Recientemente se celebró en el Palacio de las Academias un merecido homenaje al profesor Eugenio Hernández-Bretón, maestro de maestros, maestro de generaciones, padre académico de muchos de nosotros.

Se trató de un merecido, sentido, entrañable y único homenaje al profesor Eugenio Hernández-Bretón en el que se presentó la obra colectiva en su honor en el que participamos 134 profesores del país y del extranjero. El resultado fue una obra de 4 tomos de más de 800 páginas cada uno. El comité encargado de llevar a cabo este trabajo desde abril de 2017 estuvo integrado por los doctores James Otis Rodner, Julio Rodríguez Berrizbeitia, Ramón Escovar León y Claudia Madrid Martínez. A todos ellos mi respeto y admiración por su incansable trabajo.

Solo una muy breve introducción de quién es el profesor Hernández-Bretón: en su parte académica: Doctor en Derecho (summa cum laude) de la Universidad de Heidelberg (Alemania); Master en Derecho (magna cum laude) de la Universidad de Tübingen (Alemania) y de la Columbia University (Nueva York); abogado (summa cum laude) egresado de la Universidad Católica Andrés Bello en Caracas. En su parte docente: decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Monteávila; profesor de Derecho Internacional Privado en la Universidad Central de Venezuela; coordinador de la Maestría en Derecho Internacional Privado y Comparado de la Universidad Central de Venezuela (desde 2009); profesor en la Academia de La Haya de Derecho Internacional. En su ejercicio profesional: destacado litigante y autoridad a nivel mundial de Derecho Internacional Privado.

Cuando digo padre académico de muchos es porque fue tutor de mi tesis doctoral en la Universidad Central de Venezuela. Me acompañó en ese duro trabajo que es la tesis por más de 5 años.

Mi tesis doctoral se tituló “Propiedad privada y Estado de Derecho: garantías fundamentales de la actividad económica del empresario”, la defendí en julio de 2014 y representó un verdadero desafío.

No dedicarse de forma exclusiva al doctorado; ejercer en una firma de abogados entre 2007 y 2014; dar clases en una universidad; y todo eso en Venezuela, no crean las mejores condiciones para un proyecto de este tipo. Pero tercamente insistí en hacerlo y uno de los mayores apoyos para cumplir con este reto fue Eugenio –ya lo menciono por su nombre por el enorme respeto, cariño y admiración que le tengo–.

Confieso que siempre tendré una relación amor-odio con la tesis. Sacrifiqué mucho por ella, me desgastó física y emocionalmente, pero Eugenio está en esa parte de la tesis que rescato del aprendizaje, de la disciplina, de la creación. Aunque se vea todo alemán como siempre digo, nunca faltaron palabras de apoyo cuando el desánimo llegaba.

Gracias a Eugenio que siempre consideró que mi tesis realmente aportaba –cuando admito muchas veces pensé que no y le tuve poca fe- pude superar los escollos metodológicos, los retos de escribir y luego defender una tesis con una profunda inclinación hacia la filosofía liberal, los momentos de “mente en blanco” junto con los momentos de brainstorming. Esta es la calidad humana de Eugenio, no solo fue una importante guía académica en el camino.

He cambiado mucho desde que defendí la tesis en el año 2014. Decidí este año no actualizarla para su posterior publicación. Más bien “desmembré” la tesis, rescaté esas partes con las que todavía me identifico y que hoy en día están en el libro Supresión sistemática de los derechos de propiedad como crimen de lesa humanidad. El caso de Venezuela, que escribí junto con el profesor argentino Ricardo M. Rojas.

El acto homenaje en la Academia fue único y seguramente irrepetible. Solo en un homenaje a Eugenio pudimos ser testigos de una Academia (otrora conservadora con todo lo que conlleva) recibiendo en su recinto músicos de una enorme calidad interpretando a los Beatles y los Rolling Stones. Eugenio no limita sus intereses al Derecho solamente. Amante de la música y de las artes en general.

El acto homenaje en la Academia también fue nostálgico, al menos para mí. A veces muchos de nosotros nos sentimos alejados del Derecho porque este ha sido destruido a lo largo de estas dos décadas. Tampoco ayuda la diáspora actual. Recordemos que en los últimos 3 años nuestras universidades se ven cada vez más solas (ausencia tanto de estudiantes como de profesores). Extrañé a muchos en ese libro homenaje; también extrañé a muchos que escribieron pero no pudieron estar allí. Confieso que es extraño un evento en homenaje a Eugenio sin la profesora Claudia Madrid presente.

Pero a pesar de todo esto, las palabras de Eugenio me devuelven a esa amada academia (de la que a veces me alejo y me refugio en el mundo de los think tanks); a este país que merece nuestros sacrificios y animan a seguir trabajando por la reconstrucción del Derecho cuando toque. Estar en un recinto como la Academia; entre ilustres juristas y profesores; ser testigo de una Academia siempre activa; nos recuerda que también formamos parte de esto y que tenemos el deber de no abandonarlo.

Rock star de la Academia, así le llamó el presidente de esa corporación, el doctor Humberto Romero-Muci, con respeto y admiración porque eso es Eugenio para nosotros. Los que no olvidamos aquella época en que la universidad se detenía por los exámenes de Derecho Internacional Privado. Yo que no olvido esas sesiones semanales por un año de avances de la tesis con Eugenio y la profesora Tatiana B Maekelt. Yo que no olvido sus palabras de felicitaciones cuando consigné la tesis en agosto de 2013, me dijo: aprendizaje mutuo. A pesar de estos duros años, me siento afortunada de haber escogido a Eugenio como tutor de tesis, fue una época difícil pero muy bonita al mismo tiempo.

¡Gracias maestro!

 


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