Toda actividad política, para ser exitosa, tiene que aprender a lidiar con realidades concretas, las cuales muchas veces son distintas a lo originalmente planeado o a lo idealmente deseado. No es responsable suponer que tal realidad no existe. Lo inteligente es asumirla tal cual es y tratar de manejarse frente a ella sin perder el objetivo.

Hoy el vasto campo de la oposición democrática venezolana enfrenta un hecho político, aunque no deseado, incuestionable. Por una parte, un gran sector de ella ha manifestado su decisión de no participar en el evento del próximo 6 de diciembre, mientras otra parte –distinta a los “alacranes” y corruptos que han sido comprados por la dictadura-  ha expresado su voluntad de hacerlo. Ambos grupos han acompañado su decisión con argumentos racionales y de mucho peso que le dan sustento y legitimidad a sus respectivas posiciones.  Se ha enfatizado en las claras diferencias –porque las hay- entre ambas posturas.  Pero es igualmente importante y necesario completar el análisis con lo que no es tan evidente.

Para ambas posturas el objetivo es el mismo: superar cuanto antes la dictadura madurista y su modelo político-económico de dominación, para salir de la tragedia que afecta a todos los venezolanos e iniciar la reconstrucción del país. Adicionalmente, ambas coinciden en que el camino estratégico para alcanzar ese objetivo es generar las condiciones de presión para una salida negociada y democrática, producto de una fuerza cívica interna que hay que construir, y que se enlace con la acción coordinada de los actores internacionales. Destacar esto es muy importante porque, de nuevo, a pesar de las evidentes discrepancias entre las dos posturas, ambas están enlazadas en el mismo objetivo y la misma estrategia marco. Por tanto, las diferencias son esencialmente tácticas, entendiendo por táctica las acciones necesarias y tareas concretas para desarrollar la estrategia diseñada.

Si nuestra diferencia es entonces táctica, no podemos permitir –por el bien del país- que ella nos fracture. Además, esta diferencia táctica coyuntural se va a mantener por apenas 12 semanas. Después del 6 de diciembre tenemos que encontrarnos todos otra vez. Por tanto, debemos salvaguardar las condiciones e instancias unitarias que faciliten ese reencuentro, en un momento en que el país va a requerir como nunca antes una oposición democrática fuerte, unida y eficaz, ante el previsible escenario de unas condiciones sociales y económicas de mayor severidad, y de un régimen acorralado por su incapacidad para manejarlas.

Si las dos propuestas se conciben como formas distintas, pero no necesariamente excluyentes, de movilización social y de construcción de presión cívica interna, en esa medida se aleja el peligro de una indeseable ruptura que solo beneficia y fortalece a la dictadura. Nadie es tan ingenuo como para pensar que con las actuales condiciones se puede “ganar” la Asamblea Nacional. Incluso quienes defienden la opción de participar se lo plantean así. De hecho han manifestado que, dado que su decisión se basa en la lucha por las condiciones, no descartan el retirarse antes si estas condiciones no son logradas.

Aunque no es fácil, se requiere entonces tratar de diseñar los modos para transformar esto en dos tableros de lucha, en una estrategia de táctica dual que aproveche las ventajas de cada posición. Se trata de identificar y aprovechar los recursos que posee cada opción táctica, desde la articulación de la presión internacional hasta el trabajo de organización ciudadana. Además, existe en el escenario un punto de unión que puede hacer coincidir ambas posturas tácticas, y es la demanda creciente de suspensión de lo que sea que vaya a ocurrir el 6 de diciembre.  Cada vez más sectores sociales, encabezados por la Iglesia, han manifestado la necesidad de poner por encima de cualquier consideración política la vida y salud de los venezolanos, y aplazar ese evento de diciembre ante las circunstancias de una pandemia que apenas ahora es cuando comienza a acelerarse de manera agresiva. Si desde ambas posturas tácticas democráticas se asume la bandera de la prioridad de la vida de los venezolanos, y se decide de manera fuerte y sistemática a ejercer presión para su cancelación, esto, además de necesario y conveniente para el país, puede resultar en la práctica el punto de conjunción de ambas posiciones.

La presente diferencia de posturas tácticas en el seno de nuestra oposición democrática no es un asunto moral, es un problema político a resolver. Es imperioso dejar atrás la perniciosa tentación de reducir la discusión política a un asunto de lealtades y traiciones. Es cierto que este lenguaje pre-político y de chantaje emocional es producto de los ya muchos lustros de decadente y primitiva influencia militarista. Pero si queremos construir un país distinto, lo primero es empezar a pensar diferente a nuestros opresores y esclavistas.

La actitud inteligente debe apuntar siempre a dividir a la dictadura, y a organizar y unir a los venezolanos. Por ello, la unidad de quienes se oponen al actual modelo de dominación es una herramienta de poder no un un accesorio ornamental. La pregunta que demanda una pronta respuesta es qué tratamiento debemos darle –desde la prioridad de salvaguardar esta herramienta de poder que es la unidad- al hecho político de las coyunturales diferencias tácticas en nuestra oposición.

Pero más allá de estas divergencias, lo realmente importante es que nos pongamos de acuerdo para trabajar con urgencia en lo que todos parecen coincidir, y es que sin presión social no hay salida posible, no importa la táctica que se adopte.

Sigamos insistiendo: si no hay una presión social contundente, sostenida y sistemática, ninguna de las opciones tácticas que hay en el escenario podrá funcionar. Por ello, es urgente no abandonar y seguir fomentando la movilización social cívica y la protesta pacífica permanente y creciente, articulándolas y dándoles contenido político, generando en conjunto con el resto de las formas de presión y lucha cívica (tales como la negociación y la presión internacional), las condiciones que precipiten una salida pacífica a la crisis.

Si a pesar de nuestras diferencias, todos asumimos esta tarea común y nos lanzamos a la única acción urgente y necesaria de presión social que reclama este momento histórico, no sólo construiremos en la práctica la verdadera unidad que demandan los venezolanos, sino que estaremos generando las condiciones políticas que conduzcan al éxito de la estrategia democrática, sea cual sea la táctica adoptada. Sin estas condiciones derivadas de la presión social, la salida del régimen y la superación de la crisis seguirá siendo un irrealizable e insatisfecho anhelo.

La política es un “arte de lo posible”, y por tanto tiene que medirse siempre con las posibilidades y las realidades concretas, con lo que se tiene en el aquí y el ahora. Pero también es el arte y la ciencia de hacer posible lo deseable y lo necesario. El liderazgo social y político tiene el reto de, a partir de las diferencias que hoy la separan, construir desde el respeto y el diseño de formas de articulación de esfuerzos, lo que el país sufriente desea y necesita, que es la construcción de una fuerza unitaria poderosa y eficaz que conduzca la tarea de la liberación democrática de Venezuela.

@angeloropeza182


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