Isabel II
EFE/ Tolga Akmen

Bueno, pues parece ser que se ha muerto la reina de Inglaterra.

Es impresionante la ceremoniosidad y el protocolo de los ingleses. Decimos de las bodas gitanas, pero ¿y los entierros británicos? Impresionante. Por un momento, pensé que, dada la avanzada edad de Carlos III de Inglaterra, este podía llegar a fallecer durante las exequias. Sin duda, de ser así, esto habría dado para una serie, probablemente de Netflix, que son muy dados a la época Isabelina. ¿Se imaginan? “El entierro real. Temporada dos”. ”En episodios anteriores…”.

Que digo yo que lo de la reina no sería un ataúd, sería un arcón frigorífico. O eso, o antes de llegar a su destino final, Isabel II ya debía estar en fase de tautanaje, ya saben, los primeros estadios de la putrefacción, que es cuando dicen los expertos que hay que cocinar la vaca vieja. No se entienda esto último como referencia a su majestad, por favor.

Vaya por delante mi respeto personal hacia Isabel II. Una señora que llega a los 96 años y aguanta esos hijos los últimos 73, lo merece, sin duda. No es que no me guste la monarquía británica, sin embargo, considero un exceso el derroche mediático e institucional que se ha producido en España por tal acontecimiento. Particular mención merecen los tres días de luto en la Comunidad de Madrid, decretados por Isabel Díaz Ayuso. Parece que no recordamos que estos tipos tenían Patente de Corso para atacar los galeones Españoles que venían de la ruta de las especias, otorgada por su graciosa majestad el rey Eduardo o el rey Enrique. Digo esto porque seguro que acierto, dado que en el siglo XV gobernaron Inglaterra dos Eduardos y cuatro Enriques. Para ser la lengua de Shakespeare, andan cortos de sustantivos, parece ser.

Cierto es que la búsqueda de una nueva ruta nos llevó, de casualidad eso sí, a descubrir el continente americano, que por otro lado, de no haber sido descubierto, le hubiera ahorrado a Biden el sofocón de que lo sentaran en el gallinero en el funeral. Y a todos nosotros la espeluznante visión de la limusina discoteca, porque yo creo que Biden no se baja del coche por el mueble bar, apodada “la Bestia”. Los americanos son así, a lo grande. Aunque para grandes, los entierros británicos.

Esto de Biden, se encuentra sin duda entre el anecdotario del entierro maratón. Aunque aquí, en España, se ha hablado más de los reyes autóctonos, de los nuestros. Sobre todo, de si iba a acudir Don Juan Carlos. Y digo yo, ¿por qué no iba a acudir? Creo que los que han criticado tanto su presencia, principalmente miembros de Podemos, ignoran que el rey Juan Carlos y la reina Isabel eran primos, compartiendo tatarabuela, concretamente la reina Victoria de Inglaterra. Pero claro, el día que explicaron esto en clase de historia, estaban de pellas.

A mí me dices que no puedo ir al entierro de mi prima y te digo “¿tú estás tonto?”. Con el parentesco no se juega, y menos cuando se trata de acudir a un funeral de Estado, que te pegas dos días a cuerpo de rey o, en este caso, de reina.

En cualquier caso, como ya he dicho, a mí lo que me ha sorprendido ha sido la pleitesía que se ha rendido a la reina no en Inglaterra, sino en España. A estos, que nos dieron para el pelo en Trafalgar, batalla en la que, por otro lado, fuimos aliados de los franceses, que ya nos vale. Con semejantes amigos, ¿quién necesita enemigos? Así pasó, que nos hundieron 22 navíos y 3.240 hombres pasaron a mejor vida, entre españoles y franceses, mientras que por parte británica no se perdió un solo barco y hubo 449 bajas. Una de ellas, eso sí, la del vicealmirante Nelson, que si bien no vio la victoria, ha pasado a la posteridad presidiendo la plaza de Trafalgar Square que, casualmente, se llama igual que la batalla. Lo dicho, a estos ingleses les falta vocabulario.

Esto nos pasa por ir con los franceses. Por cierto, muy comentado también que Macrón, que acudió con su suegra, tuvo que hacer cola y esperar a que pasase la comitiva que venía en autobús. Lo de la suegra, comprenderán, es una licencia, otra, que me permito. Aunque, ya saben, el amor no tiene edad, y es ciego, como Stevie Wonder, sin duda el Jordi Hurtado americano. Desde que yo nací, y ya hace una pila de años, no ha envejecido.

Por hacer un inciso, y distender el ambiente, no sé si escucharon la entrevista en la que, en una ocasión, un periodista le preguntó a Stevie Wonder: “Señor Wonder, ¿qué se siente al ser uno de los músicos más influyentes del siglo XX, siendo además ciego y negro?”. A lo que Stevie Wonder contestó “¿Cómo que negro?”.

Nunca te acostarás sin saber una cosa más, Stevie.

De cualquier modo, en España somos muy dados a hacer estatuas a los que nos han dado, literalmente, tris tras por detrás, como diría Antonio Recio. Sin ir más lejos, al lado de mi casa, en la calle Islas Filipinas, existe una estatua a José Rizal, ideólogo e instigador del movimiento que terminó con la pérdida de Filipinas para el ya agonizante imperio español. Sí, ustedes tómenselo a chufla, pero creo que, en esta línea, ya están preparando la estatua de Echenique. Va a ser ecuestre, según tengo entendido. O, al menos, está sentado, creo.

En fin, que los milagros ocurren. Yo nunca pensé que iba a ver a Carlos de Inglaterra como Carlos III de Inglaterra. Creo que, hasta hace poco, él tampoco. Aún así, como en el caso de Biden, al que a los pocos días de su nombramiento una cámara captó diciendo a unos soldados que le esperaban al pie del helicóptero “ya vengo de que me limpien el culo”, yo creo que es contraproducente que el monarca de Inglaterra y de otros catorce países, no nos olvidemos, esté, vamos a decirlo así, en el tiempo de descuento; porque si se pilla un cabreo descomunal porque se la sale la tinta a la pluma que le dieron para firmar, qué no hará en caso de conflicto armado. Lo puede mandar todo a la mierda con el botoncito nuclear en in pis pas. Ya saben, para lo que me queda en el convento, me cago dentro.

Por cierto, al que le dio la pluma, solo decirle que tuvo suerte. Dos siglos atrás, posiblemente, Carlos, tras mentarle a la madre, hubiera dicho “y al de la pluma, me lo decapitáis al amanecer”. Estas en racha, chaval.

Pues nada, que cosas más raras se han visto y que le deseo larga vida a Carlos III, aunque me parece que el reinado de su madre, no lo iguala. Aunque, como he dicho, los milagros ocurren.

Cualquier día, igual vemos a nuestra reina santiguándose.

Sean felices. Y coman perdices, mientras puedan.

@elvillano1970


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