Con la sorpresa y estupor causado por las declaraciones de Nicolás Maduro sobre el papel beneficioso del dólar en la economía nacional, realizadas ante un más sorprendido periodista José Vicente Rangel, se hace absolutamente indispensable adaptarlas a las necesidades del pueblo venezolano. Por tal razón, recordando los viejos lemas revolucionarios de patria o muerte, revolución o muerte, victoria o muerte, ahora el nuevo eslogan nacional podría ser dólar o muerte.

Esta reflexión arranca con el cumplimiento del artículo 91 de la Constitución de República Bolivariana de Venezuela de 1999, que establece que el salario mínimo debe alcanzar para la satisfacción de las necesidades básicas del trabajador y su familia, lo que en palabras concretas implicaría un salario mínimo redondeado de aproximadamente 200 dólares mensuales para iniciar a partir de allí con toda una escala de sueldos, bonificaciones, prestaciones sociales que permitan rescatar la función social del trabajo como medio para la dignificación de dicha actividad, tal y como se considera en todas las sociedades normales del mundo.

En el mundo de la educación, donde tanto se maltrata al docente a pesar de sus inmensos sacrificios, muy diferente fuera su realidad si se actualizara su salario a 250 dólares  (Docente I), 400 dólares (Docente II), 600 dólares (Docente III), 1.000 dólares (Docente IV), 1.200 dólares (Docente V) y 1.500 dólares (Docente VI) con el añadido de que las demás cláusulas económicas estarían ajustadas a servicios en dólares de la misma manera que los servicios legales odontológicos, administrativos, de transporte, sanitarios, entre otros están calculados en base a un precio en dólares.

En el mundo de las universidades, los profesores dejarían de irse del país si se realizara un ajuste digno de los sueldos en dólares, de manera tal que si se actualizara su salario a 400 dólares (Instructor), 700 dólares (Asistente), 1.000 dólares (Agregado), 1.500 dólares (Asociados) y 2.000 dólares (Titular), veríamos una recuperación muy agresiva de la calidad de vida de los profesionales universitarios dedicados a la docencia.

Sería muy largo describir escalas para cada una de las profesiones establecidas en gremios, así como honorarios profesionales en cada uno de los servicios en el corto espacio de este artículo de opinión, pero lo cierto es que la mano invisible del mercado de la que hablaba Adams Smith ya cumplió su labor de fijar el precio en dólares de todos los bienes y servicios en el ámbito nacional, desde perros calientes y tequeños de vendedores callejeros hasta operaciones en clínicas privadas, sin dejar de mencionar que cualquier tipo de instrumento mecánico o electrónico, así como artículos de madera o incluso telas y zapatos o útiles escolares, en fin cualquier producto que el lector tenga a bien en imaginar, puede encontrar su precio en divisa extranjera sin la menor complicación a lo largo y ancho de toda Venezuela.

En todo el sector privado venezolano ya es una realidad concreta y cotidiana el predominio del dólar sobre el bolívar y muchos trabajadores desde albañiles, secretarias, vendedoras, gerentes, vigilantes prefieren recibir su quincena o semana en divisa estadounidense lo cual ha generado la creación de dos países absolutamente diferentes dentro del mismo territorio nacional.  El país de los que se manejan con dólares y el país de los que no se manejan con dólares.

El país de los que no tienen dólares es un país verdaderamente infernal, donde las personas han perdido 15 o 20 kilos de peso corporal, donde sus familiares entran y mueren en los hospitales en lapsos muy breves por falta de medicinas e insumos; es un país donde ir al mercado se convierte en un ejercicio de tortura psicológica que recuerda los ejercicios de autoflagelación que tenían los monjes medievales para castigarse por sus pecados y malos pensamientos. En este mundo los automóviles se llenan de telarañas y óxidos en los estacionamientos de sus casas y apartamentos, mientras que las casas se van deteriorando de manera paulatina ante la imposibilidad de realizar cualquier tipo de reparación o mantenimiento preventivo cuyo costo en dólares dejaría sin comer al grupo familiar durante un lapso de tiempo.

