Cual densa niebla, la avalancha de hechos y acontecimientos que han ocurrido en los apenas casi dos meses de este agitado año 2020 se cierne sobre nuestra atención, desviando e incluso diluyendo el necesario enfoque y claridad que toca tener y mantener en circunstancias tan complejas como a las que nos enfrentamos en este largo proceso de rescate republicano que, a la venezolana y de forma particularmente sui generis, se desarrolla sin tregua ni cuartel en los más diversos escenarios.

Desde lo global con drones, misiles y epidemias en marcha, hasta lo local, con bodegones por todas las esquinas, dolarización galopante, servicios públicos paupérrimos, más presos políticos, sanciones, una brecha cada vez más grande entre quienes tienen y quienes no, entre Caracas y el interior, y una gira presidencial internacional impactante, todo ello inevitablemente nos hace perder perspectiva, nos nubla y nos hace vulnerables ante un mensaje y una propuesta que los sectores en pugna tienen sobre la mesa, que en este caso es de tres patas. Por un lado, la auténtica oposición que aún investida de la legitimidad constitucional de ser gobierno está imposibilitada de ejercerlo por la vía de los hechos, que entiende y propone que el desenlace de la crisis pasa por un proceso electoral presidencial libre y transparente; por el otro, un desgobierno que insiste en mirar hacia los lados y se aferra al poder amparado en una constituyente cuestionada y desconocida, con la propuesta de un proceso electoral claramente oscuro, parcializado y fraudulento; y luego, la tercera variable, que es la infame, desdichada y maloliente falsa oposición que en comparsa al desgobierno, aprovecha la desesperación de quienes de buena fe quieren trascender a la pesadilla histórica del chavismo, para vender que tenemos que ir a un proceso electoral, incluso solo parlamentario, en las condiciones que sean, cuando ello solo supone nada más y nada menos que validar al desgobierno.

En fin, la avalancha de hechos que inundan nuestro día a día es la densa niebla que nos impide ver claramente y discernir de forma categórica entre las propuestas u opciones que están sobre la mesa, al punto de que muchos venezolanos de comprobada vocación democrática, pero desesperados por un desenlace, asoman la posibilidad de ir a elecciones, incluso sin condiciones mínimas que garanticen el respeto a su voluntad, lo que en otras palabras significa que sucumben al chantaje emocional y manipulación que por un lado diseña el desgobierno, y por el otro despliega la denominada falsa oposición. A ellos, los que han olvidado lo obvio y también a los indiferentes, a ellos van dedicadas estas líneas, pues siempre es necesario volver a lo más básico para disipar la niebla y reafirmar nuestra lucha, compromiso y certeza de que estamos en la acera correcta y en la única ruta que nos llevará a recuperar el país y reinsertarlo en la senda de la modernidad.

Pero repasemos lo más básico, comenzando por el principio, que es un Consejo Nacional Electoral que luego de la victoria electoral de la fuerza opositora en las elecciones de la Asamblea Nacional de diciembre 2015, pasó de ser un órgano eternamente cuestionado por su clara parcialidad política que nunca hicieron el mínimo esfuerzo en ocultar o siquiera disimular, a convertirse en un claro apéndice y operador al servicio de los designios e instrucciones emanadas desde el teléfono principal de la casa de Misia Jacinta. Sí, ese CNE que quienes manipulan se empeñan en afirmar que es el mismo que permitió el triunfo opositor de 2015, pero que por desgracia mutó y dio paso a dos eventos que luego se configuran como la base de la ilegitimidad del desgobierno, que son la desgracia histórica de la asamblea nacional constituyente de 2017 y por supuesto, la joya de la corona, que es la írrita elección presidencial del 20 de mayo de 2018, no sin antes haber pasado por un grotesco desconocimiento a la verdadera voluntad de la mayoría, que era la celebración de un referéndum revocatorio presidencial.

La lucha planteada dista entonces de ser un capricho o un antojo de un sector opositor, y es más bien la representación más elevada de una pretensión inobjetable sustentada en la legalidad y la legitimidad que deriva de nuestra carta magna, esa misma Constitución que desconocen y atropellan los que hoy conculcan nuestros derechos, y que enhorabuena reconocemos no solo los demócratas venezolanos, sino también al menos 60 países de la comunidad internacional, por lo que indudablemente no estamos solos ni mucho menos equivocados.

El nudo entonces está en un Consejo Nacional Electoral viciado y parcial, que se constituyó en el portal que se abrió para dar libre paso a lo ilegítimo; y ese nudo hay que desatarlo. Por ello, en su empeño de mantener la simulación y la farsa, la comparsa cede el paso al también cuestionado máximo tribunal, para posibilitar el nombramiento de nuevos miembros, basados en la supuesta imposibilidad del Poder Legislativo en hacerlo, cuando esa imposibilidad ha sido provocada por ellos mismos, sabiendo de antemano que con un nuevo CNE confiable e imparcial no ganarían una sola elección, ni siquiera en Sabaneta de Barinas. Ese nudo entonces hay que desatarlo antes de pensar siquiera en elecciones, pues de lo contrario cualquier evento convocado y operado por los actuales rectores, o incluso por otros designados por mecanismos ilegítimos, será siempre una farsa que en democracia no podemos aceptar.

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@castorgonzalez

 


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