Es revelador e impresionante conocer que se necesitan 1.000 años para que se forme un centímetro de suelo. En los últimos 50 años, los avances en la tecnología agrícola han llevado a un salto cualitativo y cuantitativo en la producción de alimentos; sin embargo, esta producción agrícola intensiva ha empobrecido el suelo y aumentado la degradación de la tierra.

Quizás no sea visualmente tan asombroso como el imponente mar, ni parezca tan vital como el agua dulce, pero el suelo, pese a su aspecto sencillo, es un recurso natural igual de esencial para sostener la vida en la Tierra.

Es un organismo vivo, dinámico y cambiante, tal cual como somos los seres humanos. Cuando nos sobreexigimos, nos alimentamos mal y tenemos una vida llena de estrés, tendemos a enfermarnos, pasa igual con este recurso natural no renovable.

Universalmente, la función más reconocida del suelo es su apoyo a la producción alimentaria, se estima que más de 80% de nuestros alimentos se producen directamente en ellos. Los alimentos nutritivos y de buena calidad solo pueden producirse si nuestros suelos están sanos. Es impresionante identificar como todo y todos estamos interrelacionados, si los suelos están desnutridos producirán alimentos carentes de vitaminas y minerales, y estos a su vez generarán deficiencias nutricionales en las personas. Por tanto, un suelo vivo y sano es un aliado crucial para la seguridad alimentaria y la nutrición.

Ni siquiera podemos imaginar todos los maravillosos organismos que en él habitan, las reacciones biológicas y todos los procesos que dan lugar a más vida dentro de la vida. Los suelos sanos mantienen una comunidad variada de organismos y microorganismos que ayudan a controlar las enfermedades de las plantas, insectos y malezas, forman asociaciones simbióticas beneficiosas con las raíces, reciclan nutrientes esenciales para las plantas, mejoran la estructura del suelo con efectos positivos para el agua y la capacidad de retención de nutrientes. Todo esto es lo que hace posible la producción de alimentos.

Vivimos de una forma tan apresurada que en ocasiones no valoramos lo que nos rodea. En nuestro imaginario colectivo, estamos seguros de que el suelo es inagotable y siempre estará para proveernos de todo lo que posee a pesar de nuestro uso indiscriminado. Es esta actitud, la que nos ha llevado a un mal manejo de los recursos naturales.

La salinización del Suelo es uno de los problemas mundiales más importantes para la producción agrícola, la seguridad alimentaria y la sostenibilidad, especialmente en las regiones costeras y más secas, es por esto que, este 2021 el Día Mundial del Suelo tiene como lema «Detener la salinización de los suelos, aumentar su productividad», con el objetivo de  crear conciencia sobre la importancia de mantener ecosistemas saludables abordando los desafíos en la gestión del suelo, luchando contra su salinización, y alentando a todas las sociedades a comprometerse a mejorar la salud del suelo.

En la Agenda 2030 y sus ODS se identifica la necesidad de restaurar los suelos degradados y mejorar la salud del suelo. Existe un consenso generalizado de que debemos fomentar y aprovechar todo el potencial de los suelos para poder, no solo apoyar la producción de alimentos, sino también almacenar y suministrar más agua limpia, mantener la biodiversidad, y aumentar la resiliencia en un clima cambiante. Esta es una meta que requiere la implementación universal de la gestión sostenible del suelo.

Por todo esto, urge la transformación de los sistemas agroalimentarios, debemos mejorar nuestra manera de producir alimentos, en una forma más sabia y armoniosa con la madre tierra. La gestión sostenible del suelo permitiría producir hasta 58% más de alimentos y así avanzar hacia la erradicación del hambre y la sostenibilidad de los ecosistemas.

 


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