En el contexto mundial actual de guerra de invasión hacia Ucrania y la crisis energética que la misma causa en Europa, hemos visto cómo durante los últimos meses se activa un acercamiento a la dictadura venezolana buscando arreglos que garanticen un supuesto suministro de petróleo tanto al mercado estadounidense como a la congelada Europa, y que, en consecuencia, permita paliar la crisis. Y digo supuesto, porque hasta la misma empresa americana más directamente beneficiaria de estos acercamientos ha indicado que la infraestructura petrolera venezolana está en tan mal estado, y su producción es tan exigua, que tardará años en poder convertirse de nuevo en un proveedor de importancia mundial, cuyo porcentaje en el mercado global sea significativo. Por lo tanto, de lo anterior se puede derivar que, o bien el mundo occidental está pensando que la guerra va a durar mucha más que un invierno, o que sus consecuencias, incluyendo la crisis energética, van a prolongarse en el tiempo. Lo cierto es que en el escenario geopolítico actual que nos conduce a ese nuevo balance de poder donde Rusia y China pueden jugar un rol mayor frente a Europa y Estados Unidos, éstos últimos se defienden o reaccionan ante estas variables reforzando alianzas anteriores y creando otras nuevas con gobiernos antagónicos, incluyendo a Venezuela, país que posee 20% de las reservas mundiales de petróleo (así sea pesado o extrapesado, y su infraestructura operativa esté en el piso).  Consecuentemente, hasta que se consiga una fuente alternativa de energía, Venezuela seguirá siendo una pieza estratégica en el tablero internacional cuando existan problemas que afecten el suministro, y a pesar de que sea un problema menor frente a otros que puedan existir con países cuyas economías son más relevantes.

Entonces, no es de extrañar que tanto países europeos como Estados Unidos hayan presionado a las partes enfrentadas para desbloquear el estancamiento y avanzar en una solución negociada, cuya salida debe ser “liderada por los venezolanos” y desembocar en unas elecciones “libres, justas y verificables”. Este es, pues, el probable telón de fondo en el que se reanudó el proceso de negociación en México el fin de semana pasado y así debe ser entendido para administrar adecuadamente tanto las expectativas como las exigencias.

Ahora bien, esto no quiere decir que la negociación será un proceso expedito de apenas unas semanas o meses. Los propios noruegos han dicho en varias oportunidades que tienen todo el tiempo del mundo (ellos, y probablemente una parte de la casta política, no los venezolanos pasando necesidad ni los presos políticos). Todo proceso de negociación es largo y si se trata de un proceso de paz, de cese de hostilidades, o de transición hacia una democracia, suele ser también bastante tortuoso, con avances y retrocesos, con tiempos de consulta, tiempos muertos, y etapas que desarrollar y superar. Además, en el caso de esta negociación, en sus inicios se acordó una metodología incrementalista que permita ir abordando y avanzando en temas de menor resistencia para crear espacios de entendimiento que permitan, eventualmente, abordar aquellos temas que generan mayor resistencia. Esto quiere decir que se realizarán acuerdos parciales o temáticos que construirán el andamiaje del todo.

En este sentido, la reunión entre las partes en la negociación que se reanudó en México el fin de semana pasado, no es sino el reflejo de una de estas etapas, y no debe confundirse con el resultado final. Por eso, debemos pensar en que cada resultado presentado al público es una fotografía del momento en vez de una película completa.

Que nos guste o no, o incluso, que nos gusten algunos aspectos de lo que nos están presentando y otros no, es otro asunto. Por ejemplo, muchos defensores, activistas, víctimas y familiares de víctimas de violaciones de los derechos humanos, estiman que los presos políticos deberían ser una prioridad de la negociación, y al no haber surgido nada concreto en materia de liberación de los presos políticos, lo ven como una falta de interés de los negociadores, creando una natural animadversión al ejercicio en curso. No obstante esta apreciación, el hecho de que no aparezcan en la agenda, que no se plantee la liberación ni siquiera de aquellos que ya tienen una orden de excarcelación, es muy revelador. Justamente es lo que nos permite deducir dónde pueden estar las mayores resistencias para entonces actuar en consecuencia.

En el pasado he planteado que dentro de la metodología se incluyen aspectos de forma y fondo, como el lenguaje, o las mesas técnicas o temáticas,así como distintas etapas. La primera de estas etapas fue la del acercamiento y construcción de la confianza entre las partes en conflicto, para luego ir identificando los objetivos que persigue cada una, así como las acciones concretas que pueden llevar a la consecución del objetivo final. Esto es,a grosso modo, lo que hemos visto en los últimos años desde aquellas reuniones pendulares en las que el facilitador noruego hablaba con cada parte por separado, hasta la firma del memorándum de entendimiento o del acuerdo más reciente mediante el cual se crea un fideicomiso con los recursos venezolanos (hasta ahora protegidos por los países que reconocieron en su momento al gobierno interino) que serán administrados por la ONU y utilizados para atender la emergencia humanitaria compleja que se vive en el país.

La presencia de Noruega como facilitador sin duda ha aportado metodología al proceso. Al ser así, podemos entonces esperar menos improvisación de la que hemos visto en el pasado y, de mantenerse la presión para que el tema se incluya en la agenda, podemos esperar que los derechos humanos sean abordados en la negociación. Ojalá que como parte de una acción amplia en la construcción de esos peldaños que permitirán alcanzar el objetivo final y no como parte de una lista de presos a quienes liberan porque sus nombres llegaron a la mesa de negociación y son usados como fichas de cambio.No perdamos de vista que actores europeos y estadounidenses que se comunican con quienes en definitiva lograron sentar en la mesa de negociaciones a las partes, saben que las causas que dan origen a las sanciones impuestas a personeros del régimen son las violaciones de los derechos humanos, por lo que para que haya un aligeramiento de cualquier sanción se requieren garantías de respeto a esos derechos fundamentales.

Para finalizar, en los cursos que dicto sobre lobby o negociaciones comienzo siempre con una pregunta: ¿Qué significa éxito para las partes? Porque de eso depende la identificación clara y concreta de lo que perseguimos como objetivo. En el caso que nos ocupa, podemos decir que para el régimen lo sabemos de sobra: la permanencia en el poder de manera impune.

Quiero creer que del lado de la oposición también se ha identificado cuál es la definición de éxito para nosotros, y que los derechos humanos se encuentran entre los objetivos intermedios que puedan servir para construir ese andamiaje que permitirá alcanzar el objetivo final que tantos anhelamos.


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