«Amanecía, y el nuevo sol pintaba de oro las olas de un mar tranquilo» (RICHARD BACH)

Aquí y ahora uno se da cuenta de la dificultad de corregir ciertos comportamientos arraigados en la sociedad moderna. En primer lugar pienso en la estúpida necesidad de llevar encima el teléfono móvil a todas partes. Cuando olvidamos el celular y sufrimos ese mal conocido como nomofobia (no mobile phone phobia) por el cual ese olvido supone sentirse desorientado, perdido y desconectado del mundo, estamos siendo víctimas de un fallo humano consistente en complicarnos la vida al convertir cosas prescindibles en elementos imprescindibles de nuestro día a día. No hace tanto tiempo podíamos vivir sin esos dispositivos. Caminar por el simple placer de hacerlo y disfrutar del día paseando al sol, también es posible. Se puede disfrutar de una larga caminata, se puede gozar de un pequeño paseo. Uno puede sentarse en la terraza de un café sin tener que estar pendiente de los avisos de Whatsapp de la maquinita. Podemos asistir a un concierto de Depeche Mode sin grabarlo todo. Podemos vivir el momento sin más. Carpe diem. Según parece, alguien se ha convencido por fin del daño que supone el uso abusivo del juguete en los centros educativos. No hay que descartar el lado positivo del dispositivo, que también lo tiene. Con todo, pocos se verían capaces de privarse de este hábito, pocos podrían renunciar a necesitarlo tanto. Ah, pocos somos los elegidos.

Otro comportamiento de difícil corrección al que quiero referirme hoy es la creciente tendencia a perder el tratamiento de usted con los desconocidos y personas merecedoras de respeto. Sí, ya sé que alguien querrá señalar que todos merecemos respeto, y estamos de acuerdo. Le doy la razón. Sin embargo, entienda -quien reivindique este punto de igualdad- que en el trato (así como en la lengua) existen registros y esos registros existen por necesidad. No es correcto hablar igual a un niño que a un maestro, por ejemplo. No se habla de igual manera al amigo que al camarero. El académico Pérez Reverte tocaba el tema en su columna semanal de hace unos días (Tutee usted a su puta madre. Zendalibros.com, 11.01.2024)*. Entre otras cosas, recordaba en cuatro líneas las reglas esenciales de urbanidad: ‘La educación, la cortesía, el buenos días, el gracias, el por favor y todo lo demás, o sea, las buenas maneras, siguen siendo útiles porque hacen soportable un mundo que la zafiedad, la desconsideración, convierten en más difícil de lo que por naturaleza ya es’.

Navegando por estos mares extraños me llega una ola escrita en español sobre fórmulas de cortesía utilizadas en Francia. Leo que en el país galo se considera una falta de respeto tratar de tú al camarero o a cualquier persona que uno no conoce. Spain is different! Y es que así no. No deberíamos ser diferentes en esto. Llegados a este punto, uno se cuestiona qué es lo que enseñan los padres a sus hijos en casa. Un padre que educa a su hijo en protocolos como el uso del registro lingüístico adecuado** a cada situación está preparando el camino hacia la convivencia y el respeto entre todos nosotros

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zendalibros.com/perez-reverte/tutee.usted/

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protocolo.org/tratar-de-tú-o-de-usted/

 


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