Dedico, gracias a la posibilidad que me brinda El Nacional, y muy respetuosamente, el presente artículo al cardenal Pietro Parolín. Actual secretario de Estado del Vaticano, tuve el honor de conocerle durante su magnífico servicio como nuncio papal en Caracas.

¿De qué manera podrían superarse las fuerzas malignas cuando los hombres buenos sucumben ante ellas? El problema de Venezuela no ha sido la ausencia de conocimientos o talentos. Ha sido realmente la desviación que fueron sufriendo sus hijos por la corrupción generalizada dentro del Estado. Se llegó a aceptar cuasi legítimo y normal el proveerse de riquezas mal habidas en negociados y robadas al tesoro público, en detrimento de la sociedad. La pérdida de rumbo de qué es lo realmente importante para una nación como lo es ¡tener buenos ciudadanos y buenas familias! se dejó de lado. Tener buenas instituciones para la formación de conciencia social, moral y educativa, pasó a un segundo plano. Del compromiso nacional y el amor por el bien común tanto como por el bien individual, se empezó a considerar cosa de bobos.

Creo haber comentado en alguno de mis anteriores artículos el error histórico de la persecución de la Iglesia hacia quienes practicaron la curiosidad, el estudio, la investigación e inventiva, no resignándose a flotar en seudoverdades putrefactas, como de aguas estancadas. Para purificar supuestamente aquel mundo de tales “herejes” promotores de cambios, la institución de la inquisición, en una iglesia extraviada en sus propias disputas de poder y crisis, persiguió, excomulgó y llegó a martirizar hasta la muerte a los fatalmente escogidos. Esto quedó más claro que nunca cuando el propio Papa, su santidad Francisco, con la aceptación de aquella responsabilidad institucional pidió perdón en nombre de la Iglesia. No hay que olvidar que los cristianos también fueron perseguidos desde tiempos del imperio romano hasta nuestros días por sociedades fanatizadas o extremistas.

Entre los que osaron rebelarse, sin atender a la limitación impuesta por la falsa premisa de un Dios castigador y censurador del conocimiento, estuvo otro Francisco. Esta vez el pensador, ideólogo y libertador Francisco de Miranda. Adelantándose a la institución religiosa española, postrada en la manipulación de mentes enfermas, el estudioso Miranda, corajudo interpretador del pensamiento renovador de la modernidad de su tiempo; en las artes, la ciencia y la política, bebió intensamente sin saciar su sed de libertad y de justicia. Su voracidad lectora lo llevó a toparse precisamente con los papeles del sacerdote jesuita  peruano Viscardo. Ello lo inspiró a la publicación de un primer manifiesto de razones por las que se justificaba su invasión para liberar del yugo colonial español a la América hispana, ante los abusos que  se cometían en estas tierras contra los indigenas.

De lo anterior podemos concluir que en toda época, y en cualquier territorio planetario, debemos atender a las tensiones contradictorias que se dan para el avance de las instituciones, la libertad y la justicia. Los diversos sistemas culturales, científicos, sociales, religiosos y políticos evolucionan al ritmo del desarrollo del pensamiento del ser humano individual y moldean un producto social resultante. La capacidad de abstracción del hombre, al mismo tiempo de observación y reconocimiento de su realidad y entorno, en el aquí y el ahora, le dan su posibilidad de acción creativa; para hacer y rehacer cuantas veces sea necesario, desde sus reflexiones sobre la vida y sobre sus actos, el progreso de la sociedad misma.

Las hegemonías autoritarias y circunstancialmente todopoderosas, de pequeños grupos o tribus que actúan cual si fueran poseedoras de todo saber y verdades absolutas, han sido un cáncer histórico que va mutando dentro de las sociedades. Va oprimiendo y destruyendo los tejidos sanos con sus tumores. Nunca estuvieron más equivocadas las mafias que pretenden ocultarse en el actual entorno acelerado de avance científico tecnológico. Así es nuestro mundo cambiante a rapidez exponencial, con ininterrumpidas informaciones de fácil acceso y masiva difusión, es cierto que pueden causar confusiones temporales, sabemos, pues el espacio mental que es su objetivo o target predilecto ahora lo trabajan e intentan destruirlo

Ese es hoy el definitivo escenario de guerra.  Pero aunque dicho espacio mental este siendo bombardeado de manera inclemente cada vez más y más, y con mayores detalles explícitos y diversidades, al tiempo que se pretende tratarlo de modo masificado y globalizante, no lograrán ocultar el mal que encierra su distorsionador mensaje. De allí que aspiramos a que sigan surgiendo respuestas y movimientos ante tantas preguntas sin respuesta, creadas por injusticias y errores del pasado. El comunismo, por ejemplo, es una de esas injusticias que necesitan una respuesta definitoria para grandes cambios necesarios en la población asiática, que aún se mantienen con graves atrasos y consecuencias hasta estos años.

Así como la inquisición no permitió dar digna sepultura a los restos mortales del gran Libertador Universal que fue Francisco de Miranda, y hasta hoy día los restos de ese grande entre los grandes hombres están extraviados; pido entre otros al Papa que nos ayude a restablecer esa búsqueda que rectifique esa injusticia. Con la monarquía española también responsable, y otras instituciones en colaboración se podría hacer posible recuperar sus restos. Entre tanto, les pido que nos apoyen de inmediato a restablecer los valores de la libertad y la defensa de los derechos humanos  en Venezuela. Sería un gran honor a su memoria.

La memoria del Primer Libertador Francisco de Miranda. También que nos permitieran explicarles el por qué  es legítimo y correcto usar la fuerza en defensa de los oprimidos de los masacrados, como ocurre en Venezuela con toda nuestra nación que está siendo destruida por las fuerzas del mal en un genocidio en cámara lenta. Para ello se requiere formar un éjército libertador. Para ello es necesario dar la respuesta comprometida desde nuestras conciencias, desde nuestros más profundos principios y valores humanos: ¿Dónde está Miranda?

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