Quizás la memoria nos falle porque hay muchos que solo tenemos esta realidad como experiencia. Sin embargo, la constante búsqueda de métodos de lucha es imperiosa. Paseamos por páginas de muchos libros, anécdotas de antaño y la sabiduría vigente de los que hoy siguen vivos y llegamos a un punto: «Sivis pacem, para bellum«, la máxima latina que significa «si quieres la paz, prepárate para la guerra» y, para prepararnos osadamente usaré un ejemplo histórico porque la guerra empezó.

La segunda guerra chino-japonesa comenzó el 7 de julio de 1937, cuando el ejército imperial japonés, que ya controlaba Manchuria, inició la invasión del norte y el este de China. Mao, establecido en su nueva base guerrillera en el norte de China, pasaría gran parte de su tiempo leyendo, teorizando y llegó a la conclusión de que el Ejército Rojo por sí solo era incapaz de derrotar a los japoneses, y que debía formarse un gobierno de defensa nacional dirigido por los comunistas con el KMT y otros elementos nacionalistas burgueses para lograr este objetivo.

Aunque despreciaba a Chiang Kai-shek como un «traidor a la nación», el 5 de mayo de 1937 telegrafió al Consejo Militar del Gobierno Nacionalista. Chiang tenía la intención de ignorar el mensaje de Mao y continuar la guerra civil, pero fue arrestado por uno de sus propios generales, Zhang Xueliang, en Xi’an. Zhang obligó a Chiang a negociar con Mao, lo que daría lugar al Segundo Frente Unido contra Japón el 24 de diciembre de 1936. Como resultado de la tregua entre KMT y PCCh, el Ejército Rojo se reorganizó en el Nuevo Cuarto Ejército y el 8º Ejército de Ruta, que se colocaron bajo el mando del Ejército Nacional Revolucionario. El PCCh acordó aceptar el liderazgo de Chiang Kai-shek y no de Mao. Luego de vencido el ejercicio imperial nipón en septiembre de 1945, la guerra civil continuó. Ya lo demás es harina de otro costal.

Culminada la clase de historia y cayendo en el penoso terreno venezolano, nos preguntamos: ¿el interés nacional está por debajo o por encima del interés individual?, ¿cuándo pasa de ser uno a ser otro?, ¿pueden lograr a fusionarse porque las ideas nacen de un individuo y luego se masifican? Dado eso, ¿en qué punto de un conflicto, bélico o ideológico, las diferencias entre las partes en disputa se tornan irreconciliables? De ser así, ¿bajo qué criterio, argumento o sentimiento? Preguntas que carecen de respuestas por la egoísta soberbia de algunos líderes criollos.

No la tenemos fácil y nunca la hemos tenido. Los que están en aquella acera usan los peores y más acérrimos métodos. Usando a un Sebin que copia al carbón a la Ojrana Zarista, pasando por el sadismo político como lo hizo su ídolo Gadafi, luego por los laboratorios propagandísticos al estilo nazi de Goebbels, unas instituciones que han llegado al punto más recalcitrante de conspiración y complicidad, una «FANB» que más que una institución es un clan de sabandijas traficantes y represores, y parte de un pueblo que sigue envuelto en un portentoso letargo del «Morfeo chavista».

Todos estos son los puntos que nuestros adversarios usan para convertir a Venezuela en la nueva «Salem» con su cacería de brujas a todo aquel que piense distinto y no sucumba ante sus artimañas y tentaciones.

Si creían que el monstruo era diminuto se equivocaron, si pretendían que con un par de tweets descalificativos la tiranía iba a caer pues fueron inocentes, si creían que atacando al aliado que tenía métodos distintos pero objetivos comunes iban a convertirse en los únicos portadores de la espada de Damocles pues, cayeron en la trampa. La arremetida que nos viene será mucho más implacable y ya demostraron que la inmunidad constitucional les tiene sin cuidado. Pues, debemos contraatacar y el miedo no debe guiarnos.

¡Estamos en guerra! Hay que identificar los siguientes pasos del enemigo. No se debe andar con misterios ni agendas ocultas por conseguir un par de lochas. La esperanza debe mover la fibras de un pueblo sediento de ella y debemos construir ese discurso, los que apuestan a una salida negociada deben hacerlo con argumentos sólidos y en ventaja porque «nadie canta retruco viendo a la perica en la mesa», los que tienen aspiraciones minúsculas deben dejarlas en la gaveta, ponerse los patines y salir a luchar.

Jorge Francisco Sambrano

@JorgeFSambrano


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