«¿Qué es la vida? Un frenesí.

¿Qué es la vida? Una ilusión,

una sombra, una ficción,

y el mayor bien es pequeño;

que toda la vida es sueño,

y los sueños, sueños son».

En la primera parte de esta dupla de artículos sobre el gran Pedro Calderón de la Barca, decía que, durante la década que va desde 1630 a 1640, Calderón entró a una etapa muy productiva y exitosa.  Al mismo tiempo, de la mano del conde-duque de Olivares, entró en palacio y con ello comenzó a elaborar sus dramas de carácter cortesano y también a dirigir las puestas en escenas de tales obras.

Con el fin de conmemorar la culminación del nuevo palacio del Buen Retiro, obra ideada y dirigida por Olivares para exaltar la dignidad de Felipe IV, Calderón escribió el auto sacramental El nuevo Palacio del Retiro y la «fiesta cortesana», de contenido mitológico, El mayor encanto, amor. En esta residencia real empezarán a interpretarse entretenimientos de mucha importancia de representación teatral. Dichas producciones y funciones dedicadas al rey le valdrán a Calderón como mérito para recibir de manos de Felipe IV «el hábito de Caballero de la Orden de Santiago».

Después del cierre temporal de los corrales decretado en 1598 a raíz del fallecimiento de Felipe II, ya para 1649 se han reabierto los teatros, pero Calderón entra en una etapa de crisis existencial muy honda. Ocupará el cargo de secretario del sexto duque de Alba desde 1645 hasta 1650 y en octubre de ese año, entró a la Tercera Orden franciscana; fue ordenado sacerdote en 1651.

Durante estos años, Felipe IV contrajo nupcias con Mariana de Austria y en 1652 se logró la paz con Cataluña. Pero, ya se había dado inicio al declive español, hecho que se evidencia con la «Paz de los Pirineos» de 1659. Este acuerdo entre Francia y España ha sido calificado como el principio del fin de la supremacía del Imperio Español, así como de la merma de poder de la dinastía de los Habsburgo. Fue Francia quien salió más favorecida con la firma de este tratado, puesto que España debió ceder territorios: Artois, Conflent, Vallespir, parte de Cerdeña y el Rosellón. Algunas de estas regiones jamás retornaron a manos de España, lo que supuso considerables pérdidas para la corona, aunque España recobró el Franco Condado y algunas regiones en Italia. Además, Inglaterra tuvo el gran auge con Cromwell, y con ello socavó gradualmente el desarrollo comercial y naval español.

Calderón, que había sido nombrado capellán de la Catedral de los Reyes Nuevos de Toledo, entra en una nueva etapa de creación. Continúa con las representaciones en el Palacio del Buen Retiro, así como con la producción de los autos sacramentales, obras que Calderón cultivó para la fiesta del Corpus en Palacio. Los autos sacramentales fueron unos dramas litúrgicos, de organización simbólica que, por lo general, estaban montados en un solo acto, su argumento era preferentemente eucarístico, aunque es obligatorio agregar que otros temas también eran tratados, como la Última Cena, la Hagiografía, pasajes del Antiguo Testamento, alegorías evangélicas, hechos históricos, incluso, cuestiones mitológicas.

Calderón se imbuyó de esta manera en la que sería su última y extensa época de producción teatral. Sería imperdonable no mencionar sus iniciales y grandiosos autos sacramentales: El gran teatro del mundo, calificada como un auto de corte filosófico-teológico y La cena del rey Baltasar, de carácter bíblico.

En relación con la creación de los autos sacramentales de Calderón, dice Luis Miravalles en Cervantes digital: «Aquella exuberante imaginación de Calderón que hacía abrir cielos y tierra, y rasgarse montañas por donde surgían súbitamente toda clase de monstruos y animales feroces, precisó inevitablemente, para convertirse en realidad, de grandes medios y entre ellos de carros colosales de varios pisos a veces, sobre los que se montaban los escenarios y se representaban los autos el día del Corpus, día más señalado para la exaltación del misterio precioso de la Eucaristía… Sólo los vientos de secularización y anticlericalismo que afloraron en el siglo XVIII, el llamado Siglo de las Luces, eliminaron estas peculiarísimas representaciones españolas. De esta manera fue como en el año 1763 los ministros de Carlos III decretaron definitivamente su prohibición, aunque no su desaparición».

Calderón muere el 25 de mayo de 1681 y esta fecha se considera  también el fin del Siglo de Oro español. Fue sepultado con honores, vistiendo sus «ornamentos sacerdotales y del hábito de la Orden de Santiago».

