¿Quién (quiénes) y cómo administra el presupuesto electoral? Es pregunta retórica. Ser borarata con lo ajeno nada cuesta. El gasto se multiplica en su efecto demoledor de conciencias si se sopesa el hecho de que es una innecesaria botada de recursos. Las elecciones fraudulentas no contarán con el debido reconocimiento interno ni exterior. Carecen de sentido, como no sea la venganza, la doliente retaliación de quienes fueron humillados, arrastrados, en los anteriores comicios para la Asamblea Nacional.

El régimen más corrupto de la historia del país no escatima esfuerzos económicos de ninguna naturaleza para ver materializado su interés de darle algún realce político y social al desvaído evento estigmatizado de diciembre. Basta asomarse un fastidioso rato a alguna de las televisoras de la tiranía o de las que le son cómplices para percatarse del derroche. Escuchar alguna emisora o apreciar la cantidad y calidad de las vallas publicitarias puede ser suficiente. Todo ello expresa una enorme contradicción con el empobrecido país que supuestamente somos, carente de recursos hasta para la más elemental alimentación de sus ciudadanos. Un país que clama por ayuda humanitaria y otras ayudas.

Dicho de otro modo: el presupuesto de la publicidad y todos los efectos electorales de este año darían seguramente para cubrir la alimentación y los sueldos negados a toda la administración pública, por lo menos. Alcanzaría también para cubrir las falencias en salud y seguramente nutriría muy bien las ingentes necesidades en educación. La universitaria sin duda. Una nación que sufre problemas alimentarios de los más agudos del planeta tira a la basura electoral más lamentable recursos indispensables para la sobrevivencia de sus habitantes. Absurdo proceder de tiranos enloquecidos en su morbosa sed vengativa. En su más que morbosa sed de permanecer liquidando y humillando a los habitantes.

Si algo debe cuestionarle el orbe entero, incluso los amigotes chinos, turcos, rusos, cubanos, iraníes, mexicanos y pocos más de sus adláteres, al régimen criminal de Nicolás Maduro, es esta inclemente dilapidación de recursos en elecciones vacuas. Sin contar los apoyos ni tan secretos a quienes se hacen pasar de tan mal modo como opositores.

El disimulo, arrojando churupos a última hora a trabajadores y vagos, con un ajuste mediocre de salarios, pensiones y bonos resulta tan burdo, tan sabido por todos, que no engañan absolutamente a nadie. Eso incluye el más que ridículo «adelanto de las navidades». La celebración navideña electoral sólo yace en la malévola mente de quienes han ignorado los llamados a la libertad de opinión electoral, en todos sus sentidos, de los demócratas del mundo.

Para que haya elecciones libres, es preciso echarlos para siempre del poder, sin ambages de ningún tipo, no continuar con estiramientos temporales que contribuyen a la permanencia, a la prolongación, de semejante sufrimiento humano colectivo, provocado, impuesto. No ha habido compasión alguna con nadie por parte de los sátrapas. ¿Por qué razón tenérsela a ellos que han sido tan exageradamente inhumanos y tan miserables como los peores criminales de la historia de la humanidad?


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