“Once you make a decision, the universe conspires to make it happen» (Ralph Waldo Emerson)
Al despertar esta mañana supe que tenía que tomar una decisión. En realidad, más de una. Para empezar con el asunto de la pandemia, creo que tendríamos que ponernos todos de acuerdo para llevar mascarilla, llevarla mal –con la nariz fuera– o no llevarla. Pensé que sería bueno posicionarse de una vez por todas del lado de los negacionistas o justo enfrente de ellos.
Esta mañana me gustaría dejar claro si somos de derechas o de izquierdas, ateos o creyentes. La gente sabría a qué atenerse. Seríamos adversarios o aliados. Gritar y pelear frente a hablar y escuchar. Odiarnos o querernos. Hoy deberíamos manifestar nuestro apoyo a los antitaurinos o a la tauromaquia. Que no pasen más días sin decir alto y claro si estamos a favor o en contra del aborto, la libertad sexual y la pena de muerte.
Debería exigirse a todos los ciudadanos la repulsa o aprobación de la lectura en papel y la escritura a mano, la quema de las enciclopedias y libros, la extinción de los periódicos. De igual modo habría que saber si siguen teniendo validez la educación pública y la educación privada, la sanidad privada y la sanidad pública.
Urge una solución a la desigualdad social y la pobreza o quizás solo se trate de una preocupación revolucionaria más. El culpable de la quema de los bosques es el pirómano, el rayo que no cesa (con permiso, Miguel Hernández) o acaso la estupidez humana. Quizás podríamos evitarlo.
¿Es la Tierra un planeta de pequeñas comunidades en las que cada cual vive su vida o deberíamos inmiscuirnos en situaciones de injusticia evidentes? ¿Somos machistas o somos feministas?, ¿la palabra maricón es un insulto o no lo es? ¿Es aceptable la equidistancia en política? ¿Tendríamos que acudir a una llamada de auxilio? ¿Querríamos que alguien nos salvase a nosotros?