“ Si te cuentan que caí, besa al vuelo mi herida de paloma». ( “Si te cuentan que caí». Miguel Bosé ).

He de decir que, sin duda, una de las mejores cosas que me han pasado durante este año 2021, frío y gris, ha sido profundizar, gracias a la generosidad y la locura transitoria de aquellos que han confiado en mí, en este mundo, podríamos decir submundo, del periodismo.

Puede parecer ofensivo calificarlo de submundo, pero es que, como en el mundo real, como en el mundo virtual y el mundo particular de cada uno, el periodismo tiene luces y sombras. Las luces, sin duda, se evidencian enseguida. No hace falta ser un gran observador para entender que sin información, sin investigación y sin objetividad, el mundo estaría a merced de los conspiradores, que precisamente temen a la luz de la verdad.

Sin embargo, no es menos cierto que, como todo aquello que resulta imprescindible, el periodismo o, mejor dicho, la información, puede ser un arma de destrucción masiva. Una herramienta mortífera al servicio de muy diversas causas, por lo general no muy lícitas, convirtiendo la luz en tinieblas, la información en desinformación o, lo que es aún peor, en adoctrinamiento.

Es asombroso, para alguien que se ha desarrollado en un ambiente socio cultural medio-alto, comprobar que, en su mayoría, la masa es adoctrinable, en una y otra tendencia socio política, por falta de criterio, de cultura y, sobre todo, por falta de ganas de cuestionarse las cosas. Sin lugar a dudas, es más fácil vivir siguiendo la línea blanca, como las gallinas, que cuestionarse los dogmas y buscar nuestro camino.

Decía don Alberto Cortéz, en una de sus muchos alardes de genialidad, “quiso volar, igual que las gaviotas, libre en el aire, por el aire libre, y los demás dijeron, pobre idiota, no sabe que volar es imposible». Es cierto; aunque parezca mentira, en este asqueroso siglo XXI de la superinformación, de la inmediatez que han propiciado los medios digitales, se ha evidenciado que, cuanto más información, más mentira. Esto, unido a la veneración que nos produce Internet, el nuevo becerro de oro, ha conseguido que la mayoría de la gente, y no temo exagerar, se trague la pastilla que le ofrecen sin cuestionarse siquiera de que está hecha.

Es por ello que, cuando surgen voces críticas, que se cuestionan el dogma, la masa intenta, primero, callarlas. Y si no es posible callarlas, se recurre a la desinformación para desprestigiarlas y, si es posible, masacrarlas.

El ejemplo más reciente ha ocurrido esta misma semana, en cuerpo y sangre de Miguel Bosé. Hace apenas un par de días, un periódico de tirada nacional se ha permitido publicar una reseña en la que, además de insultar al artista, le han deseado la muerte por covid.

Independientemente de que uno esté de acuerdo con las teorías de Miguel Bosé, que yo, en su mayoría, lo estoy, esto es traspasar todas las líneas rojas para un medio que se puede autocalificar de serio. Estamos llevando la crispación de las redes sociales a otros medios y entornos en los cuales no vale, o no debería valer, todo.

Es verdad que en este país triste y envidioso, llamado España, si hay algo que nos gusta más que crear ídolos es destruirlos. Como dice Arturo Pérez-Reverte, nos apuñalamos de maravilla, pero eso no justifica que la disidencia de las ideas de la doctrina oficial sea perseguida en un país que ya no esconde que su democracia vivió momentos mejores.

Este experimento de control social que estamos viviendo de dos años a esta parte, es escalofriante. Primero, por el mero hecho del descaro con el que nos lo han impuesto. Es indudable que el covid existe; también por supuesto, que el covid mata. Yo mismo he perdido a gente muy cercana por esta maldita enfermedad. Pero no es menos cierto que una enfermedad con un índice de letalidad, según datos oficiales de la OMS, de 0,23% no justifica que se hayan tomado medidas sin precedentes en la historia.

Podríamos decir que, en el segundo trimestre de 2020, el covid paró el mundo. Por dar un dato completamente contrastable, la tasa de mortalidad de la gripe común, entre los hospitalizados por esta dolencia, si sitúa en España en un porcentaje de 13%, 79% en mayores de 74 años, y no por ello se han tomado más medidas que las habituales en este tipo de enfermedades.

Por tanto, las teorías de Bosé, para mí, son totalmente creíbles, y no me importa decir en este foro que me adhiero a esa corriente. A partir de hoy, me declaro disidente. Y lo hago público, dado que habrá gente que, desde este momento, me tache de apestado. Desafortunadamente, lo he visto tarde, por lo que he caído en su trampa y tengo la pauta completa de vacunación para mi edad, pero juro ante Dios y ante los hombres que no me inocularé más veneno, que no me pondré jamás la mascarilla en exteriores y que si me impiden la entrada en los bares, me emborracharé en mi casa, a la salud de todos estos especuladores que han conseguido cambiarnos la vida, para muy mal.

Es muy duro comprobar hasta dónde somos manipulables y con qué facilidad se destruyen nuestros derechos, de la noche a la mañana, sin que la mayoría alce siquiera la voz, así que, desde este momento declaro, a quien pueda interesar, que estoy en el equipo de Miguel Bosé.

La culpa es nuestra. Nos falta criterio, nos faltan ganas y, sobre todo, nos faltan huevos para exigir lo que se nos está quitando por Decreto Ley.

Así que ya saben, vayan comprando fieltro amarillo, para la estrella que, muy pronto, llevaremos cosida a la solapa los disidentes del covid.

Por tanto, aún a riesgo de asimilar el lema con la puerta de metal más siniestra del planeta, que ya veo muy próxima, mi máxima desde hoy será  “Die informationen machen dich frei». “La información os hará libres».

 

Piensen. Lean. Contrasten. Existan.

 

Doctrina o libertad.

 

@julioml1970


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