Si usted, amigo lector, va a Madrid, no olvide visitar el Madrid Histórico; dese una vuelta por el Barrio de las Letras, acérquese a la Plaza Santa Ana, y allí, frente al Teatro Español, encontrará el monumento a don Pedro Calderón de la Barca. En el basamento de la estatua de Calderón, hay unos relieves, hechos de bronce, que simbolizan escenas de: El alcalde de Zalamea, El escondido y la tapada, La danza de la muerte y, su obra imperecedera, La vida es sueño. Justamente, es con esta obra que quiero finalizar esta dupla de artículos.

En la innumerable cantidad de escritos y análisis sobre La vida es sueño, es común encontrar la alusión a que esta obra tiene como fondo una reflexión filosófica. ¿Usted nunca se ha preguntado sobre el sentido de la vida? ¿No le han llamado la atención los sueños? ¿No ha relacionado la vida con el mundo onírico? ¿Nunca ha reflexionado sobre la muerte y la posibilidad de vida después de ella? Precisamente, esta es la cuestión de fondo de la obra de Calderón.

¿Acaso nuestra vida es sueño? ¿Habrá vida después de la muerte y es allí donde comienza la verdadera? Estas preguntas no solo son de carácter filosófico, sino que se encuadran dentro de la teología cristiana. Sobre estas reflexiones, Calderón teje el argumento de fondo en su drama La vida es sueño.

Los temas centrales giran alrededor de la polémica entre el fatídico destino y el libre albedrío; el honor y la venganza; así como también está presente una trama muy importante en la obra, el eterno argumento referido a los conflictos entre padre e hijo. Aun cuando estos temas son de mucha profundidad, el drama posee un carácter mixto entre comedia y tragedia.

Al finalizar la obra, el ser humano se impone sobre su destino, triunfa el libre albedrío. En algunos de los análisis leídos por mí, he visto cómo quieren enmarcar esta lucha del destino versus el libre albedrío en unos cánones muy reduccionistas. Coincido plenamente con una interpretación de Evangelina Rodríguez (Cervantes Digital), quien establece la relación entre Calderón y la Polemica de auxiliis, controversia entre los dominicos y los jesuitas. La Polemica de auxiliis versa sobre el fuerte conflicto que se presentó al discutir sobre el libre albedrío y la omnipotencia de Dios. No puedo detenerme en este punto, pero los remito a la serie de tres artículos, publicados en estas páginas de Opinión, en meses pasados, con el título de «La transcendencia indudable de la Escuela de Salamanca y de la Universidad de Coímbra», donde explico el fondo de esta controversia.

La obra parte de la relación entre los dos personajes fundamentales, Basilio y Segismundo. El heredero al trono de Basilio, quien es rey de Polonia, es su hijo, Segismundo. La astrología le revela a Basilio que su hijo será un cruel y despótico tirano y será el responsable de la pérdida del reino. Ante estas predicciones, Basilio decide encerrar a Segismundo en una torre y solo lo acompaña Clotaldo, hombre de toda la confianza del rey.

Un día, Segismundo es llevado al palacio, y Basilio da las razones de esta decisión. Desea descubrir el carácter del príncipe, ya que, si su comportamiento es juicioso, lo liberará; si, por el contrario, se comporta cruelmente, volverá dormido a su prisión y creerá que todo fue un sueño. En el momento de su despertar, Segismundo, al saber la verdad de todo lo que ha estado sucediendo, entra en cólera y comete actos violentos; incluso, intenta matar a Clotaldo. Basilio se convence, de esa manera, de la verdad de las predicciones sobre el destino de Segismundo y ordena devolverlo a la torre.

Paralelamente, el pueblo conoce lo acaecido, se insubordina y rescata al príncipe Segismundo. Luego, hay una fuerte contienda entre hijo y padre, donde Basilio es vencido, pero Segismundo, quien ha sabido aprender de todo lo que ha vivido, perdona a su padre, es entronizado rey y contrae matrimonio con Estrella.

En un artículo referido a la trama básica de la obra, se llega a negar que la estructura narrativa básica se centre en cuestiones filosóficas como la del libre albedrío o que la vida de este mundo no es esencial; para el analista, el núcleo de la obra no es otro que la reflexión sobre el carácter legítimo o no de la sucesión real. Considera que el tema sobre el libre albedrío es un elemento secundario, así como la referencia a la esencialidad de la vida.  Es en este artículo donde se lee que el tema del libre albedrío manejado por Calderón tiene su raíz en el agustinismo y el tomismo. Posición que, por lo que a mí respecta, considero tan errada como las posiciones que niegan el esplendor del Siglo de Oro español.

Calderón es un defensor de la libertad, de la responsabilidad de cada uno, a pesar de todas las restricciones que puedan aparecer en el devenir histórico y social.

@yorisvillasana


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