Foto: AFP

La reciente liberación de Alex Saab, estrecho aliado de Nicolás Maduro, por parte de la administración de Biden ha generado una serie de interpretaciones y preocupaciones en el ámbito internacional. Esta medida, aparentemente destinada a fomentar elecciones libres y justas en Venezuela, ha levantado un velo sobre las complejidades y los dilemas éticos inherentes a la diplomacia moderna.

Recordemos que Saab fue acusado en 2019, entre otros delitos, de haber lavado hasta 350 millones de dólares que defraudó aprovechándose del sistema cambiario venezolano y de hacer negocios inauditables alrededor del mundo como testaferro del gobierno de Maduro. ¿Cómo puede entonces Estados Unidos, bajo esta nueva política, mantener su postura de lucha contra la corrupción en Latinoamérica y el Caribe sin caer en la hipocresía?, se preguntan algunos analistas.

Otra preocupación que ha surgido es sobre la fiabilidad de Estados Unidos. La liberación de Saab, previamente declarada imposible por el Departamento de Estado, plantea dudas sobre la consistencia y credibilidad de las políticas estadounidenses. Esto podría debilitar su posición como garante de la democracia y los valores occidentales.

También se ha mencionado lo que podría considerarse la aceptación tácita de regímenes autoritarios. La liberación de Saab se produce en un contexto donde los rehenes políticos en Venezuela siguen bajo control de un gobierno acusado de crímenes de lesa humanidad, lo que envía un mensaje sobre la tolerancia del secuestro político y la represión.

En un momento en que el orden mundial pos-Segunda Guerra Mundial se ve amenazado por aspiraciones autoritarias de potencias como China, Rusia e Irán, la coherencia en la defensa de la democracia y los valores universales es más crucial que nunca.

También se han expresado inquietudes sobre la seguridad de los ciudadanos estadounidenses en el extranjero, que pueden ser usados como moneda de cambio en situaciones políticas complejas.

En fin, aunque la liberación de Alex Saab haya constituido una negociación en la que ambas partes obtuvieron lo que querían, a la administración de Biden pareciera que le va a complicar más las cosas por socavar los valores y la estabilidad que se esfuerza por promover. Una decisión difícil, sin lugar a dudas. Del otro lado no se puede decir lo mismo.


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