En Venezuela, la partida de 5 millones de venezolanos hacia el exterior ha permitido la canalización de una autopista financiera en la que circulan millones de dólares fruto de su trabajo y dedicación hacia sus familiares y amigos, lo que ha salvado la economía nacional y a la misma sociedad. No se equivoca Nicolás Maduro al decir que Dios bendiga al dólar, ya que sin estas remesas, el país estuviera en medio de una hambruna espantosa que no tuviera comparación excepto con las tragedias del África subsahariana, por lo cual no es exagerado pensar en las palabras de un economista y constituyentista revolucionario de gran despliegue mediático que enfatizaba que dos tercios de la economía venezolana están en el sector privado y solo un tercio queda en el sector público.

El detalle radica en que ese sector público compuesto de 24 gobernaciones, 335 Alcaldías, 35 ministerios y más de 1.300 empresas, instituciones y fundaciones autónomas y nacionales, estadales y municipales están esencia absolutamente quebradas en términos financieros, llegando incluso al caso de que en la misma Pdvsa existen dudas muy fundamentadas sobre si la misma no está en una crisis financiera de gran peligro para su futuro. Este sector concentra aproximadamente a 3 millones de trabajadores que ganan en bolívares con unas escalas que arrancan con un sueldo mínimo de 5 dólares mensuales y que con muchos beneficios es dudoso pensar que aumenten a niveles mas allá de los 100 dólares mensuales que serían en la actualidad la mitad de un salario mínimo y necesario para pagar la cesta básica.

A este inmenso sector de la población hay que sumarle los 4 millones de pensionados que tienen además de sus necesidades alimentarias, un requerimiento de medicinas propios de la tercera edad que, sin duda, superan con mucho el apoyo actual de la pensión establecida.

Entramos, entonces, en una población de aproximadamente 7 millones y medio de venezolanos que sufren totalmente los rigores y carencias de unos sueldos y bonificaciones absolutamente alejados de la realidad producto del divorcio existente entre el mundo dolarizado y el mundo no dolarizado en que vive un sector u otro de la sociedad venezolana.

Nicolás Maduro tiene el desafío de crear una nómina en dólares para 7 millones de personas que, de acuerdo con la propuesta del año 2018 de Francisco Rodríguez de 50 dólares mensuales implicaría 350 millones de dólares y que de llevarse al artículo 91 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela implicaría 1.400 millones de dólares mensuales o lo que es lo mismo 16.800 millones de dólares al año, lo que haría posible el rescate integral de la población venezolana del sector público y con ello de un inmenso sector de la sociedad venezolana.

Tal esfuerzo solo es posible si se realizan aquellos paquetes de medidas económicas de 80 a 100 millardos de dólares que plantean algunos expertos internacionales, en los que se inviertan de 60 a 80 millardos de dólares en la reconstrucción de la economía nacional y al menos 20 millardos de dólares en gastos sociales no retornables en salud y alimentación, a objeto de mantener la paz social y lograr así la recuperación de los indicadores sanitarios a niveles de países en desarrollo y no en estado de calamidad.

Indudablemente, tal posibilidad se hace imposible en el estado de conflictividad política en el que se manejan las instituciones y la sociedad venezolana, por lo cual se hace indispensable un golpe de timón que implique un cambio total de las políticas establecidas en el país desde 1999 y que el día domingo 17 de noviembre, vieron luz en el programa de entrevista de José Vicente Rangel ante la perplejidad de toda la opinión pública nacional que cayó, como el muy famoso personaje de historietas Condorito, ¡Plop!

A estas alturas es difícil saber que irá a decir Nicolás Maduro en los próximos días, mas lo cierto es que ya nada debe sorprender a la opinión pública nacional.


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