I have not lost faith» (1) (SHERWOOD ANDERSON, Winesburg, Ohio)

De aquel hombre que no hablaba mucho aprendí por lo menos dos cosas. Tuvo que pasar tiempo para darme cuenta. Aquel desconocido solía buscar la soledad en los tumultos, paseaba a menudo sin prisa, y no parecía disgustarle la compañía de los libros. Como uno de los personajes de «Winesburg, Ohio» llevaba ocupados los bolsillos del pantalón con papeles arrugados y notas escritas.

Como decía, aprendí de él un par de cosas. En una ocasión lo encontré en medio de una discusión en la oficina. El blanco de las acusaciones era él. Y yo pasaba por allí a dejar unos papeles. No quise, porque no era asunto mío, detenerme a curiosear y entender qué estaba pasando allí, a pesar del interés que despertó la actitud entera del hombre. A medida que me alejaba, el tono cada vez más desagradable de las palabras aumentaba las ganas de saber de qué se le acusaba a mi admirado solitario. No hice como la mujer de Lot y seguí mi camino, pensando eso sí, que el hombre no era culpable. Tal era mi simpatía por él.

Más adelante, varios meses después, coincidimos los dos en la cafetería de la misma oficina, entablamos una conversación de cortesía y fuimos cultivando una amistad de buenos vecinos. Los dos lugares de trabajo se encontraban cerca y era corriente tomar café en otro local para variar. Con el tiempo fuimos conociéndonos un poco más. Llegaba la primavera cuando se enfrentó a una grave acusación por la cual fue despedido. No quedaba clara ni demostrada la inculpación a mi amigo. Sin embargo, él no perdió la compostura, no fue mezquino ni descargó su disgusto con nadie.

Tuve la extraña impresión de que él permanecía entero como si lo desagradable que era el momento y lo que implicaría en su vida no supiese el fin del mundo para él. Sé que dejó la ciudad y me lo imagino caminando bohemio y solo con papeles en los bolsillos del pantalón y empezando a leer un libro.

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(1)

«No he perdido la fe» (SHERWOOD ANDERSON)

 


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