Una verdadera oposición a este sistema se caracteriza por ser ideológicamente contraria al socialismo y al Estado paternalista que llevamos arrastrando por generaciones los venezolanos.

Aquellos ciudadanos que tenemos una ideología muy bien definida entendemos cuál es la causa de los problemas que padecemos todos los venezolanos, más allá de que el chavismo sea sinónimo de corrupción, que desde luego lo es, pero eso no es lo que está en discusión en este punto. El principal problema de la catástrofe humanitaria en la que está sumida Venezuela no es precisamente la corrupción. La miseria total tiene su génesis en La Habana-Cuba y es el socialismo del siglo XXI y el control de la tiranía longeva sobre el país, porque el propósito es lograr la igualdad en la miseria para obtener el control ciudadano y así perpetuar el modelo que podría perdurar en el poder sin el uso de la fuerza bruta para doblegar al ciudadano a través del estómago, el chantaje y la represión.

El problema frente al 5 de enero de 2020 no es si Guaidó es ratificado como presidente interino o no, es que en sí Guaidó solo representa un cambio de personajes del poder para llevar a Miraflores otra clase política muy similar en algunos planteamientos al chavismo, es decir, en temas de “igualdad” y “justicia social”; todo este discurso populista girado a la izquierda lo comparten ambos sectores, la MUD y el PSUV, la diferencia es que el partido oficialista es la extrema izquierda radical, comunista, vinculado a grupos terroristas como las FARC y Hezbolá; mientras que la MUD es una organización de partidos políticos socialdemócratas de centro izquierda. Según Juan Guaidó, en Venezuela no ha existido el verdadero socialismo porque no hay justicia social -me estoy basando en sus declaraciones por allá en abril, para que luego no digan que estoy dividiendo con mi artículo-.

No hemos logrado el cambio en este año de gobierno interino porque realmente no existió la voluntad de hacerlo, de hablarle claro a los venezolanos y de hacer enormes sacrificios por la libertad. Hablar de un cambio radical nos lleva a buscar aliados fundamentales que nos puedan proporcionar no solamente apoyo diplomático, sino apoyo superior a la fuerza que usa la tiranía para fusilar a los ciudadanos que salen a las calles.

En Venezuela no se puede hablar de “chavismo democrático” porque tal cosa no existe, es una falacia abrumadora y despiadada. Tan democráticos han sido que cuando Chávez ordenaba el robo de una empresa o el cierre de un medio de comunicación gritaban a rabiar: “Así, así, así, así es que se gobierna”; ahora dicen ser “democráticos” por conveniencia porque saben que Maduro más temprano que tarde caerá y ellos tendrán la excusa para presentarse ante los ciudadanos con la cara muy lavada y decir que nunca apoyaron la destrucción, cuando todos sabemos que la destrucción la inició Chávez y ellos la aplaudieron.

Urge una verdadera oposición con el objetivo común de sacar del poder lo antes posible a las mafias comunistas que han secuestrado el país, una oposición que no se desvíe en el camino y sucumba en los engaños de la tiranía de falsos diálogos y estafas electorales, una oposición que no tenga un precio en dólares, una oposición que entienda dónde está la raíz del problema  y que le hable claro a todos los venezolanos, una oposición que no le haga ojitos a falsos demócratas que en el fondo ocultan su desprecio hacia la libertad.


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