Nicolas Cage logra que lo que podría ser un papel absurdo, se convierta en una alegoría cuidadosa acerca de la fama en Dream Scenario. Pero más allá de su premisa delirante y luego, levemente terrorífica, está la reflexión acerca de la avidez de nuestra cultura por el reconocimiento y al final, la simple validación. 

Varias de las escenas de Dream Scenario de Kristoffer Borgli transcurren en un espacio atemporal y por completo inexplicable, que dota a la película de un aire surreal. Bien podría ser el inconsciente colectivo, una especie de reacción psíquica en cadena o un escenario neutro en que coinciden las imágenes de todos los durmientes del mundo. Cualquiera que sea la explicación, Paul Matthews (Nicolas Cage) está ahí. No porque lo quiera o lo provoque. Simplemente, su imagen se transforma, en una especie de misterio que a la película no le interesa resolver, en un elemento común en cada persona capaz de dormir y soñar en el mundo.

Por supuesto, se trata de una alegoría a la fama instantánea de nuestra época y el director Kristoffer Borgli, no lo disimula. Pero en lugar de crear una cinta de género (ya fuera el fantástico o el terrorífico, puntos hacia los cuales el guion, también del realizador, se inclina de vez en cuando), lo hace desde un punto existencialista. Nadie sabe con exactitud por qué buena parte de la humanidad sueña con Paul. Primero su círculo más cercano, los conocidos y finalmente, el mundo entero. Lo que parece una onda expansiva de algún fenómeno inexplicable, se convierte, a la vez, en una cuestión acerca del reconocimiento y la validación. Incluso, en la forma en que Borgli imagina a Paul (un profesor universitario maduro, frustrado y con rasgos de agresividad contenida), no hay otra cosa que dolor. Que una angustia pesarosa y muy mundana, que poco tiene que ver con el extraño fenómeno que lo rodea.

Pero en Dream Scenario, la gran cuestión no es el motivo por el cual, todo el mundo termina por soñar con Paul. En realidad, el punto más importante del argumento, es hacia dónde lo conduce ese hilo conductor, vinculado casi por accidente en un enigma mayor. Borgli muestra el trayecto de las apariciones de Paul como un cuento plácido sin resolución. Lo que permite que Cage, veterano de papeles singulares, construya uno de sus mejores. Paul mira situaciones inverosímiles, recorre con paso lento tragedias imaginadas. Pero jamás interviene, jamás otra cosa que ser solo una imagen entre cientos de otras.

Y eso produce un revuelo siniestro aunque vacío. Paul, deslumbrado por el protagonismo — que deseo secretamente buena parte de su vida — de pronto, asume su papel central en un hecho que no controla, pero en cierta medida le beneficia. El guion juega con la idea de la celebridad instantánea como un hilo de circunstancias que se convierten en algo más pesaroso. Paul, que solo es un hombre cualquiera, está ahora, en el lugar más vulnerable y privado de todos los que le rodean. Los sueños, hasta entonces inaccesibles y enigmáticos, son parte de su vida. Aunque no sabe cómo llegó allí, el poder indirecto le seduce y se convierte en centro de su vida.

Cuando soñar es un panorama inquietante 

Freud dijo, en una ocasión, que en lo s sueños habitan paisajes imposibles poblados por enemigos secretos. Una némesis imperecedera que encarna y nutre nuestros temores y esperanzas. Un caldo de cultivo no solo para entender la profundidad de la mente humana — sus heridas, tragedias y asombro — sino también, esa extraña cualidad del hombre de construir sus propios pasajes emocionales. Se trata de un concepto extraño, que sorprendió a los contemporáneos del psiquiatra austríaco, pero que también, delineó esa búsqueda de orígenes sobre los confines de la interpretación psiquiátrica sobre un misterio transcendental de todas las épocas: ¿Por qué soñamos? ¿Qué construye nuestros sueños? Y quizás, algo más inquietante ¿Qué son nuestras pesadillas?

Para su segunda mitad, Dream Scenario toma la idea del dolor y entonces, Paul deja de ser un visitante a imágenes plácidas. De pronto, la aproximación se vuelve terrorífica y un intento de encarnar el miedo. Es entonces, cuando la admiración que despierta, se convierte en terror y después, acoso. No hay nada sencillo Paul, como personaje o símbolo. Desde su vestimenta sencilla, hasta su aspecto de hombre común. El personaje es una extraña mezcla con la que director decidió construir una comprensión durísima sobre la naturaleza humana y sus debilidades.

Gradualmente, Paul se convierte en la enésima concepción del monstruo que habita en la oscuridad de la mente humana. La noción del bien y del mal se desdibujan y quizás por ese motivo, la premisa de la película, se hace más dolorosa que sobrenatural. La presencia de este profesor, que ansió reconocimiento y lo obtuvo de la manera más incompresible, es de un tenor cínico que convierten el acto de soñar en un ritual íntimo, transgredido. Con su amabilidad torpe, su angustia existencial y al final, convertido en una víctima de una circunstancia inexplicable, el Paul de Nicolas Cage representa algo más que el sufrimiento de un mundo capaz de enaltecer y destruir con facilidad. Refleja con una perspicacia escalofriante los lugares más recónditos de la psiquis del hombre. En especial, su necesidad de ser reconocido y amado.

 


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