurso renovable e inagotable, que permite potenciar la actividad económica reactivando localidades, generando centros de desarrollo creativo, atrayendo inversión por medio del turismo y la oferta cultural, de ocio y esparcimiento de una ciudad. Vemos ejemplos de esto en ciudades que vivieron el incremento de su actividad económica gracias a la incorporación de la creatividad en el ADN de sus dinámicas, como Bilbao con el Museo Guggenheim, el Distrito Creativo de Buenos Aires, la movida de festivales y encuentros culturales en todo el mundo. Y aun cuando hoy la tendencia es pensar que muchas de estas actividades se verán afectadas luego de la crisis del covid-19, lo cierto es que somos seres sociales y siempre conseguiremos la manera de volver a compartir el espacio público… he allí otro desafío para la creatividad, ¿no creen?

Ahora bien, en términos de sostenibilidad e impacto en el medioambiente, vemos cómo muchas de las acciones de la Economía Creativa, al ser producto de procesos creativos de los individuos, enfocados en la expresión interna, la mejora de condiciones o la solución de algún problema, son intangibles. Esto tiene un lado muy positivo si pensamos en la disminución de la afectación ambiental y la preservación del entorno en el que vivimos. Sin embargo, también tiene un lado menos favorable, cuando tratamos de definir normas homologadas que faciliten su medición, evaluación y control. En todo caso, sigue siendo más beneficioso lo primero.

Finalmente, en términos sociales, la Economía Creativa fortalece el arraigo histórico y cultural, la identidad local de las comunidades, y permite que su talento y diversidad cultural se conviertan en un servicio o en un producto de sustento e incluso de exportación, cuando se instrumentalizan de manera más formal los procesos creativos. Uno de los hallazgos en relación al carácter inclusivo del hecho creativo asociado a la sostenibilidad tiene que ver con dos poblaciones desatendidas en nuestra región, cuando hablamos de oportunidades de puestos de trabajo. Por un lado, la cantidad de puestos de trabajo que ofrece a jóvenes entre quince y veintinueve años, dato que sirve a las academias y universidades al momento de desarrollar nuevas rutas y contenido de aprendizaje, y por el otro lado, lo mucho que favorece la participación de las mujeres, cuando se compara el emprendimiento en general versus el emprendimiento creativo, se incremente en 13% la cantidad de mujeres en el segundo.

En resumen, nos encontramos pues frente a la posibilidad de fomentar de manera sostenible, la capacidad que tiene nuestra región en general, y nuestro país en particular, para hacer de la Economía Creativa un pilar de desarrollo que permita potenciar nuestra identidad y nuestra herencia cultural, que convoque a aquellos que están más excluidos de los sistemas formales, como los jóvenes y las mujeres, que destaque el talento creativo al servicio de todas las áreas de crecimiento económico, y finalmente, que sea responsable con la protección del entorno en el que vivimos.

Fuente de consulta: BID.

@albeperez


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