Resulta muy difícil comprender que la mujer en la sociedad ha sido tratada de forma desigual debido a su género y mucho más todavía en el ámbito laboral, en el cual está sometida a diferentes desventajas. Cuando compite directamente con el sexo opuesto, a pesar de ocupar los mismos cargos y demostrar su capacidad total, es mal remunerada y eso, entre otras razones, conlleva a que los patrones establecidos, la inciten a no aspirar a desempeñarse en puestos de mayor nivel.

Es inexplicable, que las normas sociales demostradas por estas diferencias hagan que las féminas disminuyan sus deseos de preparación y aspiraciones, por lo cual en esos casos se conforman con oficios de menor remuneración, con reducidas oportunidades de progresar y limitada trayectoria laboral. Esas desigualdades se presentan también en los trabajos corporativos, en los cuales prevalece la contratación de los hombres.

Otra razón fundamental por la cual se presentan discrepancias es debido a esa discriminación que sufren, que las lleva a demostrar mucho menos espíritu de competencia, evitar asumir riesgos y a desestimar sus capacidades en comparación con los hombres, basados en patrones de identidad establecidos. Esto, afecta a las féminas desde que son niñas pues les infunden esos conceptos erróneos, que las hace sentirse menos.

Por otro lado, cuando se trata de sus compromisos domésticos en el hogar, sin duda se observa que, según las normas sociales les corresponde asumir mayores responsabilidades, a pesar de que trabajen. Así, se disminuye su potencialidad de emplearse, pues, hacen un esfuerzo por buscar cercanía con respecto a su hogar y deben balancear su trabajo con la dedicación a su grupo familiar. Muchas veces recurren a guarderías y eso incrementa sus gastos, a menos que la organización en la que laboren ofrezca ese beneficio.

A manera concluyente, se puede considerar que estas brechas laborales que desfavorecen a las mujeres existen en muchas sociedades y es una realidad que persiste en el tiempo. Estas se encuentran directamente relacionadas con factores como los estereotipos establecidos, la filosofía corporativa de la organización, así como, la cultura sexista presente en la colectividad. Así mismo, influyen la formación y la educación segregadora, que además ha potenciado comportamientos discriminatorios en el ámbito laboral que dificulta su acceso igualitario.

 


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