Venezuela se encuentra ante el dilema existencial de abrirle paso al cambio de régimen o resignarse al continuismo del statu quo imperante.

Si el chavismo gana las elecciones presidenciales las consecuencias para el país serán nefastas: la emergencia humanitaria se profundizará, la dictadura se consolidará por tiempo indefinido, continuará el retroceso neto en la calidad de vida del ciudadano común y de los índices civilizatorios, seguirá la dolorosa diáspora; podríamos, sin duda, agregar otros ítems pero los anotados son suficientes para describir lo que vendría si se impone el continuismo.

La convicción expresada no es caprichosa ni infundada, proviene del desempeño en el poder de los mandantes actuales, por su concepción de la política y porque su gobernanza se sostiene sobre su vocación dictatorial del ejercicio del poder y por tanto en la preeminencia del control absoluto del aparato del Estado, en su concepción estatista de la economía, en el militarismo, por el ejercicio corrupto de la acción política en donde vale todo, su indisimulable venalidad. Todo ello no podría sino desembocar en ineficacia, ineficiencia e indolencia en la gestión de gobierno.

Otra consecuencia de una victoria de Maduro sería su normalización en el seno de la comunidad internacional, otros Estados como ya viene ocurriendo -no obstante su condición dictatorial, su acción un tanto forajida y violadora de los derechos humanos– vienen reconociendo al gobierno de Maduro. Nos ocurriría lo mismo que a Cuba, todos saben cómo son las cosas pero ya no les importa porque es parte del paisaje.

Hay quienes creen, por convicción, esperanza o interés (la mayoría non santos), que luego vendrá una apertura económica y política. ¿Está el chavo-madurismo por un viraje hacia la observancia de la Constitución vigente o se trataría de algunos cambios para consolidar un régimen con anatomía democrática y fisiología dictatorial como es lo usual en las neo dictaduras del siglo XXI?

Yo me decanto por el segundo escenario debido a que el chavismo no es un movimiento político democrático, es exactamente lo contrario, condición sobradamente demostrada en el tiempo. ¿Por qué cambiaría sustancialmente una gobernanza que le es funcional para conservar el poder? que ha terminado siendo su único objetivo. Un viraje de ese calado pondría en peligro su alianza con sectores nacionales e internacionales de la delincuencia claves para su estabilidad, tampoco garantizaría el disfrute de los privilegios crematísticos logrados en el saqueo impune de la hacienda y bienes de la nación, no sería congruente con la condición y objetivos de sus principales aliados internacionales entre otras cosas por el efecto demostración de tal cambio; y nos preguntamos si tendría ese viraje la venía de su principal valedor y sostenedor: la cúpula de la FAN. Además, no se observa la existencia dentro del PSUV de un sector reformista con la relevancia y voluntad política suficiente para imponer un viraje de tal calado. Está claro, pues, que con el continuismo nada ganamos los venezolanos.

Lo anterior viene a cuento porque pareciera que en el mundo democrático hay quienes no perciben la gravedad de lo que puede deparar el futuro.

En la senda de resolver el dilema empujando hacia el cambio de régimen no basta con que la mayoría determinante de la nación repudie a quienes gobiernan. Es necesario construir, articular un amplísimo y representativo sujeto político que convierta el rechazo en acción política efectiva para aprovechar positivamente la oportunidad representada por los próximos comicios presidenciales.

Lograr lo anterior pasa necesariamente porque las fuerzas democráticas trasciendan y superen lo que el escritor argentino Jorge Fernández Díaz expresa refiriéndose a la oposición de su país: “La gente percibe el terreno opositor como un confuso cardumen informe…”. Y se dedique a superar su déficit de cohesión e incapacidad para suscribir acuerdos sostenibles en función de aumentar su competitividad política y convertirse en una alternativa real de poder.

 


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